domingo, 11 de septiembre de 2011

Pablo Lucio Paredes: "Por la paz"

sábado 10 de septiembre del 2011 Columnistas

Ayer nos reunimos para acompañar al amigo asesinado. Cientos de personas. Miles quizás. Un crimen descarado, con sensación de impunidad, de maldad extrema. Le acompañamos también en homenaje a tantos otros ecuatorianos que, en el anonimato semana tras semana, caen en manos de los sicarios o delincuentes.

Todos indignados, pidiendo, no venganza porque los buenos no se vengan, sino una intervención decidida en contra del hampa. El Ecuador ya no es una isla de paz en medio del crimen, ya pasó esa línea divisoria que nos sitúa ahora en el mundo de riesgos elevados, pero exigimos no caer en el reino del terror. Porque no podemos permitir que un país donde los conflictos se dirimían con discusiones, unos vidrios rotos y quizás un par de puñetes, vaya cayendo (¿o ya cayó irremediablemente?) en un mundo sórdido en el que un par de llamadas, una moto y unos cientos de dólares intentan ser solución. Entre lo uno y lo otro, hay un abismo, es una sociedad diferente, dominada por los malvados y por el mal. No podemos permitir caer a ese abismo (¿o ya lo hicimos?).

Los ciudadanos solo podemos indignarnos, reclamar, exigir. Pero la seguridad es un asunto del Estado. Para eso fue creado: esencialmente para preservar el Estado de Derecho, la seguridad y la vida. Todo lo demás, otros lo pueden hacer. Para eso pagamos impuestos (y en Quito adicionalmente una tasa de seguridad). Y para actuar hay que estar claros en las causas que nos llevan por este catastrófico sendero. Son múltiples. No hay peor error que buscar una única y sola. Abrir las fronteras indiscriminadamente y ahora querer cerrarlas cuando es quizás tarde. Desproteger el control de la circulación de droga por nuestro mar. Quitarle estatus y dignidad al policía, y más bien otorgarle una protección implícita al criminal cuyos derechos terminan siendo más importantes que los del ciudadano asaltado o caído. La ampliación importada del sistema de chulco diario. La pobreza. La pérdida de valores de una sociedad que respeta menos al vecino, y por ende su vida. Algunos jueces que dejan pasar y dejan salir. Algunos policías que son parte de redes peligrosas. El clima hoy imperante de que no todos somos parte del todo, sino que hay los buenos y los malos. Los especialistas están claros en el panorama y sus causas.

El eslogan de que los buenos somos más, es cierto pero limitado, porque los malos son más audaces. Nuestro amigo era bueno, trabajador, solidario, pero ya no está mientras los otros circulan. Los ciudadanos solo podemos poner velas en el sitio donde cayó y donde su alma y su recuerdo siempre nos acompañarán. Pero la luz de esas velas debe ser un recuerdo de que estamos vigilantes día y noche, atentos, reclamando y exigiendo al Estado que cumpla su rol. Menos palabras y más acción. Más resultados concretos. La tolerancia cero sí es indispensable en esta lucha.

COMENTARIO: Pablo tiene muchísima razón, mientras los delincuentes sean más audaces y mientras las autoridades, los jueces y especialmente los derechos humanos, tengan más preocupación por la vida de los sátrapas, seguirá el sicariato en el Ecuador. Paz en la tumba del correcto empresario, Francisco Espinosa Álvarez y cero tolerancia contra la delincuencia.

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