domingo, 31 de julio de 2016

CRISIS ECONÓMICAS, CAUSAS Y CONSECUENCIAS

CRISIS ECONÓMICAS, CAUSAS Y CONSECUENCIAS

Por: Juan Carlos Cachanosky (+), Revista Libertas 36 (Mayo 2002) Instituto Universitario ESEADE  www.eseade.edu.ar

RESUMEN Y ADAPTACIÓN DEL PAPER ENTREGADO POR NICOLAS CACHANOSKY, A LOS ESTUDIANTES DEL PHD IN ECONOMICS, SMC UNIVERSITY

Resumido y adaptado por: Pablo Zambrano Pontón (Economista, Magíster, Candidato a PHD in Economics, SMC University). Sus comentarios están entre corchetes [], pues trata de explicar la actual crisis económica del Ecuador actual, reflejada en el -3% del primer trimestre de 2016.

INTRODUCCIÓN

Explicación socialista de las crisis económicas:
·         Para los socialistas, la causa de las crisis recurrentes en el capitalismo está en la sobreproducción.
·         Para los socialistas, el capitalismo es un sistema anárquico de producción y de cuando en cuando, el mercado produce más bienes de los que la gente puede comprar.
·         Al generarse un excedente o sobrante de producción: suben los inventarios de las empresas, las empresas entran en situación de iliquidez, bajan los precios y cae la producción.  Así, la crisis perdura, hasta que se liquidan los sobrantes. 
·          Los capitalistas más pequeños quiebran y sus fábricas pasan a manos de los capitalistas financieramente más fuertes. De esta manera con cada crisis del capitalismo, la propiedad de los medios de producción se va concentrando en menos y menos manos. 

Explicaciones alternativas: explicación keynesiana, explicación monetarista y explicación austriaca (fundamentalmente la de Mises y de Hayek).







LA EXPLICACIÓN MARXISTA Y LA LEY DE SAY
·         Los primeros economistas socialistas, los utópicos, sostenían que las crisis económicas que se presentan en el capitalismo provienen de un desequilibrio entre oferta y demanda.
·         Para ellos la causa de la crisis económica radicaba en que se producía más de lo que la gente podía consumir. Se puede llamar a estas explicaciones teorías de sobreinversión o sobre producción.
·         Todos los mercados entran en recesión provocando la quiebra de los capitalistas menos fuertes. La propiedad de los medios de producción de los capitalistas que quiebran pasa a manos de los capitalistas más fuertes.   Los capitalistas que quiebran se convierten en proletarios y la cantidad de desocupados va en aumento.
·         En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels, explican que las crisis económicas del capitalismo se deben a la sobre producción.
·         La inconsistencia de la explicación socialista, fue dada indirectamente por el economista francés Jean-Baptiste Say con lo que él llamó “ley de los mercados” o “ley de las salidas” hoy más conocida como “ley de Say”.
·         Con la ley de los mercados Say intentaba refutar a los empresarios que sostenían que la recesión se debía a la falta de moneda.  [Hasta hoy lo hacen, así por ejemplo en Ecuador, tras esta recesión económica de -3% en el primer trimestre de 2016, hay quienes sostienen que la misma obedece a una “falta de liquidez”, sin reconocer que la causa primaria de la misma obedece al excesivo gasto público, cercano a la mitad de la producción nominal, 40% del PIB para ser exactos].
·         Say mostró que es imposible que haya sobreproducción en todos los mercados, como sostenían los socialistas, dando lugar a una crisis económica generalizada.
·         La ley de Say se puede explicar en dos escenarios: (1) una economía de trueque y (2) una economía monetaria.
·         En el caso de una economía de trueque el argumento de Say resulta muy claro. En este caso el intercambio es directo, se cambian mercaderías por mercaderías.
·         La oferta de una mercancía implica la demanda de otra. O al revés para demandar un bien hay que ofrecer otro.
·         Por lo tanto Say concluye que es un absurdo pensar que hay oferta y no hay demanda ya que la oferta de un bien “es” demanda de otro. La única manera que tiene una persona de demandar más es ofreciendo más y cuanto más se ofrece más se demanda.  [No es lo mismo decir: “la oferta de un bien es demanda de otro”, que: “toda oferta crea su propia demanda”].
·         En el caso de trueque, si el precio de un bien cae, “necesariamente” el precio de otro bien tiene que aumentar.
·         Si para comprar un par de zapatos hay que entregar una mayor cantidad de manzanas esto significa que el precio del zapato subió y el de las manzanas bajó. Es “imposible” que baje el precio de los zapatos “y” de las manzanas en una economía de trueque.
·         La mayor oferta del bien X es lo que provoca mayor demanda de los bienes A, B, C, D, etc. La mayor oferta de X hará que el precio de X baje, pero esto implica necesariamente que el precio de otros bienes tienen que aumentar. Seguramente el precio de los bienes cuya demanda se vea incrementada por la mayor oferta de X.
·         De esta forma Say concluyó que la idea de un exceso de oferta generalizado es un absurdo. Es imposible que caigan los precios de “todos” los bienes en la economía.  [Se pueden dar crisis puntuales en ciertos mercados, pero no en todos, como pregonan con altanería, soberbia y arrogancia los socialistas].
·         De acuerdo a la Ley de Say no puede haber “nunca” exceso de producción en “todos” los mercados.

·         Un cambio del precio relativo significa “necesariamente” que el precio de un bien sube pero el del otro baja. Nuevamente “nunca” puede haber una caída de precios en los dos mercados. Esto es un absurdo en términos de la Ley de Say.
Tabla II
Escenario
Unidades ofrecidas
del Bien A
Unidades ofrecidas
del Bien B
Precios relativos
A:B
1
200
400
1:2
2
400
400
1:1

Tabla III
Unidades ofrecidas del
Bien A
Unidades ofrecidas del
Bien B
Unidades ofrecidas del
Bien C
Unidades ofrecidas del
Bien D
Unidades ofrecidas del
Bien E
Unidades ofrecidas del
Bien F
Unidades ofrecidas del
Bien G
Unidades ofrecidas del
Bien H

200
400
100
300
150
500
50
250

450
400
100
300
150
500
50
250


·         La producción (oferta) de cada uno de los bienes de A hasta H impulsan la demanda de los otros bienes. Así por ejemplo, con las 200 unidades producidas del Bien A se demandan los bienes B a H. Con las 400 unidades producidas del B se demandan los otros bienes y así sucesivamente.
·         La demanda del Bien A proviene de la cantidad de los otros bienes que se quieren entregar a cambio de A. La Tabla III muestra en la segunda línea que la producción del Bien A aumenta de 200 unidades a 450. La producción u oferta del resto de los bienes permanece igual. Esto significa que, ceteris paribus, el precio del Bien A tiene que bajar y, por lo tanto, el precio del resto de los bienes sube en términos de A.
·         La mayor oferta del Bien A que produce la disminución de su precio, se puede deber a dos cosas: (1) un error empresarial o (2) una mayor productividad. En el primer caso se habrá sobrestimado el mercado y la caída del precio ocasionará pérdidas a los empresarios que producen el Bien A. En el segundo caso, la mayor productividad reduce los costos y la rentabilidad de producir el Bien A aumenta a pesar de que su precio caiga.
·         Si la mayor oferta del Bien A se debe a un error entonces en los períodos siguientes la producción bajará nuevamente. Si la mayor oferta del Bien A se debe a una mayor productividad entonces puede perdurar en el tiempo y permite trasladar factores productivos a otras producciones. Esta es la manera en que crece la economía, la mayor oferta en un mercado incrementa la demanda en otros mercados. Si la productividad aumentara en muchos mercados el crecimiento sería mucho más acelerado.
LEY DE SAY
En el capítulo XV de su libro Traité d´economie politique [Tratado de economía política], Say explica su ley de la siguiente manera:
Pero podríamos preguntarnos, si esto es así, ¿cómo es posible que en algunos casos exista tal sobreproducción de bienes en el mercado y sea tan difícil encontrarles una salida? ¿Por qué no puede intercambiarse uno de estos bienes superabundantes por otro? Mi respuesta es que la sobreproducción de un bien determinado es el resultado de que haya superado su propia demanda total, sea porque se lo ha producido en abundancia excesiva o porque se ha restringido la producción de otros bienes.
La sobreabundancia de algunos bienes se debe a una disminución de la producción de otros. Para usar una expresión más trillada, las personas compran menos porque han tenido menos ganancias. La disminución en sus ganancias puede deberse a dos motivos; han tenido dificultad en el empleo de sus medios productivos, o los medios mismos han sido insuficientes. 
Además, debe observarse que precisamente al mismo tiempo que un bien arroja pérdidas, otro bien está arrojando ganancias excesivas. Tales ganancias operan como un fuerte estímulo para que se desarrolle esa clase particular de productos. Por lo tanto, para que por un lado se perpetúe esa escasez, y por otro se genere la sobreproducción resultante, necesariamente deben existir medios violentos, alguna causa extraordinaria, una convulsión política, o la avaricia o ignorancia por parte de la autoridad. En cuanto se elimina la causa de este mal político, los medios de producción son impulsados naturalmente por los canales vacantes, cuya nueva provisión devuelve la actividad a todos los demás. Si existiera libertad de producción, es poco probable que un tipo de producción superara a todas las demás y que sus productos se abarataran en forma desproporcionada.  [Declaración profunda y extraordinaria de Say en favor del libre mercado, el libre comercio y la libre competencia productiva].  Jean-Baptiste Say, “De la demanda o mercado de productos”, Libertas, Mayo de 1990, pp 301-302.
Lo que Say fundamentalmente estaba tratando de explicar era que lo que da origen a una mayor demanda, no es la cantidad de dinero, sino la producción de bienes y servicios.
La mayor o menor oferta de dinero hace que el promedio de precios sea más alto o más bajo pero no provoca mayor o menor demanda de productos.  [Visión clásica de la curva de Oferta Agregada, donde una mayor expansión monetaria no mueve la producción, sino únicamente el nivel de precios de la economía; y que ha probado hasta la saciedad ser real y verdadera a escala global].
Este es el punto que quería hacer notar Say: la oferta monetaria no es la que provoca una mayor demanda, sino que la mayor producción de bienes y servicios es la que incentiva a la demanda, de modo natural, espontáneo.  [En otras palabras, si queremos estimular la demanda, deberemos incentivar la productividad (la capacidad de producir una mayor cantidad de bienes y/o servicios en el menor tiempo posible y con la menor utilización de factores o recursos productivos, sin desperdiciarlos, sin derrocharlos)].
Para Say: los precios suben o bajan todos al mismo tiempo y en la misma proporción. Si esto es así, entonces las variaciones en la oferta monetaria, no afectan a ninguna persona o empresa en la sociedad. 
El problema en realidad, señalado por la Escuela Austriaca de Economía, es que las variaciones en la oferta monetaria mueven los precios en distintos tiempos y proporciones. Esto provoca una redistribución de ingresos, a favor de aquellos cuyos precios y salarios suben en mayor proporción y más rápidamente.
Pero el punto principal de Say y los economistas clásicos, es que cualquier cantidad de dinero es suficiente para llevar a cabo todas las transacciones.
Pero además vale la pena agregar que el dinero es una mercancía más, igual que cualquier otra mercancía y que cuando este es más escaso respecto de su demanda, su precio es más alto. En un mercado de libre emisión monetaria la producción de dinero se vuelve más rentable, igual que ocurre con cualquier otro bien.
En una economía de trueque se puede ver con claridad que la única manera que cada persona tiene de aumentar su poder de compra es produciendo más bienes o servicios que sean demandados por el resto de las personas en la sociedad. Si una persona no produce más no puede demandar más y si produce cosas que el resto de los individuos no desea comprar tampoco podrá demandar más. Siguiendo la ley de Say se ve claro que la producción, no la emisión de dinero, es la que genera mayor demanda. El dinero es el medio de transporte que transfiere valores.
Decir que las ventas caen debido a que el dinero es escaso es, según Say, confundir la causa con el medio. Las ventas no caen porque hay poco dinero sino porque hay poca producción.

JOHN M. KEYNES

Para Keynes, el problema es una caída en demanda global o agregada que proviene en última instancia de un incremento en la preferencia por la liquidez de los agentes económicos.

Según Keynes, el ahorro que no es invertido provoca una caída en la demanda agregada, como consecuencia las empresas acumulan inventarios por encima de su nivel deseado, esto hace que bajen la producción para liquidar esos stocks y que, por lo tanto, despidan trabajadores.  De esta manera se entra en un nivel de producción más bajo y la desocupación aumenta.
Keynes cree que el motivo fundamental de los ciclos económicos es la fluctuación en la eficiencia marginal del capital, o rentabilidad del capital.

Si la eficiencia marginal del capital baja, las inversiones se deprimen y en consecuencia la demanda agregada tiene a bajar. Habrá ahorro no invertido.
La manera de solucionar el problema es con políticas económicas activas por parte del gobierno que estimulen un incremento en la demanda global. Estas políticas económicas activas pueden ser fiscales o monetarias dependiendo de si el gobierno modifica los impuestos y gasto público o el banco central adopta medidas para expandir la liquidez en el mercado con el objeto de bajar la tasa de interés.  [Esta es la visión de política económica predominante en el Ecuador de hoy en día, un gobierno que dice estar atado de pies y manos por la dolarización, lo que según él no le permite instrumentar políticas expansivas en términos monetarios.  En lugar de aprovechar la ventaja que en estabilidad de precios le ha conferido el dólar, se queja amargamente y lo culpa de problemas económicos derivados del excesivo gasto público e intervencionismo estatal].

Los conocimientos económicos de Keynes son más que dudosos. Confunde conceptos y malinterpreta o ignora otros. Algunos de importancia son los siguientes:

Demanda agregada vs. Rentabilidad esperada: Según Keynes, el nivel de producción depende de la demanda agregada, a mayor demanda mayor producción y viceversa. En realidad las empresas no expanden o contraen su producción en función de la “demanda” sino en función de la rentabilidad esperada. Un aumento de salarios, por ejemplo, provoca según Keynes un mayor nivel de consumo, pero olvida que los salarios son también costos para las empresas. Otro tanto ocurre con el gasto público. Aumentar el gasto público para incrementar la demanda global implica un “costo” para las personas y las empresas. En el mejor de los casos un mayor gasto público desplaza demanda de unos mercados hacia otros. El Estado gasta en determinados bienes pero como cada dólar gastado es pagado por alguien en la sociedad, ese alguien se ve forzado a reducir su gasto. Es la rentabilidad esperada y no la demanda global la que impulsa la producción.

La Ley de Say: Si la ley de Say es cierta la teoría keynesiana se derrumba ya que no puede haber diferencia entre oferta y demanda agregadas. Antes de entrar a exponer su teoría Keynes intenta refutar varios postulados de la economía clásica, uno de ellos es la Ley de Say.

Resulta extraño que para refutar la Ley de Say, Keynes cite a John S. Mill y no al mismo Say. Si Say le parecía un autor antiguo ¿por qué no citó a un economista más moderno que incorporara el análisis marginal? La respuesta más probable es que Keynes sólo haya leído pocos libros de economía modernos (esto se puede observar en las citas del índice alfabético de la General Theory). Keynes le dedica dos páginas a la refutación. Por tratarse de un tema tan central para su propia teoría el tratamiento del tema parece un tanto ligero y efectivamente así lo es porque no estaba entendiendo la Ley de Say. Esto se puede ver claramente en los primeros párrafos de la refutación:

Desde los tiempos de Say y Ricardo los economistas clásicos han enseñado que la oferta crea su propia demanda –queriendo decir con esto de manera señalada, aunque no claramente definida, que el total de los costos de producción debe necesariamente gastarse por completo directa o indirectamente, en comprar los productos.

En los Principles of Political Economy de John S. Mill, la doctrina está expresamente expuesta:

Los medios de pago de los bienes son sencillamente otros bienes. Los medios de que dispone cada persona para pagar la producción de otras consiste en los bienes que posee. Todos los vendedores son, inevitablemente, y por el sentido mismo de la palabra, compradores. Si pudiéramos duplicar repentinamente las fuerzas productoras de un país, duplicaríamos por el mismo acto la oferta de bienes en todos los mercados, pero al mismo tiempo duplicaríamos el poder adquisitivo. Todos ejercerían una demanda y una oferta dobles, todos podría comprar el doble porque tendrían dos veces más que ofrecer en cambio”.  [John M. Keynes, Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, Fondo de Cultura Económica, 1976, p 28].

En primer lugar hay que señalar que los economistas clásicos lo que querían decir con que la oferta crea su propia demanda, es que toda persona que ofrece un bien “necesariamente” está demandando otro. La afirmación de Keynes de que el total de los costos deben necesariamente gastarse por completo directa o indirectamente en comprar productos, sólo muestra que Keynes no entendió el punto central de la Ley de SayLa oferta no es lo mismo que los costos. Los precios de bienes de consumo o de producción que se formen, son “consecuencia” de la oferta y la demanda.

Pero lo más grave es el párrafo que utiliza Keynes, donde, según él, “la doctrina está expresamente expuesta”, para refutar la ley de Say. El párrafo que cita Keynes está cortado por la mitad y lo que continua diciendo Mill es tanto o más importante que lo citado:

Cierto que es probable que hubiera ahora una superfluidad de determinadas cosas. Si bien la comunidad duplicaría de muy buena gana su consumo total, puede ya tener tanto como desea de algunas mercancías, y tal vez prefiera consumir más del doble de otras o ejercitar su capacidad aumentada de compra sobre algún nuevo artículo. De todas maneras, es un verdadero absurdo suponer que todas las cosas bajarían de valor, y que en consecuencia todos los productores serían remunerados insuficientemente. Si los valores continúan siendo los mismos, no importa lo que ocurra a los precios, ya que la remuneración de los productores no depende de la cantidad de dinero que obtienen por sus géneros, sino de la cantidad de artículos de consumo. Además, el dinero es una mercancía; y si suponemos que se duplica la cantidad de todas las mercancías, hemos de suponer que también el dinero se duplica, y entonces los precios, como los valores no bajarían.
Como podemos ver Mill explica que si bien la oferta y la demanda agregadas deben ser iguales, puede haber desequilibrios entre los mercados individuales. Pero esto significa que si en un mercado el precio baja en otro tiene que subir como vimos más arriba. No puede ser que haya un exceso de oferta en “todos” los mercados. La cita de Keynes hace referencia a ofertas y demandas globales. La macroeconomía keynesiana ha perdido de vista que lo importante son los precios “relativos”.

Inclusive podemos ver que Mill aclara que el dinero es una mercancía más y que por lo tanto también su oferta se duplicaría. De esta manera si se duplica la producción de “todos” los bienes, el dinero tiene que estar incluido. De lo contrario los precios tendrían que bajar en relación al dinero o, lo que es igual, el precio del dinero (poder adquisitivo) subir.  [Para los economistas austriacos, como Juan Carlos Cachanosky, el precio del dinero es el poder adquisitivo en términos de cuantos bienes o servicios puede comprar el consumidor y no esa visión keynesiana de que el precio del dinero es la tasa de interés.  Para los austriacos, la tasa de interés refleja la preferencia temporal de la gente para ser remunerada lo más pronto posible, es decir, la tasa de interés es el precio del tiempo, de allí surgen los conceptos de valor presente y valor futuro].

La tasa de interés real. En especial el economista Irving Fisher ha puesto énfasis en la diferencia entre tasa de interés nominal y tasa de interés real. Siendo esta última igual a la primera menos la tasa de inflación. El punto de Fisher y de economistas posteriores es que si hay expectativas de inflación la tasa nominal de inflación aumenta para compensar el aumento de precios. Keynes niega explícitamente que la pérdida en el poder adquisitivo del dinero, afecta a la tasa nominal de interés. Lo que Keynes cree es que la inflación aumenta la rentabilidad de las inversiones y, por lo tanto, estimula la producción[Por ello es que a los economistas keynesianos no les preocupa la inflación y sí el desempleo, cuando los dos fenómenos son perniciosos y deben ser combatidos por la vía económica de la producción y la productividad de la Economía, más no a través de efectos artificiosos como el impulso de la demanda agregada por la vía del gasto público, algo sumamente nefasto, cortoplacista y contraproducente].

La teoría de la tasa real de interés anularía el efecto de la propuesta de política de dinero fácil, impulsada por Keynes.  Lo más grave es que Keynes refuta a Irving Fisher sin haberlo leído, o por lo menos, sin haberlo leído con atención.

Keynes tenía problemas en comprender muchos puntos de la teoría económica pero sus puntos sobre la tasa de interés eran especialmente llamativos.

Keynes tenía una teoría de la tasa de interés muy superficial. Algunas veces cree que la tasa de interés está determinada por la oferta y demanda de dinero y otras veces cree que está determinada por la abundancia o escasez del capital. Y llega a afirmar que la intervención del Estado puede hacer que la tasa de interés llegue a cero haciendo que el capital deje de ser escaso.

Si hay un punto en el que todos los economistas, indistintamente de su tendencia ideológica, están de acuerdo es que el problema económico es un problema de escasez de recursos. Sin embargo Keynes cree que no es imposible que el capital deje de ser escaso.  Lo que Keynes estaba creyendo era que una expansión monetaria puede hacer que la tasa de interés baje hasta llegar a cero. Esto implica confundir capital con dinero y que la tasa de interés “no” está afectada por factores reales[Este absurdo teórico fue desmentido por la realidad acá en Ecuador en 1999, cuando la expansión monetaria que se dio en la década de los 90, generó inflación, luego devaluación y tras ella la dolarización.  El BCE subió artificialmente la tasa de interés para tratar de detener las preferencias monetarias de la gente hacia el dólar, e impulsar al Sucre.  Las tasas de interés llegaron a ser incluso superiores al 100%, es decir, que la expansión monetaria y la política de dinero fácil de Keynes, no hizo que las tasas de interés bajen incluso al 0% para según él, aumentar la inversión y reactivar la economía, lo que pasó en Ecuador fue exactamente lo contrario a lo predicho por la particular visión keynesiana sobre la ciencia económica, que para ellos se reduce a puro y simple intervencionismo estatal en la Economía, con los pésimos resultados de siempre].

MILTON FRIEDMAN
Milton Friedman, tiene una explicación de las crisis económicas, muy similar a la de Keynes. Keynes está afirmando que el motivo de las crisis es una insuficiente demanda agregada. Esta insuficiente demanda agregada se debe a un aumento de la preferencia por la liquidez, que es un incremento en la demanda de dinero.

Por su parte Friedman sostiene que las crisis se deben a que los bancos centrales no incrementan la oferta monetaria a la misma velocidad en que crece la demanda de dinero. Esto es en el fondo la misma teoría de Keynes.  Friedman defiende la existencia de los bancos centrales debido a que tienen que operar como prestamistas de última instancia frente a una corrida generalizada de bancos:

“Un banco solo puede hacer frente a una corrida tomando prestado de otros bancos, o pidiendo a sus clientes que cancelen los créditos que les otorgó. Los clientes pueden cancelar su deuda sacando dinero de otros bancos. Pero si una corrida bancaria se generaliza, todos los bancos juntos no pueden enfrentar una corrida de este tipo”.  [Milton Friedman and Rose Friedman, Free to Choose, Hardcourt Brace Jovanovich, 1979, p. 73].

Friedman afirma que una manera de enfrentar una corrida es como se hizo en la crisis de 1907: los bancos se pusieron de acuerdo para limitar el pago en efectivo. Esto significaba que los bancos pagarían los cheques a los clientes en forma selectiva y en las operaciones de compensación bancaria los bancos acordaron que si uno de ellos tenía que girarle fondos a otro, no lo hacía en efectivo sino con una promesa de pago.
Otra manera de enfrentar una corrida es con un prestamista de última instancia o banco central que provea a los bancos con la liquidez necesaria para hacer frente a la corrida generalizada.

Esta operación de agregar liquidez al sistema puede hacerse mediante redescuentos del banco central a los bancos o mediante operaciones de mercado abierto. Friedman culpa a la Reserva Federal de la crisis de 1930, por no haber expandido lo suficiente la oferta monetaria.
Friedman terminó defendiendo una regla que implique un aumento de la oferta monetaria estable y que tienda a acompañar el crecimiento de la producción. Si la oferta monetaria crece a una velocidad superior a la del crecimiento de la producción los precios de los bienes y servicios aumentan, si crece más lento los precios se deprimen y se entra en recesión.

Sin embargo hay que hacer una diferencia que Friedman parece pasar por alto. La contracción monetaria es la “consecuencia” y no la “causa” de la recesión. Una cosa es provocar una contracción monetaria y otra muy distinta que se hayan realizado inversiones que van a terminar en falta de liquidez en las empresas y que se trasladan a los bancos.

LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA

Los economistas de la Escuela Austriaca, en especial Ludwig von Mises, Friedrich A. Hayek y Hans F. Sennholz, tienen un enfoque distinto de las crisis económicas. Para estos economistas la caída de la demanda agregada de Keynes y la contracción monetaria de Friedman, son la “consecuencia” y no la “causa” de las crisis. La causa está en una mala inversión que produce una mala asignación de los recursos productivos.

El punto de Mises y Hayek es que cuando los gobiernos reducen artificialmente las tasas de interés provocan una mala inversión, alentando las inversiones de largo plazo a costa de las de corto plazoEso provoca una mala asignación de los recursos productivos, como consecuencia de violar las leyes del mercado, es decir, en lugar de confiar en el ahorro de la sociedad (sumatoria de deudas y patrimonios netos de las empresas privadas), se está recurriendo a decisiones por la vía de la planificación, el decreto y la imposición gubernamental).

En palabras de Mises:

Pero ahora la caída en la tasa de interés falsea el cálculo del empresario, aunque la cantidad de bienes de capital disponible no se hayan incrementado, el cálculo empresarial usa números como si tal incremento hubiese tenido lugar. El resultado de tales cálculos es por lo tanto engañoso. Hacen que algunos proyectos aparezcan rentables y factibles debido a la manipulación del crédito, que no lo hubiesen sido factibles con un cálculo correcto”.  Ludwig von Mises, Human Action, Henry Regnery, 1966, p. 553.

En palabras de Hayek:

“... una transición a métodos más (o menos) capitalistas de producción tendrá lugar si la demanda total de bienes de producción (expresadas en dinero) aumenta (o disminuye) en relación a la demanda de bienes de consumo. Esto puede suceder de dos maneras: bien como resultado de cambios voluntarios en el volumen de ahorro (o su opuesto), o como resultado de un cambio en la cantidad de dinero que modifica los fondos a disposición de los empresarios para la compra de bienes de producción”.  Friedrich A. Hayek, Prices and Production, Augustus M. Kelley Publishers, 1967, p. 50.

Si graficamos un balance consolidado del sistema bancario tenemos lo siguiente:

Patrimonio Neto

Reservas

Bonos y acciones

Créditos

Activos Fijos

Los bancos captan depósitos sobre los que pagan intereses y los accionistas aportan capital que se transforma en patrimonio neto. Todo el dinero proveniente del aporte de capital y de depósitos tiene un destino. Una parte van a conformar las reservas del banco (la relación entre las reservas y los depósitos dan el encaje bancario). Otra parte se tiene que invertir en activos fijos capital de trabajo, edificios, inmuebles, computadoras, efectivo del banco para operar, etc. El resto el banco lo debe invertir con una rentabilidad lo suficientemente alta como para pagar los intereses de los depósitos y el rendimiento que piden los accionistas. En este ejemplo estamos suponiendo que el banco invierte en títulos, bonos y acciones, y créditos a las empresas y personas.

Cuando los gobiernos reducen artificialmente las tasas de interés inducen a los empresarios a cometer una mayor cantidad de errores de los que cometen por error de estimación de los mercados. El futuro es incierto y los empresarios (igual que cualquier persona) cometen errores de estimación. Pero si a esto se le agrega que los indicadores sobre los que toma inversiones están falseados la magnitud de los errores se incrementarán.

Esto significa que los bancos tendrán en su poder una mayor cantidad de inversiones en bonos, acciones y créditos de inversiones erradas, pero que ex ante se cree que son correctas.

Cuando los resultados ex post se conozcan mostrando un rendimiento inferior al esperado o quizás negativo el precio de los bonos y acciones en los que invirtieron bajarán y una parte relativamente importante de los créditos que otorgaron se transformarán en incobrables o morosos. Los bancos verán sus activos reducidos, el crédito se contraerá y la tasa de interés subirá.  [Cuando el ahorro escasea, la tasa de interés sube y viceversa.  El error de Keynes fue pensar que la inversión depende de la tasa de interés, cuando sobre aquella influyen otros factores como por ejemplo el nivel de ahorro social, la política económica acertada o equivocada de parte de un gobierno, la rentabilidad esperada por parte de los empresarios privados, la productividad de la economía, las expectativas de los inversionistas, el marco institucional y legal, el bajo riesgo, entre otros].

Así, debido a inversiones erradas se desemboca en un problema de iliquidez que provoca una caída de la producción de una magnitud superior a la que se hubiese producido por errores empresariales puros. La cantidad de errores se ve multiplicada por la reducción artificial de la tasa de interés que hacen los gobiernos

De esta manera los economistas de la escuela austriaca llegan a la conclusión que la caída en el stock de oferta monetaria y de la demanda agregada es “consecuencia” de una mala inversión y no la “causa” de la recesión. Fueron las malas inversiones las que provocaron el problema de iliquidez que desemboca en una caída de la demanda agregada y de la oferta monetaria.

Pretender expandir la oferta monetaria como sostiene Friedman sería desde el punto de vista austriaco mantener las malas inversiones en el tiempo, el problema de fondo es las malas inversiones realizadas. La solución pasa por liquidar las malas inversiones y dejar que el mercado reasigne los recursos productivos en las direcciones que se espera genere la mayor rentabilidad.

No hay gobierno o banco central que pueda luchar con la fuerza irresistible de los capitales de dirigirse hacia donde la rentabilidad esperada es más alta y el riesgo más bajo. Las políticas económicas, monetarias y crediticias podrán desorientar en el corto plazo las inversiones cambiando las rentabilidades relativas pero esto no se puede mantener en el largo plazo, ya que el flujo de caja tarde o temprano muestra la cruda realidad.


Las políticas monetaristas y keynesianas son las que originan la mala asignación de los recursos y en consecuencia la recesión futura. Persistir en ellas sólo posterga y agrava el problema.


domingo, 26 de junio de 2016

LA CRISIS DE LOS AÑOS 30: AUSTRIACOS VS. KEYNES

RESUMEN DEL ENSAYO: LA CRISIS DEL TREINTA (30)
Autor: Juan Carlos Cachanosky

 La crisis de los años treinta fue de gran importancia no sólo por su profundidad y duración sino también por los cambios que terminó generando tanto en la teoría económica como en las políticas económicas de la mayor parte de los gobiernos.
 El objeto de este artículo es tratar de explicar cuáles fueron los factores que desencadenaron la crisis. Si bien el comienzo de ésta es ubicado en octubre de 1929, podemos encontrar su génesis a principios de la década del veinte.

EL SISTEMA MONETARIO DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
En el momento de estallar la guerra estaba vigente en el mundo el sistema monetario conocido con el nombre de patrón oro. La libra esterlina era la moneda con que se realizaban las transacciones internacionales y Londres era el centro financiero del mundo. Los bancos ingleses financiaban gran parte de las transacciones del comercio internacional adelantando a los exportadores los pagos que debían realizar los importadores. Estos últimos se convertían, entonces, en deudores de los bancos ingleses. El comienzo de la Primera Guerra produjo la interrupción de estas transacciones financieras y del comercio internacional.
La tensa situación existente entre Francia e Inglaterra, quienes impusieron un bloqueo marítimo a Alemania, y éste país a su vez respondió torpedeando un buque de pasajeros (con 1.200 personas a bordo), hubo por un lado escasez de libras esterlinas en el mundo (subiendo su cotización de 4,87 dólares a 5,56 dólares) y por otra parte, se puso en aprietos a los bancos ingleses (acreedores de los importadores).  Al verse interrumpido el transporte marítimo de oro, sus deudores (los importadores) no podían pagar y por lo tanto los bancos no podían a su vez recibir ingresos. El gobierno inglés y el del resto de los países, salvo los Estados Unidos, declararon la inconvertibilidad de sus monedas. El sistema monetario internacional vigente, el patrón oro, había dejado de operar.
El abandono del patrón oro permitió a los países beligerantes financiar sus gastos de guerra sobre la base de fuertes emisiones de dinero. El cuadro I muestra las variaciones de la cantidad de billetes en circulación en los principales países.

CUADRO I
Billetes en circulación
(en millones)

Inglaterra
Francia
Alemania
Italia
Japón
EEUU
Año
Libras Est.
Francos
Marcos
Liras
Yenes
Dólares
1913
29,6
5714
2742
2783
424
1069
1918
393,4
31055
32787
13874
1144
3693
TCPA*
67,80%
40,30%
64,26%
37,90%
21,96%
28,14%
Fuente: The Economist, monthly supplement, 26 de enero de 1924, p. 5.
* TCPA: Tasa de Crecimiento Promedio Anual, mide las variaciones porcentuales promedio de un período de tiempo: 1913-1918.

Alemania abandonó el patrón oro el 4 de agosto y Francia lo hizo el 5 de agosto de 1914. El abandono de la convertibilidad por parte de Inglaterra fue gradual. No se declaró oficialmente la inconvertibilidad, pero el derecho de los ciudadanos ingleses a convertir sus billetes fue sometido paulatinamente a crecientes restricciones.
En 1917 se disponen trabas para la exportación de oro y, finalmente, en abril de 1919 se prohíbe oficialmente la exportación de oro. La libra esterlina venía siendo sostenida en el mercado por la J. P. Morgan & Company, que financiaba especialmente las importaciones de Inglaterra y Francia. El 20 de marzo de 1919 J. P. Morgan decidió dejar de sostener la libra con sus compras y a partir de ese momento su valor comienza a caer en el mercado. Así, en enero de 1919, se necesitaban 4,76 dólares por cada libra, mientras que en diciembre de 1921, se requerían menos dólares por cada libra, solamente 4,15, lo cual es un indicativo de la apreciación del dólar y la depreciación de la libra.  (Apreciación del dólar/depreciación de la libra del +/- 12,8%, respectivamente).  En abril de 1919, el gobierno inglés declara oficialmente la inconvertibilidad. 
Los Estados Unidos no abandonaron el patrón oro, pero en junio de 1917 se realizaron una serie de enmiendas a la ley de la Reserva Federal que permitían una mayor "elasticidad" en la creación de billetes. Se autorizaba a la Reserva Federal a emitir billetes contra títulos públicos.  En realidad, desde la creación de la Federal Reserve, hubo más de 100 enmiendas que fueron desvirtuando los mecanismos del patrón Oro.
La caída en el precio de la libra esterlina provocaba dificultades para el retorno al patrón oro. El Banco de Inglaterra quería retornar a la convertibilidad a la paridad existente antes de la guerra, o sea 1/4 de onza de oro o, lo que es igual, una paridad frente al dólar de 4,87. Para lograr este objetivo tenía básicamente dos opciones: 1) provocar una deflación monetaria, o sea quitar de circulación la cantidad suficiente de billetes hasta que los precios internos, oro y dólar incluidos, bajasen hasta los niveles de preguerra, y 2) aceptar una devaluación de la libra esterlina. Como veremos más adelante, ninguna de las dos parecía políticamente viable y se buscó una salida, que en definitiva sería la principal responsable del crack de octubre de 1929. Pero además de estos desajustes monetarios (y fiscales) Estados Unidos ejecutó una política de comercio exterior que complicaría aun más la situación.
La ley Fordney-McCumber

Luego de la guerra los Estados Unidos habían pasado de ser un país deudor a ser uno acreedor. Europa era su principal deudora. Entre algunos legisladores republicanos estaba claro que para que Europa pudiera pagar, debía poder exportar; y por lo tanto, estos legisladores, aunque no recomendaban una reducción de la protección arancelaria americana, sugerían evitar cualquier elevación de los impuestos a las importaciones.
Sin embargo, las elecciones de 1920 le dieron la victoria a Warren G. Harding, partidario de elevar la protección arancelaria; de esta manera, en 1921 se sancionó una ley elevando los impuestos a las importaciones de los productos agrícolas, pero en 1922 se puso en vigor la ley de protección industrial, que tuvo una repercusión mucho más fuerte. Estas leyes proteccionistas son conocidas como Fordney-McCumber Tariffs. Las tarifas de la ley Fordney-McCumber se encuentran entre las más altas de la historia de los Estados Unidos.
Lo que los proteccionistas no lograron entender es que las trabas a las importaciones son al mismo tiempo trabas a las exportaciones. Si Europa no podía vender en los mercados europeos, entonces tampoco podía contar con las divisas necesarias para comprar en el extranjero y esto perjudicaba a las exportaciones norteamericanas (y por ende a las importaciones europeas, círculo vicioso).  La situación se complicaba aun más debido al endeudamiento en que habían incurrido algunos países de Europa con los Estados Unidos durante la guerra. La falta de exportaciones europeas (por el proteccionismo, recetado por políticos norteamericanos, no por economistas profesionales) hacía difícil el pago de la deuda europea, precisamente a su acreedor principal, EEUU.  El congreso de los Estados Unidos había autorizado créditos a los aliados durante la guerra, y cuando ésta terminó, los créditos continuaron y llegaron a un monto total de aproximadamente 10.000 millones de dólares. Las economías de los países beligerantes habían quedado, como es obvio, muy deterioradas por la guerra, lo que hacía difícil el pago de esta deuda. La ultra proteccionista ley norteamericana Fordney-McCumber venía a empeorar aun más la situación.

La conferencia de Génova

Finalizada la guerra el sistema monetario internacional había quedado totalmente desarticulado. Los países luchaban por retornar al patrón oro, pero había que resolver el tema de las paridades entre las monedas y los déficits fiscales que complicaban el retorno al sistema monetario vigente antes de la guerra.
En abril y mayo de 1922 se reunió en Génova un grupo de expertos en temas monetarios que puso fin al mecanismo de ajuste del patrón oro que operaba antes de la Primera Guerra Mundial, y dio nacimiento a un nuevo sistema monetario internacional: el patrón cambio oro. El paso del patrón oro al patrón cambio oro hacía más "elástica" la oferta monetaria de los países, puesto que autorizaba a los bancos centrales a mantener reservas no sólo en oro sino en monedas convertibles a oro, y también los autorizaba a intervenir en el mercado para "moderar" las grandes fluctuaciones del precio del oro.
Las resoluciones monetarias de la conferencia de Génova, dejan entrever algunos errares conceptuales acerca de lo que es el patrón oro, que son los siguientes:
1)     En un sistema monetario basado en el patrón oro, los billetes son simplemente una deuda de los bancos emisores para pagar oro a la vista y al portador; por lo tanto, hablar de una "nueva paridad", equivale a hablar de cuál es la parte de la deuda que los bancos emisores están dispuestos a pagar. Volver a la "paridad" de preguerra significa reconocer la totalidad de la deuda asumida; por el contrario, realizar una "devaluación" equivale a repudiar parte de la deuda: todos los poseedores de billetes recibirán menos oro del que se les debe.
2)      En las resoluciones de Génova, se habla de los billetes como si éstos fuesen la moneda y del oro como si se tratase de un bien al que hay que fijarle un precio (paridad), cuando en realidad la moneda y la unidad de cuenta es el mismo oro, siendo los billetes, como ya dijimos, simples recibos del oro. Sin darse cuenta los expertos que se reunieron en Génova habían caído en la ilusión de creer que los billetes, y no el oro, eran la moneda y la unidad de cuenta.

El Pacto de Génova sugería, en definitiva, la adopción de un sistema monetario que permitiera a los gobiernos regular la cantidad de dinero con el fin de mantener "estable" el poder adquisitivo del dinero, evitando "grandes" fluctuaciones en el precio del oro; el nuevo sistema monetario también permitiría a los gobiernos regular las tasas de interés a través de operaciones de mercado abierto, ya que los bancos centrales podrían emitir billetes no sólo contra oro, sino además contra divisas convertibles a oro y contra títulos públicos y privados.

Economistas de gran reputación internacional (Arthur C. Pigou, Ralph G. Hawtrey, Knut Wicksell, Gustav Cassel y John M. Keynes)  saludaron favorablemente la adopción del nuevo sistema monetario: el patrón cambio oro. En la profesión empezó a predominar la idea de que la meta de toda política monetaria debería ser la estabilidad en el "nivel" de precios. El profesor Irving Fisher sostuvo, por ejemplo, que la Conferencia de Génova "sirvió durante años como una potente coraza para los defensores de una moneda estable en todo el mundo"Sin embargo, como veremos, debido a este sistema monetario, el patrón cambio oro, se produce un auge espectacular en las cotizaciones de las acciones, para terminar con el derrumbe del 24 de octubre de 1929.

La gestación del boom bursátil

Habíamos visto que la libra esterlina, la principal moneda del mundo antes de la Primera Guerra Mundial, había quedado muy debilitada después de la guerra. Su paridad con el dólar, que antes de la guerra era de 4,87 dólares por libra, había caído hasta un mínimo de 3,38 en febrero de 1920.  (Depreciación del 30,59% de la libra respecto al dólar).  Luego de este pico mínimo comienza a recuperarse y alcanzar un máximo de 4,69 en febrero de 1923, para comenzar a caer nuevamente hasta 4,30. Como Inglaterra quería volver a la convertibilidad con la paridad de preguerra todavía necesitaba aumentar su valor frente al oro y al dólar en un 13 % aproximadamente.

Con la ley Fordney-McCumber, Estados Unidos había cerrado sus puertas a las importaciones y corría peligro de que sus propias exportaciones cayeran. Una devaluación del dólar frente a las monedas extranjeras podía entonces cumplir un doble propósito: 1) ayudar a Inglaterra a volver a la convertibilidad con la paridad de preguerra y 2) alentar las exportaciones de productos norteamericanos.  Las enmiendas a la ley de la Reserva Federal y el pacto monetario de Génova daban la suficiente flexibilidad a las autoridades monetarias como para manejar la cantidad de moneda y lograr el objetivo de hacer bajar el precio del dólar.

El presidente de los Estados Unidos, Warren G. Harding, había nombrado al frente de la Reserva Federal a Daniel R. Crissinger, quien no tenía otra aptitud para ser presidente de esta institución que la de ser amigo personal del Presidente. Para él la Reserva Federal era simplemente un instrumento político, pero su ignorancia lo hizo caer bajo el dominio de Benjamín Strong. Fue Strong el que dio impulso a una política monetaria expansiva tendiente a reducir la tasa de interés en los Estados Unidos, medida destinada a provocar la salida de dólares hacia Europa para hacer bajar su precio. Con esta política se ayudaría a Inglaterra a acercar su moneda a la paridad de preguerra y a Estados Unidos a alentar sus exportaciones.

Durante la década de los años 20, la Reserva Federal puso en práctica una serie de políticas tendientes a reducir la tasa de interés. En 1924 y luego en 1927 efectuó fuertes operaciones de mercado abierto comprando títulos públicos. También realizó compras de títulos privados. Y por último, en 1925 y 1927,  llevó a cabo una política expansiva en materia de redescuentos.

La revista The Economist, comentando el colapso de Wall Street, decía en noviembre de 1929:

“La historia del alza y caída en las cotizaciones puede relatarse brevemente a través de los números índices de los precios de las acciones preparados por la Standard Statistics Co. Los comienzos del movimiento pueden buscarse en la adopción de una política de "dinero fácil" por las autoridades de la Reserva Federal a partir de 1924, pero el período de mayor auge comenzó en 1926”. (The Economist, 2 de noviembre de 1929).

Además, gran parte de la liquidez generada por la Reserva Federal fue canalizada hacia los llamados Broker's loans (créditos a corredores de bolsa), que eran créditos destinados a operaciones bursátiles.

Las tasas de interés fueron inducidas a la baja por la Reserva Federal a través de operaciones de mercado abierto (compra de títulos valores públicos y privados), y la tasa de redescuento (tipo de interés de créditos de la Reserva Federal a los bancos privados) se mantuvo durante casi toda la década del 20 por debajo de las tasas de interés de mercado.  [Políticas intervencionistas en materia monetaria].  Esta política crediticia expansiva llevada a cabo por la Reserva Federal produjo, como era de esperar, un auge en la bolsa de comercio muy por encima del que debería reflejar el crecimiento normal de la economía norteamericana. 

Así, artificialmente (contrario al orden natural espontáneo defendido por los economistas libertarios), el índice de precios de las acciones en Wall Street (siendo el período 1941-1943, el base = 100), subió de 79.8 en 1920, a 111.5 en 1925 y de allí a un espectacular 260.2 en 1929.  Lo que implica en términos de tasa de crecimiento promedio anual el 6.92% (entre 1920 y 1925), y el 23,59% (entre 1925 y 1929).  [14.03% de crecimiento promedio anual en el valor de las acciones, entre 1920 y 1929, algo totalmente insostenible, resultado de la política intervencionista del “dinero fácil”, es decir, de la expansión crediticia].

La política crediticia de la Reserva Federal provocó controversias en los Estados Unidos: fue respaldada por los políticos (y economistas) intervencionistas y fue criticada por los economistas serios/responsables/profesionales (obviamente del lado del libre mercado, de la mano invisible y del orden natural/espontáneo de la economía, de aquellos que creen en las leyes científicas de Oferta y Demanda).

Pero, ¿cuál era el objetivo de la política de la Reserva Federal en 1927? Era reducir las tasas de interés, la tasa interbancaria entre ellas, debido a la importancia internacional que la tasa interbancaria había adquirido. El propósito era provocar una salida de oro, para revertir la previa entrada de oro en EEUU.  La Reserva Federal estaba sembrando las semillas de una crisis financiera, y este hecho fue señalado, por varios expertos en materia monetaria y bancaria.

La situación en Europa
Inglaterra, como vimos anteriormente, quería volver al patrón oro a la misma paridad de preguerra. La política monetaria de la Reserva Federal facilitó en gran medida el restablecimiento de la paridad libra-dólar.  Así, en diciembre de 1922 se necesitaban 4.60, mientras que en diciembre de 1926 se requerían 4.85 dólares por cada libra esterlina (en 4 años la libra esterlina se apreció respecto al dólar en el 5.43%).

Este aumento en el precio de la libra esterlina no fue el resultado de una mejora en la economía inglesa sino el de la reducción en las tasas de interés impulsada por la Reserva Federal. En otras palabras, la recuperación de la libra esterlina frente al dólar dependía de que la Reserva Federal continuara con su política crediticia expansiva que provocaba salida de dólares hacia Europa.

El aumento del valor de la libra ocasionó problemas en la balanza comercial inglesa, sus exportaciones se vieron desalentadas y sus importaciones alentadas.  De allí que, el saldo de la balanza comercial inglesa pasó de -476 mil dólares en 1924, a -510 mil dólares en 1927 (un deterioro del 7,1%).

Inglaterra tenía sobrevaluada su moneda en aproximadamente un 10%. Además de esta sobrevaluación la economía del país estaba perdiendo flexibilidad. La creciente legislación había creado rigideces que impedían un buen reajuste de sus precios. La fuerza que habían adquirido los sindicatos hizo que la desocupación alcanzara niveles muy altos durante toda la década de 1920. Y así Inglaterra, que había logrado poner cierto orden en sus finanzas públicas y en su política monetaria a comienzos de la década, perdió el control de ambas luego de la vuelta a la convertibilidad de su moneda; ahora tenía, además de controles de precios y salarios, una moneda sobrevaluada.

Pero en agosto de 1925 se agregaron nuevos problemas, puesto que el Banco de Inglaterra decidió reducir la tasa de redescuentos del 5% al 4,5%, y en octubre al 4% . En diciembre la volvió a subir al 5 % y la mantuvo así durante todo 1926, pero en abril de 1927 la redujo nuevamente al 4,5% , dejándola en este nivel hasta comienzos de 1929. El déficit en el comercio internacional inglés, en especial con los países europeos, y la reducción de la tasa de redescuentos por parte del Banco de Inglaterra dieron origen a una gran acumulación de libras esterlinas en los bancos centrales europeos, sobre todo en los de Francia y Alemania, que al contrario de Inglaterra mantuvieron tasas de interés relativamente altas. [Otra vez el intervencionismo económico haciendo de las suyas, como acá en Ecuador, cuando para frenar la devaluación del Sucre con respecto al dólar en 1999, se subieron artificialmente (por decreto) las tasas de interés a niveles incluso superiores al 100% y nada pudo frenar la misma, salvo la adopción del dólar como moneda oficial, que nos ha blindado de perniciosos intervencionismos monetarios, causantes de las grandes debacles económicas a escala global].

Luego de la guerra las finanzas y la economía francesa cayeron en un gran desorden, que perduró hasta mediados de 1926. El balance del Banco de Francia correspondiente al período 1924-25 fue falsificado para ocultar excesos en los límites legales de emisión.  Al darse a conocer esta maniobra el precio del franco se derrumbó en los mercados internacionales.  Así, mientras en junio de 1924 se necesitaban 5.30, en junio de 1926 se necesitaban 2.92 centavos de dólar por franco (una gigantesca depreciación del franco respecto al dólar, del orden del 44.90%).  [Cifras tomadas de la Revista The Economist, varios números].

A mediados de 1926 Poincaré, se hizo cargo de la administración de las finanzas públicas. Había prometido equilibrar el presupuesto a través de menores gastos y más impuestos, y logró llevar a la práctica sus promesas.  El franco se recuperó notablemente con estas medidas. Al mismo tiempo que Inglaterra sobrevaluaba su moneda y se lanzaba a una fuerte expansión crediticia en 1926, reduciendo sus tasas de interés, Francia saneaba sus finanzas y fortalecía su moneda sobrevaluándola levemente. Inglaterra perdía capitales y Francia los absorbía; los ingleses, por supuesto, atribuían el desequilibrio a la sobrevaluación del franco y a que Francia no volvía oficialmente al patrón oro.

En Alemania, luego de la gran hiperinflación de 1923, se inauguró, en 1924, el Plan Dawes, tendiente a solucionar la deuda de reparaciones de guerra que tenía este país, especialmente con Inglaterra y con Francia. Los franceses, sobre todo, habían ejercido mucha presión para cobrar la deuda de los alemanes, hasta el punto de ocupar la cuenca del Rhur.  Los alemanes tenían el mismo problema que los franceses: tenían que equilibrar las cuentas del presupuesto y estabilizar la moneda, pero además debían pagar las reparaciones de guerra.

Para resolver estos problemas Alemania recibió un préstamo de 200 millones de dólares, que tenía como objetivo ayudar a estabilizar el precio del marco y ayudar a pagar los compromisos de reparaciones de guerra del primer año. Se creó un nuevo banco de emisión que debía mantener 1/3 de reservas en oro y volver inmediatamente a la convertibilidad.

La vuelta a la convertibilidad, el saneamiento de las finanzas públicas y el apoyo norteamericano al plan Dawes provocaron una gran confianza que determinó una fuerte afluencia de capitales hacia Alemania.

Podemos concluir entonces que a partir de 1925 y 1926 Inglaterra adoptó una política monetaria expansiva y redujo las tasas de interés. Francia y Alemania se comportaron en forma contraria. Inglaterra empezó a perder capitales, mientras que Francia y Alemania los recibían. La inversión se desalentó en Inglaterra y se expandió en Francia y Alemania; las cosas estaban ocurriendo al revés de lo que predice la teoría keynesiana: donde había altas tasas de interés la inversión crecía y donde las tasas de interés eran bajas se desalentaba.

Esta situación hizo que los bancos centrales europeos acumularan una cantidad creciente de libras esterlinas. Como vimos con el Pacto de Génova, los bancos centrales tenían mayor flexibilidad para emitir dinero no sólo contra oro sino además contra divisas convertibles a oro. El balance de pagos deficitario de Inglaterra aumentaba la oferta de libras en el continente y los bancos centrales con el fin de mantener las paridades de las monedas para no ver perjudicadas sus propias exportaciones, procedieron a comprar libras. El Banco de Francia, en especial, acumuló en muy poco tiempo una gran cantidad de moneda inglesa. En noviembre de 1926 el Banco de Francia tenía 5.300.000 libras, en febrero de 1927 aumentaron a 20.000.000, en abril a 60.000.000 y en mayo llegaron a 120.000.000. Los ingleses seguían manteniendo una tasa de interés relativamente baja; si hubiesen saneado su moneda y liberado la tasa de interés hubiesen podido frenar la salida de capitales. Pero el presidente del Banco de Inglaterra, Montagu Norman, prefería una política cortoplacista, de dinero fácil.

Émile Moreau, del Banco de Francia, considerando que era peligroso mantener una cantidad tan grande de libras esterlinas como reservas, decidió empezar a cambiarlas por oro, con lo cual se ponía en apuros al Banco de Inglaterra, que debía entregar el oro a cambio de las libras. Norman trató varias veces de convencer a Moreau de que desistiera y de que tuviera confianza en la libra, y trató de inducir a algunos bancos centrales continentales para que ejercieran cierta presión sobre Moreau. Pero éste estaba decidido a llevar adelante el cambio de libras por oro.

Norman buscó ayuda en su amigo Benjamin Strong, de la Reserva Federal de Nueva York, para realizar una reunión de banqueros centrales con el fin de disuadir de su política al Banco de Francia. Dicha reunión se llevó a cabo en julio de 1927 en Nueva York y participaron Norman por el Banco de Inglaterra, Strong por la Reserva Federal de Nueva York, Charles Rist por el Banco de Francia y Hjalmar Schacht por el Reichsbank. Norman y Strong trataron de persuadir a Rist y Schacht de llevar adelante una política crediticia expansiva con el objeto de reducir las tasas de interés. La conferencia fracasó; Rist y Schacht volvieron a sus países mientras que Norman y Strong diseñaron una nueva expansión del crédito en los Estados Unidos.  A. C. Miller (un economista serio/profesional/ de mercado), del directorio de la Reserva Federal, se opuso firmemente a esta política, pero fue vencido por Norman y Strong.

El cronograma de la política de Norman y Strong era el siguiente: 1) a fines de julio y principios de agosto se redujo la tasa de interés para aceptaciones bancarias en la Reserva Federal de Nueva York; 2) entre el 27 de julio y el 3 de agosto los bancos de la Reserva Federal realizaron operaciones de mercado abierto comprando títulos del gobierno; 3) hacia fines de julio y principio de agosto los bancos de la Reserva Federal de Kansas City, St. Louis, Boston, Nueva York y Cleveland redujeron sus tasas de redescuentos.

Para aquellos que atribuyen la crisis de 1929 a la rigidez del patrón oro, cabe recordar que esta política de expansión del crédito -a partir de mediados de 1927- por parte de la Reserva Federal, tenía lugar en momentos en que las reservas de oro caían en los Estados Unidos, lo cual implica ir en sentido contrario de lo que establecen las reglas del patrón oro.

El cambio de política de la Reserva Federal

Esta política de expansión del crédito (“dinero fácil”) impulsada por Strong (estadounidense) y Norman (inglés) aceleró el alza de los precios de las acciones que venía ocurriendo en Wall Street

Hacia fines de 1927 Strong enfermó y empezó a perder poder dentro del directorio de la Reserva Federal, hasta que finalmente fue sucedido por George L. Harrison. Al mismo tiempo, un nuevo director había entrado como miembro de la Reserva Federal, Roy A. Young, quien inmediatamente comenzó a hacer todo lo posible por detener la expansión crediticia impulsada por Strong.  A fines de 1927 y principios de 1928 las autoridades de la Reserva Federal decidieron revertir su política, alarmados por los precios que habían alcanzado las acciones. Comenzaron a vender títulos públicos y subieron las tasas de redescuentos.

En primer lugar la iliquidez creada por la venta de títulos públicos llevó a los bancos a requerir una mayor cantidad de redescuentos a la Reserva Federal. Expandir el crédito a través de redescuentos iba en contra del objetivo de la Reserva Federal de detener el boom bursátil; sin embargo, se decidió nuevamente por el camino de la expansión crediticia.  Otro factor que ayudó a mantener al auge, fue la expansión de los créditos a los corredores de bolsa.

Otro factor que también ayudó a mantener el auge en el precio de las acciones fue el cambio de dirección en el flujo internacional de movimientos de capitales. El alza en las tasas de interés en los Estados Unidos hizo que los capitales que antes se movían desde América hacia Europa ahora lo hicieran en sentido contrario. Los mercados financieros europeos se vieron frente a una presión creciente para subir las tasas de interés. Italia lo hizo en enero de 1929. Inglaterra en febrero, en marzo las subió Holanda y nuevamente Italia, en julio Bélgica. Ante la salida de capitales los franceses tuvieron motivos adicionales para desprenderse de las libras esterlinas que tenían acumuladas, creándole, nuevos problemas al Banco de Inglaterra.

Estos factores, entonces, hicieron que los precios de las acciones continuaran su tendencia creciente. En agosto de 1929 la Reserva Federal subió la tasa de redescuentos del 5% al 6%; sin embargo, las tasas de interés de mercado ya habían venido creciendo desde abril de 1928.  Estos aumentos en las tasas de interés empezaron a tener sus efectos recesivos; la producción decreció: en Alemania en el mes de mayo, en Estados Unidos en julio y en Inglaterra en agosto.

El índice de mercados de valores empezó a caer el 3 de octubre y siguió cayendo en la semana que comenzaba el 14 de octubre, para terminar en el pánico del jueves 24 de octubre. Aquellos que habían puesto fondos para créditos a corredores de bolsa comenzaron a retirarlos rápidamente, acentuando la caída de los precios. Algunos de los bancos más importantes se reunieron para tratar de frenarla.

La caída en la bolsa de comercio de Nueva York en el mes de octubre fue de cierta importancia, pero, no puede decirse que haya sido la causa de la recesión económica que tuvo lugar en los años 30, ni tampoco que haya sido una caída sin precedentes.

La recesión económica y el aumento de la desocupación que va a ocurrir durante toda la década del treinta no es una consecuencia de la baja en las acciones sino todo lo contrario, la baja en las acciones es una consecuencia de la recesión económica.  [Y la recesión fue claramente causada por el intervencionismo de la FED, por las políticas expansionistas en lo monetario: por la lógica del “dinero fácil”, el crédito barato y la reducción artificial de las tasas de interés].

Octubre de 1929 es la fecha que habitualmente se da como comienzo de la crisis del treinta. Sin embargo, en ese momento lo único que ocurría era que la economía había entrado en una recesión moderada como consecuencia de la manipulación monetaria y crediticia practicada por la Reserva Federal a partir de 1924. El agravamiento de la recesión y de la desocupación, en especial a partir de 1931, se debió a las medidas intervencionistas adoptadas primero por el presidente Herbert Hoover y luego por Franklin D. Roosevelt.

LOS AÑOS 30
Cuando se presentaban situaciones de recesión y desocupación con anterioridad a la crisis del 30 los gobiernos acostumbraban reducir sus gastos y la presión tributaria y dejar que los mercados se reajustaran, que volvieran a su equilibrio natural o espontáneo, en base a las fuerzas de oferta y demanda.  Con Hoover se dio un cambio de estrategia; el gobierno debía "colaborar" para solucionar la crisis.
La administración de Hoover comenzó a incursionar en una trayectoria de creciente intervencionismo estatal (“estatismo”). En uno de los discursos de la campaña electoral de 1932 resumió su propia gestión económica:
“[. . .] podríamos no haber hecho nada. Eso hubiese sido una gran ruina. En cambio enfrentamos la situación proponiendo a los empresarios y al Congreso el programa más grande de defensa económica y contraataque jamás desarrollado en la historia de la República. Lo pusimos en funcionamiento [ ...]. Ningún gobierno en Washington había considerado hasta el momento que tenía una responsabilidad tan amplia para liderar tiempos como éstos [. . .]. Por primera vez en la historia de la depresión, los dividendos, las ganancias y el costo de vida fueron reducidos antes que los salarios [. . .]. Éstos fueron mantenidos hasta que el costo de vida había decrecido y las ganancias prácticamente desaparecido. Ahora son los salarios más altos del mundo [. . .].
Crear nuevos trabajos y darle a todo el sistema un nuevo respiro; nada ha sido planeado en nuestra historia que haya hecho más por [. . .] "los hombres y mujeres comunes" [. ..]. Algunos de los economistas reaccionarios nos urgían a dejar que la liquidación siguiera su curso hasta que tocara fondo [. . . ]. Nosotros determinamos que no seguiríamos los consejos de los liquidacionistas de final amargo para ver cómo el cuerpo de deudores de los Estados Unidos quebraba y los ahorros de nuestro pueblo se destruían”.
Durante el mes de noviembre de 1929, Hoover mantuvo una serie de reuniones con los industriales más importantes alentándolos a no despedir empleados y a expandir las inversiones. La Reserva Federal volvió inmediatamente a sus políticas de expansión monetaria de la década del 20.  En el término de una semana duplicó con creces sus tenencias de títulos públicos de 135.700 millones de dólares a 292.690 millones. La tasa de redescuentos que estaba en 6 % fue reducida el 31 de octubre al 5% y el 14 de noviembre al 4,5%.
El 23 de noviembre envió un telegrama a los gobernadores invitándolos a colaborar con el gobierno federal en la expansión de las obras públicas como mecanismo de reactivación económica. A mediados de 1929 se había creado la Federal Farm Board, que recibía fondos del Tesoro destinados a la compra de granos para evitar la caída de sus precios. En junio de 1930 el Congreso aprobó una nueva alza en la protección arancelaria, la Hawley-Smoot Tariff Act, a la que siguió una ola de proteccionismo en todo el mundo.
En junio de 1931 Austria abandonó el patrón oro.  El abandono del patrón oro en Austria trasladó el pánico a Alemania. El 20 de junio Hoover realizó un anuncio que supuestamente apoyaría el Congreso de los Estados Unidos. El anuncio consistía en una moratoria de un año de las deudas de los países europeos con Estados Unidos y de los pagos de la deuda alemana por reparaciones de guerra. Por supuesto, la primera estaba condicionada a que se aceptara la segunda. Mientras todos los países europeos aceptaron en forma casi inmediata la propuesta de Hoover, Francia, el país más importante, demoró mucho su aceptación.  La caída de Austria y luego de Alemania hizo surgir dudas acerca de la confiabilidad de la libra esterlina. La corrida bancaria se trasladó ahora al Banco de Inglaterra, que en muy poco tiempo perdió una cantidad considerable de oro. Para intentar frenar la corrida, se subió la tasa de redescuentos del 2,5% al 3,5 %, pero no fue suficiente. El Banco de Inglaterra buscó entonces ayuda en la Reserva Federal y en el Banco de Francia; cada uno de ellos le dio un crédito de 125 millones de dólares, pero mientras Inglaterra no corrigiera la sobrevaluación de su moneda y pusiera fin al déficit fiscal la desconfianza en la libra continuaría.  El crédito de la Reserva Federal y del Banco de Francia sólo ayudaría a postergar la caída de la libra. El 28 de agosto el Banco de Inglaterra recibió otro crédito, ahora de 400 millones de dólares, que esta vez provenía de un consorcio de bancos privados. Pero Inglaterra continuaba no sólo sin realizar las correcciones necesarias sino que además empezó a expandir la oferta de dinero mediante compras de títulos públicos, lo cual ayudó a la pérdida de reservas.  El 19 de septiembre el Banco de Francia, viendo que la situación inglesa no mejoraba, trató de evitar pérdidas y dio la orden de desprenderse de un millón de libras esterlinas. El 20 de septiembre Inglaterra abandonó el patrón oro.
Tras la caída de la libra esterlina siguió la corrida contra el dólar, pero la gran cantidad de reservas en oro le permitió a la Reserva Federal afrontar la demanda sin mayores problemas. Sin embargo, la política intervencionista de Hoover en los Estados Unidos llevó la desocupación de unos 3 millones de personas en 1930 a 10,5 millones en. 1932, y la producción de la industria cayó abruptamente. Hoover fue uno de los muy pocos presidentes norteamericanos que no fueron reelegidos para un segundo período.
F. D. Roosevelt ganó las elecciones de 1932 e inmediatamente comenzaron a correr rumores de que abandonaría el patrón oro. Roosevelt se negaba a desmentir el rumor, y por lo tanto la gente, tanto ciudadanos norteamericanos como extranjeros, empezó a pedir a los bancos, el pago en oro.
A los dos días de asumir la presidencia Roosevelt declaró un feriado bancario de dos días para estudiar la situación. El domingo 12 de marzo emitió un mensaje por radio asegurándole a la gente que podía llevar su dinero a los bancos con confianza, lo que tuvo el efecto buscado. El 5 de abril Roosevelt, aprovechando la autorización que le había dado el Congreso en marzo para que actuara con entera libertad, declaró ilegal "temporariamente" poseer monedas de oro en los Estados Unidos. Se dispuso también un control a la exportación de oro y divisas extranjeras.

EL NEW DEAL
El 16 de junio Roosevelt firmó la ley de recuperación de la industria nacional (National Industrial Recovery Act); fue aprobada por el Congreso, dando nacimiento al New Deal. Esta ley consistía en una gran cantidad de regulaciones y códigos para la industria. Se acortaban las horas de trabajo, se ponían salarios mínimos y se fijaban precios y condiciones de venta. La idea de la ley era generar un aumento de la "demanda global" que permitiera salir de la recesión. Para cuidar que las regulaciones y códigos fuesen cumplidos por las industrias se creó un organismo estatal: National Recovery Administration. [El intervencionismo en su estado químicamente puro, por eso, ¿de qué hablan cuando dicen: “el libre mercado fue el responsable de la crisis de los 30”.  Sería bueno que estudien e investiguen bien las causas, antes de hablar de memoria y con abundante carga ideológica].
A fines de enero de 1934 se sancionó la Gold Reserve Act. Mediante esta ley se le expropiaba el oro a los Bancos de la Reserva Federal y pasaba a ser propiedad del Tesoro de los Estados Unidos. A cambio del oro se le entregaba a los bancos un "certificado de oro" cuyo significado era extraño, ya que no era un certificado para cambiar por oro, era un certificado por el oro expropiado. El 31 de enero se devaluó el dólar frente al oro, pasando la cotización de 20,67 dólares la onza a 35 dólares. En diciembre de 1933 comenzó un programa de gasto público creciente.
El gasto público del gobierno federal de los EEUU, pasó de $ 3.127 a $ 8.841 millones de dólares, entre 1929 y 1939, lo que significa una tasa de crecimiento promedio anual del 10.95%, durante el período analizado.  Algo absolutamente intervencionista, gigantesco, desproporcionado y demencial.  [Fuente: Historical Statistics of The United States, Colonial Times to 1970. U. S. Department of Commerce, p. 1.104.]
El mayor auge en el gasto público se dio entre 1934 y 1939, cuando pasó de $6.645 a $8.841 millones de dólares (tasa de crecimiento promedio anual del 5,9%); el objetivo era incrementar la "demanda global" para estimular la producción y reducir la desocupación. Por su parte, la política tributaria estuvo destinada a redistribuir el ingreso; se aumentaron significativamente los impuestos a los ingresos de los niveles más altos, se puso un impuesto del 5% sobre las utilidades no distribuidas de las empresas y se intentó pasar por el Congreso un impuesto federal a la herencia que finalmente fue rechazado, pero a cambio hubo aumentos sustanciales en los impuestos sobre bienes inmuebles.  [Algo similar a lo que pretenden hacer acá en Ecuador con los famosos impuestos a la plusvalía y las herencias, rechazado rotundamente por la población informada de este país].  Roosevelt no logró que la economía se recuperara en forma definitiva, sino que se movía con muchos altibajos producto de la cambiante legislación. [Como sucede siempre con las políticas intervencionistas, que son eso: políticas, no avaladas por la ciencia económica fundada por el Liberalismo Clásico].
A mediados de 1935, gracias a la acción del senador Glass, se logró modificar un proyecto de ley de bancos que de haber sido aprobado en su forma original le habría otorgado a la Reserva Federal un enorme poder para regular los depósitos y reservas de los bancos.
El 27 de mayo la Corte Suprema declara inconstitucional a la National Recovery Administration (NRA). Este organismo había sido creado para controlar que las industrias cumplieran con los códigos y regulaciones de la National Industrial Recovery Act. La burocracia del NRA prácticamente legislaba, ya que podía cambiar las reglas. Los empresarios de la industria encontraban dificultades serias, puesto que no sabían a qué atenerse o cuándo se les iban a cambiar las condiciones de producción. Los miembros de la Corte entendieron que el Congreso había delegado funciones que le correspondían a él, y por lo tanto declararon inconstitucional la NRA.  Esta decisión de la Corte implicó aliviar al menos durante un tiempo a la industria de las regulaciones y controles de la NRA. La producción industrial y la inversión comenzaron a crecer, pero este efecto no fue consecuencia del New Deal sino de su parcial abolición. 
Roosevelt intentó a principios de 1937 pasar por el Congreso una ley que modificara la cantidad de miembros de la Suprema Corte con el objeto de que ésta se tornara favorable al Poder Ejecutivo. La propuesta de Roosevelt provocó indignación, ya que implicaba cierta intención dictatorial. Con la Corte de su lado Roosevelt se aseguraba, al preparar las leyes, que éstas fueran aprobadas por el Congreso, que era demócrata, y además que fueran interpretadas favorablemente por los jueces. Este movimiento del Presidente provocó temores en los mercados, puesto que se vislumbraba la posibilidad de un intervencionismo creciente que no había manera de detener si la Corte Suprema pasaba a ser dominada por el Poder Ejecutivo. El temor sé hizo sentir en las cotizaciones de las acciones y en la producción, que cayeron.  El índice de producción industrial, que estaba en julio de 1937 en 120, bajó en marzo de 1938 a 84 y en junio a 81. La desocupación creció de 7.700.000 en 1937 a 10.390.000 en 1938.
El tema de la desocupación se vio a su vez agravado por la ley Wagner de julio de 1935, que empezó a tener sus efectos recién después de las elecciones de 1936, con huelgas, especialmente en la industria automotriz. La Wagner Act fue reforzada con la última ley del New Deal, la Wage and Hours Act de junio de 1938. Esta ley establecía que las horas de trabajo iban a estar limitadas a 44 horas semanales durante el primer año, a 42 en el segundo y a 40 en el tercero. Las horas trabajadas por encima de estos máximos debían pagarse 1,5 más que el salario normal. Los salarios mínimos fueron establecidos en 25 centavos la hora para el primer año, 30 centavos para los seis años siguientes, y 40 centavos para después del séptimo año.  [Intervencionismo brutal, creciente y demencial que hizo que la recesión se agrave].

CONCLUSIONES
La crisis desatada durante la década del treinta no tiene un único factor determinante. El derrumbe de la bolsa en octubre de 1929 fue consecuencia directa de la política monetaria llevada adelante por la Reserva Federal de los EEUU, a partir de 1924. Las operaciones de compra de títulos públicos con mercado abierto llevaron a un crecimiento de la liquidez que redujo las tasas de interés del mercado y provocó un auge artificial en los precios de las acciones. El desorden monetario imperante en Europa principalmente en Inglaterra, se sumó a los desequilibrios financieros generados por la Reserva Federal. La caída en los precios de las acciones se produjo cuando las autoridades de la Reserva Federal revirtieron su política expansiva vendiendo títulos públicos y subiendo las tasas de redescuentos.
La recesión en la producción puede decirse que comenzó por la iliquidez creada por la Reserva Federal, pero los efectos recesivos que se estaban presentando no eran peores que los de otras épocas anteriores. La profundidad y duración que caracterizaron a la crisis de los años treinta se debieron al creciente intervencionismo tanto de Hoover como de Roosevelt y a las barreras aduaneras elevadas en todo el mundo, habiendo sido los Estados Unidos los primeros en marchar por este camino con la ley Fordney- McCumber.
La crisis del 30 no se debió ni al patrón oro ni al libre comercio; fue consecuencia, como en el caso de las crisis anteriores, de la intervención gubernamental en el manejo de la moneda y del mercado. El New Deal, en especial, no fue la solución a la crisis sino una de sus causas, que al ser eliminada por la Corte Suprema de Justicia le devolvió flexibilidad y capacidad de reajuste a la economía.

EXPLICACIONES ALTERNATIVAS A LA CRISIS (KEYNES Y FRIEDMAN)
El análisis anterior siguió, en gran parte, las explicaciones que Benjamín M. Anderson y Lionel Robbins dieron acerca de la causa y desarrollo de la crisis del treinta. Pero para finalizar veamos muy brevemente las dos explicaciones alternativas más popularmente divulgadas de la crisis del treinta. La de mayor popularidad en el mundo académico parece ser la dada por John M. Keynes y en segundo lugar podríamos ubicar la de Milton Friedman.

KEYNES
Según Keynes, la desocupación se debe a una demanda global insuficiente para generar un nivel de producción lo suficientemente alto como para absorber la totalidad de la fuerza laboral disponible. Esta insuficiencia de la demanda global puede deberse a una baja propensión de la gente al consumo o a una tasa de interés muy alta; por lo tanto, la solución propuesta por Keynes es aumentar la demanda global a través de un mayor gasto público o una reducción de la tasa de interés para alentar la inversión.
Tanto la explicación como la solución de Keynes no son novedosas; las mismas explicaciones daban los mercantilistas. La explicación keynesiana de las crisis fue, en realidad, refutada a principios del siglo XIX por el economista francés Jean-Baptiste Say, cuya argumentación tomaron y desarrollaron David Ricardo y John Stuart Mill.  Según la ley de Say es imposible pensar que pueda existir un exceso de oferta global sobre la demanda global o, viceversa, un exceso de demanda global sobre la oferta global. Oferta y demanda global son una identidad, son como dos caras de una misma moneda; toda oferta implica necesariamente una demanda y toda demanda implica necesariamente una oferta; quien demanda algo tiene que ofrecer algo y quien ofrece algo está demandando algo; por lo tanto, no puede ser que haya diferencias entre demanda y oferta globales. Lo que sí puede haber es un exceso de oferta en algunos mercados, pero esto tiene necesariamente que implicar exceso de demanda en otros; no puede ser que todos los mercados estén deprimidos al mismo tiempo.
Es totalmente cierta la conclusión de Sweezy: toda la economía keynesiana cae por tierra si la ley de Say es cierta. Ahora bien, de los varios temas económicos que Keynes no comprendió, el de la ley de Say fue el menos comprendido, y esto es relativamente fácil de demostrar. Para refutar la ley de Say Keynes recurre a la siguiente cita de John S. Mill:
“Los medios de pago de los bienes son sencillamente otros bienes. Los medios de que dispone cada persona para pagar la producción de otras consisten en los bienes que posee. Todos los vendedores son, inevitablemente, y por el sentido mismo de la palabra, compradores. Si pudiéramos duplicar repentinamente las fuerzas productoras de un país, duplicaríamos por el mismo acto la oferta de bienes en todos los mercados; pero al mismo tiempo duplicaríamos el poder adquisitivo. Todos ejercerían una demanda y una oferta dobles, porque tendrían dos veces más que ofrecer en cambio”.
Éste es el párrafo que utiliza Keynes, donde, según él, "la doctrina está expresamente expuesta", para refutar la ley de Say. Sin embargo, este párrafo fue cortado por la mitad, muy probablemente porque no comprendía lo que Mill estaba diciendo. El hecho es que el párrafo de Mill continúa y lo que dice a continuación es tan importante como lo que citó Keynes:
“Cierto que es probable que hubiera ahora una superfluidad de determinadas cosas. Si bien la comunidad duplicaría de muy buena gana su consumo total, puede ya tener tanto como desea de algunas mercancías, y tal vez prefiera consumir más del doble de otras o ejercitar su capacidad aumentada de compra sobre algún nuevo artículo. De todas maneras, es un verdadero absurdo suponer que todas las cosas bajarían de valor, y que en consecuencia todos los productores serían remunerados insuficientemente. Si los valores continúan siendo los mismos, no importa lo que ocurra a los precios, ya que la remuneración de los productores no depende de la cantidad de dinero que obtienen por sus géneros, sino de la cantidad de artículos de consumo. Además, el dinero es una mercancía; y si suponemos que se duplica la cantidad de todas las mercancías, hemos de suponer que también el dinero se duplica, y entonces los precios, como los valores, no bajarían”.
Como se puede ver, esta parte del párrafo que Keynes olvidó citar termina de dar forma a la ley de Say, ya que explica que si bien la oferta y la demanda global deben ser iguales, puede haber desequilibrios entre los mercados individuales. Pero por sobre todas las cosas hay un punto muy importante que los economistas keynesianos olvidan: "el dinero es una mercancía". Cuando Keynes afirma que un aumento de la preferencia por la liquidez reduce la demanda global, tiene razón, siempre y cuando se considere que el dinero no es una mercancía. Pero el dinero es una mercancía, puesto que es un bien útil y escaso. 
Un aumento en la demanda de dinero tiene los mismos efectos que un aumento en la demanda de cualquier otro bien: hace subir su precio (poder adquisitivo) y alienta su producción hasta el punto en que deja de ser rentable seguir produciendo dinero. En un mercado libre la oferta de dinero aumenta o disminuye según se incremente o baje la demanda de dinero. Lo que Keynes debería haber explicado es por qué un aumento en la demanda de dinero no genera, en un mercado libre, los mismos efectos que un aumento en la demanda de cualquier otro bien: un aumento de la producción hasta que los ingresos marginales tiendan a igualarse con los costos marginales.  De cualquier forma la refutación que Keynes realiza en su Teoría general queda invalidada desde que lo que refuta es un párrafo mutilado de la ley de Say. Hoy en día algunos economistas parecen haber comprendido que un aumento del gasto público no eleva la demanda global sino que cambia su estructura: aumenta el gasto público pero a costa de un menor consumo o inversión de los privados.

FRIEDMAN
Como hemos visto, durante la década de 1920 la Reserva Federal había realizado una expansión del crédito relativamente considerable. El punto de vista de Friedman y Schwartz es justamente el opuesto: "Lejos de ser una década inflacionaria, los años veinte fueron lo contrario. Y el sistema de la Reserva, lejos de ser una máquina de inflación, muy idóneamente evitó que la cantidad de dinero aumentara tanto como lo hubiera hecho si se hubiese permitido que los movimientos de oro ejercieran toda su influencia".  Según estos autores, la Gran Depresión fue causada por una fuerte contracción monetaria por parte de la Reserva Federal. Ahora bien, es cierto que la oferta monetaria disminuyó pero sólo hasta 1933.  La explicación de Friedman ya era sostenida por varios economistas durante la década del veinte; podemos citar, entre otros, a Irving Fisher. 
Los partidarios de la "estabilización" parecen olvidar en el momento de realizar sus análisis la importancia que tienen los precios relativos en el funcionamiento del mercado. Se preocupan por mantener estable el "nivel" de precios cuando, en realidad, es totalmente intrascendente. Si aceptamos que la ley de Say es válida, entonces las recesiones económicas no se deben a una insuficiencia de demanda agregada o a un excedente de oferta global, sino que son el producto de un período durante el cual los recursos fueron mal asignados, se expandieron ciertas producciones que no deberían haberse expandido, a costa de la contracción de otras que no deberían haberse contraído. La recesión se produce cuando los mercados se reajustan, es decir cuando todos los sectores que se sobreexpandieron quiebran y los que se achicaron vuelven a crecer.
Los precios relativos son las guías que tienen los mercados para evitar que se produzcan desajustes de gran importancia. Pero la pregunta es: ¿por qué en determinado momento tantos empresarios se equivocan al mismo tiempo y en la misma dirección? La respuesta parece ser que por algún motivo los precios relativos fueron distorsionados, induciendo así a producir los distintos bienes y servicios en proporciones distintas de las que los consumidores desean. En especial hay un indicador, la tasa de interés, que afecta a los cálculos de rentabilidad de todos los mercados. Aun cuando el "nivel" de precios se mantuvo relativamente estable durante la década del veinte, inclusive bajando un poco hacia el final, los precios relativos se estaban distorsionando a causa de los manejos monetarios de la Reserva Federal, y especialmente la tasa de interés fue manejada de manera muy discrecional.  En este caso en particular los precios de las acciones fueron, aparentemente, los más afectados por la reducción de la tasa de interés. 
La mala asignación de recursos que se genera por las manipulaciones monetarias puede perdurar en el tiempo sólo si se sigue incrementando la cantidad de dinero en forma creciente. Las opciones a escoger son dos: 1) se sigue expandiendo el crédito para evitar el reajuste, lo que llevaría a una inflación creciente y finalmente a la hiperinflación, o 2) se termina con la expansión crediticia provocando el reajuste del mercado.

Pretender, como Friedman, que la Reserva Federal debiera haber expandido más la oferta monetaria implica querer mantener las distorsiones del mercado, y esto no se puede hacer indefinidamente. Dejar de expandir el crédito tiene los efectos iniciales de iliquidez, los encajes técnicos de los bancos se ven incrementados y por lo tanto la oferta monetaria, medida por M1 o M2, se contrae. Pero esta contracción de la oferta monetaria no es la "causa" de la recesión, como sostiene Friedman, sino el "efecto".  La Reserva Federal expandió el crédito en momentos en que estaba saliendo oro o, si se quiere, esta expansión del crédito forzó una salida de oro que de otra manera no hubiese ocurrido. La Reserva Federal estaba siguiendo un camino distinto del que el mercado indicaba, y por lo tanto estaba provocando desajustes que tarde o temprano tenían que ser corregidos. En un mercado libre, donde los funcionarios públicos no pudieran manejar la cantidad de dinero y de crédito, los desajustes de la década del veinte no hubiesen existido, por lo menos en la magnitud en que existieron.


Resumido por: Pablo Zambrano Pontón
CATEDRÁTICO/ESCRITOR/ANALISTA ECONÓMICO
CANDIDATO A PHD IN ECONOMICS, SMC UNIVERSITY (SUIZA/ARGENTINA)