sábado, 8 de octubre de 2011

Apple y el emprendimiento (Pablo Lucio Paredes)

sábado 08 de octubre del 2011 Columnistas
Pablo Lucio Paredes
pabloluc@uio.satnet.net

Ha fallecido Steve Jobs, creador del mundo Apple. Merece un enorme agradecimiento y recuerdo por sus grandiosos aportes. Cambió el mundo de la comunicación (desde las microcomputadoras hasta el iPad), el cine (¿quién no ha visto Toy Story?), el diseño (en todos sus productos), la música (iPod), la tecnología (tuve la fantástica Mcintosh hacia 1982, y solo ha crecido mi admiración). Sobre los hombros de estos gigantes se ha construido el mundo en que vivimos desde la máquina de vapor hasta el iPad pasando por autos, electricidad, vacunas y tanto más. Un mundo con grandes problemas… pero mucho mejor.

Emprender es la palabra, y hay al menos tres tipos. Uno, el de los gigantes que aportan cambios enormes por nuevos inventos o nuevas maneras de usar lo existente (Jobs está entre todos estos). Dos, los que generan cambios relativos, nuevas patentes especializadas y específicas, que van modificando el entorno de vida (en poco tiempo el auto será muy diferente al que conocimos hace 20 años, en base a una sumatoria de pequeños nuevos aportes). Tres, los que toman riesgos sin que eso cambie la manera de hacer las cosas, pero que sirven de correa de transmisión para que todos vivamos mejor (la tienda de la esquina, la empresa de camisas). Emprender, asumir riesgos, explorar, aprovechar oportunidades, eso mejora la calidad de vida. Luego (e incluso al mismo tiempo) uno puede pensar en redistribuirla, pero el acto inicial y esencial es crear.

Los grandes creadores nacen en muchos lugares, y al azar, pero también y sobre todo, hacen parte de un cierto sistema social. Steve Jobs en su soleada California fue el hijo aleatorio de muchas cosas difíciles de copiar. Una simbiosis esencial entre empresas, universidades y en menor escala gobierno. Una mentalidad donde emprender y fracasar son dos caras de la misma medalla (Jobs fracasó 3 veces al menos, y acertó 6), porque se aprecia y premia el intento continuo. La existencia de capital de riesgo dispuesto a apoyar nuevos emprendimientos (10 intentos fallidos, pero luego uno solo exitoso que compensa todo). Una sociedad dispuesta a probar nuevas cosas. Que acepta haya gente económicamente muy exitosa, porque sabe que la contraparte es un enriquecimiento aun mayor de todos (Apple vale en el mercado bursátil cerca de 400 mil millones de dólares, pero lo que hemos recibido sus usuarios en satisfacción real vale varias veces más). Que acepta que los emprendedores pueden tener muchos objetivos, todos válidos, sin poner etiquetas o prejuicios: solo el dinero, el poder, la satisfacción de servir, el ver cómo sus ideas se plasman en éxitos, o quizás todos a la vez.

El Ecuador es un país de innatos emprendedores. Hay que empujar, desde la sociedad (es decir desde cada uno de nosotros) un ecosistema que los cobije, porque en el mundo de hoy emprender con éxito “es más fácil”: ser exitoso en servicios, comunicaciones o tecnología es de cierta manera más accesible que en el mundo anterior de los autos o la petroquímica. Los Steve Jobs ecuatorianos andan, quizás, por ahí…

TOMADO DE DIARIO EL UNIVERSO

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