domingo, 29 de mayo de 2011

¿Qué viene ahora?

Todo el mundo sabe -incluso el Gobierno, aunque no lo diga públicamente- que la jornada electoral del 7 de mayo marcó un punto de inflexión en la trayectoria política del país. Ahora es evidente que el Régimen ya no cuenta con ese apoyo abrumador con el que inició su mandato y que el electorado está dividido en dos.
Lo que nadie sabe todavía -el Gobierno talvez aún menos- es hacia dónde apunta esa nueva bisectriz política que ha sido trazada por los votantes en el plebiscito. ¿Podrá el Gobierno recomponer sus fuerzas y llevar a buen término su agenda inicial? ¿O tendrá, más bien, que suavizar su talante por unos meses y buscar la reelección de Correa para, ahí sí, pasar todas sus reformas?
La pérdida de popularidad del Régimen se debe, principalmente, a los malos resultados de su gestión. Al principio, una vasta mayoría estuvo dispuesta a entregarle amplias atribuciones a Correa porque creyó que eso permitiría que el Presidente mejore rápidamente el nivel de vida de los ecuatorianos. Lastimosamente, eso no ha ocurrido: el desempleo y el subempleo siguen en los niveles de siempre; la inversión y el crecimiento languidecen; y, como consecuencia de lo anterior, la pobreza no ha caído.
Esa incapacidad proverbial del Gobierno para producir resultados concretos y duraderos es el talón de Aquiles de su proyecto político. En su último libro titulado ‘The Origins of Political Order’, Francis Fukuyama demuestra que el colapso de los regímenes -el ‘deterioro político’, en la jerga del autor- se produce invariablemente porque los gobiernos, democráticos o no, son incapaces de satisfacer la demandas reales de los votantes.
El poder político -dice Fukuyama- siempre se articula alrededor de tres pilares: instituciones, leyes y propiedad (pública o privada). No existe régimen político en el mundo, independientemente de su signo ideológico, que no apele a estos tres elementos para construir y sostener su poder.
El problema de Correa, ahora mismo, es que los resultados del plebiscito van a obstaculizar el cambio institucional que empezó hace cuatro años. Adicionalmente, el jefe del Ejecutivo va a tener problemas para pasar las propuestas de ley sobre las que se sustenta su proyecto autoritario. Lo único que tendrá a mano para que su proyecto político siga con vida es seguir comprando lealtades con el enorme volumen de recursos públicos proveniente del crudo.
Si Correa tiene apenas uno -propiedad pública- de los tres instrumentos esenciales para sostener un régimen político, querrá inmovilizar por todos los medios a sus múltiples -aunque débiles- oponentes mientras hace ajustes en su gestión gubernamental que le permitan generar resultados más plausibles entre la población ecuatoriana.

Tomado de: Diario El Comercio de Quito, 29 de mayo 2011

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