domingo, 22 de mayo de 2011

LA DOLARIZACIÓN EN EL ECUADOR, UNA DÉCADA DESPUÉS

(Basado en el texto: Micro y Macroeconomía, Teoría y Ejercicios Resueltos.  Autor: Ec. Pablo Zambrano Pontón)

En las siguientes líneas se intentará hacer un análisis técnico sobre la dolarización, sus antecedentes, aplicación y evolución en el Ecuador, en los últimos años.
Para posibilitar la comprensión de un hecho que ha suscitado opiniones a favor y en contra, empezaremos definiéndola, y diremos:

Dolarización, es un proceso de anulación o sustitución monetaria, donde una economía reemplaza su moneda original por el dólar estadounidense, sacando de circulación su moneda.  No se debe confundir este proceso con la convertibilidad, donde la moneda nacional no es reemplazada, sino que equivale a una determinada cantidad de divisas.
Una vez definido este proceso, intentaremos ver ahora, en qué circunstancia es preferible aun en contra de todo sentimiento nacionalista, prescindir de la moneda nacional.
En primer término, contar con moneda propia, concede una amplia capacidad de acceso a la política monetaria y cambiaria como un recurso para tratar de financiar algún desfase en la balanza comercial vía emisión o devaluación monetarias; sin embargo estas prácticas (propias de la política monetaria expansiva keynesiana), no son sostenibles en el largo plazo, pues la primera de ellas es inflacionaria y la segunda no ofrece una mejora competitiva del país.  En nuestro caso este recurso se empleaba para tratar de impulsar la competitividad del sector externo, además de sufragar el gasto publico este recurso lastimosamente fue casi una norma en el periodo pre-dolarización.
Una moneda es sostenible cuando la Economía es manejada responsablemente, existe un sistema financiero sólido, no hay una inflación muy pronunciada, y se cuenta con un fuerte sector externo para insertarse en el mercado internacional.
 Cuando hablamos del Ecuador vemos que llegaron a incumplirse en su totalidad todos los condicionamientos antes mencionados, para empezar, la tendencia aun antes de la crisis fue que el gasto público se financie vía emisión monetaria, luego en la Crisis Financiera del 99 el sistema financiero decae abruptamente fruto de entre otras cosas una penosa ola de corrupción (prestamos vinculados, etc.), lo que se evidencia con una tasa de interés interbancaria del 152% a finales del año en cuestión (que se la subió con el fin de incentivar la demanda por moneda nacional, lo cual jamás sucedió, al contrario la gente seguía refugiándose en el dólar, especialmente para efectuar compras de bienes duraderos como vehículos o viviendas), además, con respecto a la inflación podemos citar que la década de los 90, comenzó con fluctuaciones que van desde el 49% de inflación anual a principios de la década, hasta llegar al 94% anual (“galopante”) a finales de la misma, lo que implica que aun antes de la crisis la inflación ya representaba un problema a cuestas, por otro lado podemos mencionar que en el sector externo, crisis como la Mexicana y Venezolana (1994), asiática (1997), Rusa(1998), también representaron un escenario internacional poco favorable, que incidió en la caída del precio del petróleo, rubro que por ese entonces constituía ya el 37% de las exportaciones totales, dada la dependencia que de este producto tiene nuestro sector externo.  Todo lo anterior, se presentó como un aliciente negativo al problema de sostenibilidad monetaria del extinto Sucre.
En el contexto que viera surgir a la dolarización se veían dos opciones claras, la primera era la anulación o sustitución monetaria y la consecuente adopción de otra moneda es decir el dólar; y la segunda, la creación de una caja de conversión (convertibilidad, como pasó en Argentina, por ejemplo), lo que implicaría implementar un bimonetarismo jurídicamente en curso, es decir, un sistema de convertibilidad (que como se vio en el 2001 en Argentina, no habría sido la mejor salida, dado que siempre existe la tentación de seguir emitiendo moneda de manera irresponsable para financiar déficits fiscales), en todo caso cabe destacar que ante todo la adopción del dólar como moneda de curso legal fue una medida exigida por una coyuntura caótica, entre cuyas secuelas se cuenta ella misma, y un pronunciado deterioro de las condiciones de vida que se vio expresado en un flujo migratorio hacia el exterior.  Además, en caso de no haberla adoptado, nuestro país se pudo haber visto enfrentado al fantasma de la hiperinflación que antaño asolara a cinco países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Perú y Nicaragua.

En definitiva después de la implementación de esta moneda podemos distinguir puntos tanto positivos como negativos de ella, no obstante en líneas generales, el balance es más positivo que negativo, al punto que según una encuesta realizada en el año 2009, por la encuestadora Quantum, publicada en Diario El Comercio de Quito, el 84% de la población, es decir, cuatro de cada cinco personas, la apoyaría:

ü                   La principal ventaja derivada de la estabilidad monetaria, es sin duda, la creación de un escenario de certidumbre en el que es posible planificar a largo plazo, lo cual debería traducirse en un ambiente menos inestable para la inversión privada (nacional y extranjera), si tuviéramos un Gobierno que fuera más pragmático y menos ideológico en sus planteamientos (siguiendo modelos exitosos como la economía social de mercado y no el socialismo del siglo XXI, por ejemplo).  El consumo sí que ha aumentado con la dolarización, siendo la principal beneficiaria, la clase media y la que dispone de ingresos fijos, al punto que aumentaron drásticamente las compras de viviendas y vehículos, lo cual es fácilmente verificable al transitar por las principales calles de las grandes ciudades del país, atestadas de vehículos, alentados además por el subsidio a la gasolina, que hace que los ciudadanos prefieran el auto propio en detrimento del transporte público, que debería mejorar y recibir todo el apoyo del Ejecutivo, para que la circulación sea más fluida.

ü                   Otra de las bondades de la Dolarización, es la estabilidad monetaria, derivada de la perdida de riesgo cambiario.  Además la dolarización, ha dado la razón al planteamiento monetarista, de que la principal causa para la inflación es la emisión monetaria, que no está fundamentada en el crecimiento de la producción, porque a raíz de que se la implementó en el país en el año 2000, las tasas de inflación han disminuido, habiéndose beneficiado de ello cuatro gobiernos en el país: Noboa, Gutiérrez, Palacio y Correa (aunque éste último fue alguna vez un duro detractor de la misma).  La inflación beneficia a todos, porque cuanto menor es su tasa, hay un aumento del consumo, de la inversión, e incluso de las exportaciones, que son variables integrantes de la demanda agregada.  Los países más desarrollados, son aquellos donde los crecimientos en el nivel de precios son mínimos y no como en Venezuela, por ejemplo, la nación más inflacionaria de América Latina (30% al 2010) y donde su Presidente culpa a los ricos y a los empresarios de la inflación, cuando el principal responsable es el mismo, por el colosal incremento del gasto público, la emisión monetaria indiscriminada, el déficit fiscal, el aumento de las importaciones y la devaluación monetaria “competitiva”.

ü                   Los importadores se benefician de una moneda que no les representa cambios impredecibles y con la que obtienen mejores precios en países que si devalúan su moneda.  Pero no sólo ellos ganan, triunfan también los consumidores para quienes es posible acceder a mercancías de menor calidad a precios más bajos.

ü                   Muchos intelectuales identificados con la izquierda, señalan que la pérdida de un instrumento tal como la devaluación perjudica a los productores y exportadores, que al no contar más con el beneficio de la devaluación están en desventaja frente a aquellos que sí tienen este recurso, lo cual es una verdad a medias, porque  las famosas “devaluaciones competitivas” alentadas antaño por el FMI, son típicas medidas cortoplacistas, que no le sirven a la economía en un horizonte temporal mayor, dado que en el largo plazo, los productores están obligados a mejorar, para ser competitivos con productos similares y a menores precios, que beneficien a los consumidores, de quienes se preocuparon: Adam Smith y John Maynard Keynes, al haber sostenido y con mucha razón, que es la demanda la que crea su propia oferta.  Fue otro liberal, Say, quien sostuvo que es la oferta la que crea su propia demanda y la historia, les dio la razón tanto a Smith como a Keynes, cuando vemos que las empresas contemporáneas invierten mucho dinero en investigaciones de mercado, que les permitan satisfacer a su clientes, de mejor manera que sus competidores.

ü                  A pesar de que se escucha insiste y erróneamente decir que la política monetaria fue eliminada tras la dolarización, cabe señalar que la política monetaria es más amplia que la simple emisión monetaria, pues ésta comprende también otros instrumentos como son: el encaje bancario y la emisión de moneda fraccionaria (centavos de dólar), los mismos que de modo alguno han desaparecido.  Ha sido limitada sí la política monetaria, pero ésta no ha sido eliminada.  Recordándose que a través del encaje bancario, los bancos tienen la capacidad de crear dinero.  Así, cuando se pretende incrementar la oferta monetaria (debido a una recesión, por ejemplo), se podría disminuir el encaje con tal finalidad y si se la quisiera reducir, se optaría más bien por aumentar dicho encaje.  La moneda fraccionaria si bien no presenta montos importantes, no obstante ayuda a concederle liquidez al bolsillo de la ciudadanía.

El principal reto que impone la dolarización para ser sostenible, es la voluntad política que deberían tener los gobernantes de turno para no efectuar gastos públicos voluminosos que terminen afectando las finanzas públicas, pues hay que recordar aquí que hay tres maneras de financiar un déficit público: 1) vía impuestos; 2) vía endeudamiento interno y/o externo; y, 3) vía emisión monetaria. 
Siendo imposible gracias a la dolarización, la tercera y peligrosa vía, quedan únicamente las dos opciones.  Por eso en el actual Gobierno del Ecuador, hay que reconocer que han mejorado las recaudaciones tributarias y el trabajo del SRI centrándose en los grandes contribuyentes, no obstante es preciso también brindarles incentivos tributarios, con el fin de no desalentar la inversión o la iniciativa privada.  En cuanto al endeudamiento, han existido dos grandes financistas del régimen: 1) El IESS; y, 2) China, pues los organismos financieros internacionales se muestran renuentes a facilitar préstamos al Ecuador, por el riesgo país, que es una variable real y que existe, independientemente de las opiniones del Presidente y de sus colaboradores, al respecto.  

CONCLUSIONES
En definitiva y haciendo un objetivo balance al respecto, podemos decir de la dolarización, que este instrumento monetario y cambiario, ha contribuido positivamente al desempeño de la economía ecuatoriana, confiriéndole una considerable y sostenida estabilidad macroeconómica, que pesa más que el supuesto perjuicio económico atribuido a la dolarización, como es por ejemplo, la tan proclamada pérdida de la posibilidad de efectuar “devaluaciones competitivas”, que como ya lo señalamos, únicamente podrían servir en el corto plazo e incluso allí, seríamos objeto de retaliaciones comerciales por parte de los países afectados, porque hay que recordar que esta política técnicamente conocida como “empobrecimiento del vecino”, molesta a los socios comerciales, dado que son medidas artificiales que en el mediano y largo plazo, podrían volverse en un boomerang para el país, en lo que a índices inflacionarios se refieren, dado que el componente importado es muy importante en países subdesarrollados, donde la importación de maquinaria y materia prima es la constante.  Es lo que pasa ahora en Venezuela y lo que ya sucedió en el pasado, en el Ecuador anterior a la dolarización, cuando estuvo en vigencia el Sucre. 
Sobre la “pérdida de soberanía monetaria”, vale decir aquí que esta es una simple crítica ideológica endilgada por quienes preferirían mantener relaciones comerciales con países afines a su pensamiento, tipo: Cuba, Irán o Venezuela, antes que suscribir convenios con naciones “imperialistas”, caso: EEUU o Europa, por ejemplo; olvidándose estos críticos, que el mundo ya cambió y que países antes socialistas como China, Rusia, Polonia y Europa del Este, se volcaron masivamente a la economía de mercado, socialmente responsable.  A más de que, por ser un mero argumento político, sin sustento económico y sin sólidos argumentos, no merece la más mínima atención. 
Pensar que sólo con la dolarización podemos ser un mejor país, no tiene sentido tampoco.  Es necesario corregir los enormes desequilibrios estructurales existentes en la economía ecuatoriana, lo cual no se consigue si seguimos anclados al pasado “revolucionario” de América Latina.  Hoy por hoy, los gobiernos no son de “izquierda” o de “derecha”, en la actualidad estos conceptos quedaron obsoletos y superados, tras el desplome real de las economías socialistas alrededor del globo. 
El mundo contemporáneo se divide en dos tipos de países (según Andrés Oppenheimer en su libro, “Cuentos Chinos”), los que atraen y los que espantan capitales.  ¿En dónde estamos ubicados nosotros?, si vemos que la CEPAL en su último informe que data del 2010, señala que Chile captó: $ 15.000 millones, Perú $ 7.000 millones, Colombia $ 6.000 millones, Ecuador $ 164 millones y Venezuela menos (-) $ 1.440 millones, es decir, en este último hubo incluso fuga de capitales. 
¿No será más bien que los países emisores de capital extranjero prefieren invertir productivamente en naciones que disponen de una efectiva economía social de mercado o liberalismo social, en lugar de irse a países con sistemas como el socialismo del siglo XXI, donde su inventor, Dieterich, propone resucitar a Marx, retornando a la economía centralmente planificada que fracasara en la ex URSS y sus satélites este europeas, reemplazando al mercado y su sistema de precios, por la teoría valor-trabajo y la devolución de la plusvalía a los obreros? 
Aclarándose aquí, que no únicamente el trabajo agrega valor, pues hay bienes que no necesitan transformación para ser vendidos como por ejemplo, los recursos naturales, cuyo precio más bien fluctúa en función de las preferencias marginales de los consumidores, plasmadas en las fuerzas de oferta y demanda, presentes en todo mercado, con independencia de que sean perfecta o imperfectamente competitivos.  A más de que, hay que considerar también que no todo empresario obtiene beneficios económicos, existen ocasiones donde deben sufrir pérdidas y finalmente, el empresario adelanta al trabajador su salario, mucho antes incluso de que se realice la venta de las mercancías en el mercado. 
El propio José Martí, a quien los socialistas tipo Castro tanto veneran (pese a que Martí, por su pensamiento más parece liberal antes que marxista, como pasa con otros héroes antiguos del socialismo como: Simón Bolívar y Eloy Alfaro, o con otros exponentes contemporáneos como Lula, Bachelet o Mujica, por ejemplo), tiene una frase donde señala que el odio al capital no tiene sentido, que al contrario la unión entre trabajo y capital es la fuente de la producción y por ende de la prosperidad nacional.
En cuanto a la inequidad y a la pobreza, merece relievarse que en el Ecuador, a pesar de lo que dicen muchos académicos anclados a teorías pasadas de moda en los actuales tiempos, hay una disminución efectiva de la pobreza en estos diez años de vigencia de la dolarización.  Así pues, según cifras de la CEPAL ésta se ubicaba antes de la dolarización en niveles del 60%, la cual se ha reducido en los actuales momentos al 37%, aproximadamente.  Siendo este hecho, una situación positiva atribuible a la dolarización.
No obstante, la dolarización no es la panacea a males tan encarnados en el seno de la economía ecuatoriana, como la inequidad en la distribución del ingreso, que hoy después de 10 años de vigencia de la medida, no han variado significativamente. 
Así, tomando como referente al índice de Gini[1] que para inicios de la década de los 90 se ubicaba cerca del 46%, en el 2001 fue del 62% y para diciembre del 2010 alcanzó el 50,5%, lo cual nos indica que en cuanto a distribución del ingreso hoy somos aun mas inequitativos que hace 20 años, lo cual evidencia, de que el problema de la desigualdad en el Ecuador, es un mal estructural, que amerita mayor esfuerzo y dedicación por parte de los gobernantes de turno. 
Sin que sea necesario cambiar de modelo económico de capitalismo a socialismo, hace falta simplemente la efectiva aplicación de un sistema capitalista con políticas sociales que combatan la inequidad, como lo han hecho en otros países, donde la economía, es decir, la técnica priman por sobre la ideología política de sus gobernantes.  En este sentido, es preciso instrumentar medidas adecuadas como son por ejemplo: una adecuada política tributaria que aumente las cargas directas (impuesto a la renta por ejemplo), en detrimento de los impuestos indirectos (los que gravan al consumo, básicamente).  De igual manera, se deben privilegiar los subsidios directos (a la producción o al desempleo, por ejemplo), antes que los ineficientes e inequitativos subsidios a los combustibles, que favorecen más, a las personas que perciben mayores ingresos, ¿o acaso los pobres tienen vehículo propio?


[1] Índice de GINI: índice obtenido a partir del coeficiente de GINI, que expresa la proporción de desigualdad de distribución del Ingreso, mientras más alto y cercano a uno, mayor es la inequidad en la distribución del ingreso.

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