domingo, 10 de julio de 2011

HISTORIA Y ESCUELAS CIENTÍFICAS DEL PENSAMIENTO MACROECONÓMICO

Este artículo es extraído del libro: "Macroeconomía y Economía Internacional" del Ec. Pablo Zambrano Pontón, que muy pronto estará en circulación y cuyo lanzamiento será realizado el 15 de septiembre del 2011 en el Colegio de Economistas de Pichincha a las 18h30.  Todos los derechos reservados.  Utílicelo, pero por favor cite la fuente y adquiera el libro en su versión original.

HISTORIA Y ESCUELAS CIENTÍFICAS DEL PENSAMIENTO MACROECONÓMICO

Si se llama ciencia a lo que progresa según la definición dada por el filósofo Karl Popper (autor del magnífico libro: “la sociedad abierta y sus enemigos”).  Únicamente existen dos escuelas de pensamiento macroeconómico que cumplen con esa condición: la liberal clásica fundada por Adam Smith y la intervencionista keynesiana promovida por John Maynard Keynes.  Tan importantes son estas dos corrientes, que sólo existen premios nobel de Economía, liberales y keynesianos, desde 1968, año en el que se instituyera dicho galardón (el premio de economía, oficialmente Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, el químico sueco inventor de la dinamita, no constó entre su lista con economistas desde 1895 hasta 1967).  De allí entonces que en las siguientes líneas únicamente se considerará el aporte científico de estas dos corrientes a la historia macroeconómica moderna.
Cronológicamente, uno de los primeros avances significativos en la ciencia que estudia el comportamiento de las tendencias agregadas de la economía (Macroeconomía), lo dio David Hume, quien en el siglo XVIII (exactamente en 1.752), analizó las interrelaciones entre: oferta monetaria – balanza comercial y nivel de precios.

Posteriormente, estudios monetarios de los siglos XVIII y XIX, sentaron las bases de la Teoría Cuantitativa del Dinero, que continúa vigente como fundamento central en el análisis monetario contemporáneo.
Sin embargo, no fue sino hasta el siglo XX, cuando la Macroeconomía logró verdaderamente ser destacada como una auténtica ciencia.  Según Jeffrey Sachs y Felipe Larraín (“Macroeconomía en la Economía Global”), tres hechos, merecen destacarse como impulsores fundamentales para el desarrollo de esta importante disciplina del conocimiento:

1. La Primera Guerra Mundial (1.914), hizo que los economistas del siglo XX,   empezaran a recoger y sistematizar datos agregados o totales, que dotaron de una importante base científica para las investigaciones macroeconómicas, a más de proporcionar a los Gobiernos una mayor y mejor información estadística, necesaria para planificar y ejecutar la conflagración bélica.
A partir de la década de 1.920, la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas (NBER), un instituto privado de investigación de EEUU, efectúo parte de la operación de recogida y análisis de datos.  Esfuerzo encabezado por Simon Kuznets, que conseguiría con posterioridad el Premio Nobel de Economía por sus aportes importantes en este campo, a más del estudio sobre el crecimiento económico moderno.  En las décadas siguientes, varios economistas, incluyendo a Richard Stone, otro economista premiado con el Nobel, sistematizaron las cuentas nacionales y, actualmente, casi todos los países del orbe, a través de sus respectivos bancos centrales, elaboran y evalúan la macroeconomía a partir de los datos básicos de sus cuentas nacionales. 
  1. La precisa identificación del ciclo económico como un fenómeno recurrente, actuó como un segundo desencadenante importante en el surgimiento científico de la Macroeconomía, mediante, las investigaciones del economista Wesley Clair Mitchel, claramente se demostró, que la economía estadounidense era proclive a enfrentar ciclos económicos periódicos y básicamente similares.  Mitchel evidenció que algunas variables económicas fundamentales, tales como las existencias, la producción y los precios, presentan una tendencia cambiante de un modo sistemático durante el desarrollo de un ciclo económico promedio.

  1. La Gran Depresión de la economía mundial iniciada a partir del año 1.929, constituye un tercer impulsor determinante en el surgimiento científico de la Macroeconomía, pues una gran parte del mundo desarrollado en particular, sufrió una gran disminución de la producción y un aumento significativo de las cifras del desempleo.  En EEUU, por ejemplo, la desocupación de la fuerza laboral llegó a un alarmante porcentaje del 25%.  Este acontecimiento histórico devastador, puso en la palestra del debate las teorías de los economistas clásicos, quienes señalaban que las fuerzas del mercado, con su inherente movilidad y sus mecanismos de regulación automática, impedirían un intenso y enorme desempleo, como el que padeció la economía mundial en la década de los treinta del siglo anterior.

Fue en este sombrío escenario, cuando aparecieron las teorías impulsadas por el economista británico, John Maynard Keynes (1883-1946), esbozando el trayecto de la macroeconomía moderna al explicar acertadamente, para la época y para la situación específica del momento, el fenómeno de la Gran Depresión, recomendando paralelamente, políticas económicas expansivas concretas para combatirla.

La obra económica más importante de Keynes: “Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero”, fue publicada en 1.936.  Además, éste economista británico, intervino en la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1944; y, el sistema monetario internacional luego de la segunda guerra mundial.
La teoría fundamental de Keynes en su parte medular señala que las economías de mercado no se autorregulan en forma suave, es decir, no aseguran altos niveles de producción y bajos índices de desempleo en forma regular.  Al contrario, afirmó Keynes, las economías presentan una tendencia a la inestabilidad, por estar sujetas a grandes vaivenes que se deben, al menos parcialmente, a los cambios entre optimismo y pesimismo de los emprendedores particulares (este economista las denominó: “espíritus animales” o “animal spirits”), que intervienen en los niveles globales de inversión privada. Un giro al pesimismo de los emprendedores, induce a un violento descenso en la inversión, que consecuentemente provoca una disminución de la producción y los índices de empleo.  Por tanto sugirió que el Estado también intervenga en la Economía, aunque no en la magnitud en que sus discípulos posteriormente lo hicieron.
Keynes argumentó con gran vigor, que una vez presentada una catástrofe como la gran depresión de los años treinta del siglo XX, las fuerzas de mercado por sí solas no la pueden suavizar ni eliminar con celeridad.  Esto se debe, en alguna medida, a que varios precios fundamentales de la economía, especialmente el nivel promedio de salarios, no son flexibles y no se movilizan rápidamente cuando surgen impactos adversos que estremecen la economía (es relativamente fácil subir salarios, lo realmente complicado es bajarlos).  Keynes recomendó entonces, realizar ajustes claves en las políticas macroeconómicas, especialmente en el gasto público y la tributación, así como en la política monetaria, para combatir los declives económicos y estabilizar la Economía.  Uno de los postulados de Keynes, decía que los Gobiernos pueden y deben instrumentar políticas de estabilización para contrarrestar las declinaciones económicas o las inflaciones.  Políticas monetarias y fiscales expansivas en recesiones (aumento del gasto público y/o reducción de impuestos) y contractivas en períodos inflacionarios (disminución del gasto público y/o aumento de impuestos).

Salta a la vista la diferencia del pensamiento de Keynes con lo que promueven algunos políticos y caudillos latinoamericanos, esto es, tener empresas públicas compitiendo con el sector privado y distrayendo recursos que pueden servir mejor en otras áreas, como la salud, la educación, la seguridad, la justicia, por ejemplo, donde el rol del Estado puede ser más importante.  Así por ejemplo, cuando Hugo Chávez en Venezuela expropia negocios privados para nacionalizarlos o estatizarlos, no está siguiendo una política económica keynesiana.  Está tomando más bien, medidas de tinte marxista o nacionalista, extraídas directamente de los manuales revolucionarios de Fidel Castro, con las fallidas  consecuencias prácticas, que la mayoría de personas, reconocemos.

Luego de veinticinco años de terminada la segunda guerra mundial, las sugerencias de política económica esbozadas por Keynes, gozaron de amplia aceptación universal, pues, había gran conciencia entre las autoridades económicas mundiales, de que los Gobiernos podían impedir las depresiones económicas por medio del manejo expansivo de la política fiscal y monetaria.   Una gran parte de las economías del globo, crecían velozmente, sin depresiones económicas de consideración y sin altas inflaciones, parecía que había llegado una nueva era de estabilidad macroeconómica.
En los años 70 del siglo anterior, se ensombreció el panorama económico empezando a disminuir la confianza en las recomendaciones de la política económica keynesiana (especialmente luego del New Deal del ex Presidente Roosvelt en EEUU).  Gran parte del mundo sufrió en carne propia un nuevo fenómeno económico conocido con el nombre de “estanflación”, es decir, la perversa combinación de estancamiento económico (lento, nulo e incluso negativo crecimiento de la producción y alto desempleo), combinado con elevada inflación.
Se inició entonces una “contrarrevolución económica”, en la que los principales economistas de la época acusaban a las políticas expansivas activas: monetaria y fiscal, de ser las causantes de la temida “estanflación”.  Esta “contrarrevolución”, tuvo como uno de sus principales líderes intelectuales al economista norteamericano: Milton Friedman (galardonado con el Nóbel de Economía en 1.976), quien conjuntamente con sus colegas de la Universidad de Chicago y con sus ex alumnos chilenos (“Chicago Boys”), propuso una doctrina netamente de libre mercado, opuesta al keynesianismo vigente, conocida como “monetarismo”, siendo uno de sus principales alumnos, Chile,  país que puso en vigor esta teoría basada en la libertad económica en el marco de la dictadura política de Augusto Pinochet (1973-1990), quien confrontado a la inflación y a una producción decreciente tras la nacionalización o estatización de empresas decretada por Salvador Allende, apeló a los economistas de la universidad de mejor reputación en Chile, la Universidad Católica de Santiago.  Así fue como se privatizaron empresas que no tenían razón de ser estatales, estabilizaron la moneda creando un banco central independiente, desregularon los mercados y abrieron las fronteras.  Pero, la extracción del cobre, que representa la mitad de las exportaciones de Chile, no pudo ser privatizada hasta hoy, porque el ejército prefirió conservar este recurso con el argumento de ser estratégico.  Chile es el país de América Latina que más decididamente crece y donde la pobreza ha sido reducida.  El libre intercambio permitió que los chilenos consumieran a bajos precios en el mercado mundial e incentivó a sus empresarios a exportar al resto del mundo sus producciones de valor agregado creciente, tales como el vino, el pescado y las frutas. 
Por sus excelentes resultados, fue continuada la política liberal, pero ahora en democracia, bajo el mando de Gobiernos socialdemócratas (regímenes de la Concertación de Chile: Frei, Lagos y Bachelet), quienes estuvieron en el poder en esa nación, durante veinte años, hasta que Michelle Bachelet fuera derrotada en los últimos comicios en Chile, por Sebastián Piñera, un hombre al que la izquierda internacional sólo pudo acusarlo de ser de “derecha”.  Como si hoy en día estos conceptos obsoletos tendrían algún tipo de validez.  Actualmente interesan los resultados, como lo decía el célebre Deng Xiaoping, el ex comunista que empezó la revolución capitalista en China: “No importa de que color es el gato con tal de que cace ratones, es un buen gato”. 
Modelo chileno altamente exitoso y que constituye un claro ejemplo de la aplicación del denominado: Liberalismo Social, o Economía Social de Mercado, que inspiró a otros países latinoamericanos a seguirlo, como son los casos de: Perú, Brasil, Uruguay y Colombia, que año tras año y sin tanta ideología política, no paran de crecer y redistribuir solidariamente el ingreso hacia los más pobres.
Sistema donde el mercado cumple su rol económico de asignación de recursos, producción y consumo; en tanto que el Estado desempeña su papel solidario, distribuyendo el ingreso y la riqueza a las clases más desposeídas.  Economía Social de Mercado, que también fue implantada exitosamente en la Alemania de la posguerra cuando Konrad Adenauer era Presidente y Ludwig Erhard, Ministro de Economía.

Los dos principales postulados del monetarismo liberal o de libre mercado, son los siguientes:

1.       Las economías de mercado se autorregulan, es decir, si se las deja solas, tienden a retornar al pleno empleo (tasa natural o normal de desempleo) por su dinámica propia.
2.       Afirmaban que las políticas macroeconómicas activistas (expansivas), eran parte del problema y  no de la solución.  Así, Friedman y sus seguidores, recomiendan que la clave para una macroeconomía estable radica a su vez en una oferta monetaria estable, y no en una oferta monetaria variable, como lo sostenían los keynesianos.

Pese a sus diferencias conceptuales con Lord Keynes, Milton Friedman señaló en uno de sus videos por internet de la serie norteamericana de los años 70: “Libre para elegir”, que fue una pena que una mente tan brillante como la de Keynes haya muerto poco tiempo después de haberse puesto en vigor sus políticas económicas en los EEUU, pues sin duda él habría sabido qué hacer, para solucionar la mala interpretación de la que fue objeto por parte de sus discípulos, quienes pensaban que el aumento indiscriminado del gasto público en todo tiempo y lugar, era beneficioso para la Economía, desplazándose con esto a la inversión privada, la cual es más ventajosa en el largo plazo, al no necesitarse recursos públicos para financiar el desarrollo, pues éstos son más escasos, son más difíciles de obtener y tienen un mayor costo de oportunidad que aquellos provenientes de la libre iniciativa de los particulares.  Keynes al parecer creía también en el libre mercado, no obstante él afirmaba que el mercado no es perfecto, que tiene fallas y que cuando éstas se presentan (sólo entonces), el Estado debe intervenir en la economía, no siempre, como lo tergiversaron sus seguidores, con las consecuencias inflacionarias que después se generaron.
De allí que existe una opinión bastante extendida dentro del mundo académico de que John Maynard Keynes fue también algo así como un liberal clásico del estilo de John Locke, Thomas Jefferson y Alexis Tocqueville.  Se dice que, igual que estos personajes, Keynes fue un ferviente partidario de la sociedad libre.  Si se alejó de los liberales clásicos en algunos aspectos, fue simplemente debido a que trataba de actualizar la teoría liberal, para adaptarla a las condiciones económicas de los nuevos tiempos.  No obstante, está también la crítica de aquellos liberales que piensan que Keynes no sólo era antiliberal o estatista obsesivo, sino que incluso era socialista y que además deberíamos reformular la Macroeconomía (fundada por Lord Keynes), debido a que ésta presenta terribles yerros como el de manifestar que el consumo es la variable más importante, cuando lo que más interesa es la producción  (A este respecto conviene recordar que no sólo fue Keynes quien dijo que es la demanda la que crea su propia oferta, esto también lo señaló Adam Smith, discrepando en este punto con otro liberal: Jean Baptiste Say).  En este como en otros aspectos de la Economía, el debate sigue abierto, aunque personalmente pienso que Keynes era un defensor del capitalismo, con la diferencia de que su pensamiento admite la intervención del Estado en la economía, cuando el sector privado no lo puede realizar, mejorando además los aspectos sociales, especialmente en países subdesarrollados con tantas carencias materiales. 

Como prueba de lo anterior presento estas frases dichas por Keynes:

“Pienso que modificando el capitalismo, sabiamente, puede volverse probablemente más eficiente para alcanzar los fines económicos que todos los sistemas alternativos hasta el momento, pero este sistema es, en muchos aspectos, extremadamente criticable”;

“Como representante de todo un país, el Gobierno Nacional tiene la obligación de comportarse de manera tal que aumente el ingreso nacional.  El individuo en la búsqueda de sus particulares intereses, es lógico que participe en la economía con el afán de aumentar su propia renta personal.  Como los ingresos y costos individuales y sociales no tienen porque coincidir necesariamente, el Sector Público puede tomar la feliz iniciativa de emprender acciones que beneficien al colectivo de la economía, cuando ninguna persona tenga la predisposición o esté en condiciones de hacerlo”.

Entre 1970 y 1980, la llamada escuela de la “nueva macroeconomía clásica”, encabezada por Robert Lucas de la Universidad de Chicago, Robert Barro de la Universidad de Harvard y otros, llevó aún más lejos la oposición monetarista a las ideas keynesianas, argumentando con más fuerza que el propio Friedman, que las economías de mercado se autorregulan y que las políticas gubernamentales no resultan efectivas para estabilizar de modo automático la economía. 

Los defensores de esta teoría recurrieron al concepto de las “expectativas racionales”, para justificar su posición.  Ideas motivantes, pero altamente polémicas, que han sido objeto de toda clase de mitos y leyendas acerca del liberalismo y de la economía de mercado. 
Liberalismo y economía de mercado que para satanizarlas, restarles credibilidad y diferenciarlas de la doctrina de Adam Smith y Milton Friedman, la llamaron y la denominan: “neoliberalismo”, que en realidad no existe, que es sólo una argucia mercadológica utilizada políticamente para privilegiar el poder omnímodo del Estado y no realizar reformas estructurales de largo plazo que permitan el desarrollo armónico y sostenido, como sí lo han hecho en cambio, los países que hoy disfrutan de una mejor calidad de vida, gracias a la economía de mercado socialmente responsable, donde mercado y Estado no compiten, se complementan y se ayudan, cada quien en lo suyo.  El mercado en los temas económicos y el Estado en los aspectos sociales.  En palabras simples, el Estado está para atender a los sectores más necesitados en las etapas iniciales del desarrollo, pero sin intervenir de manera agresiva y pertinaz en la Economía, estorbando a la empresa privada, en vez de apoyarla con medidas de corte pragmático.
Aspectos en los que existe incluso, un debate interesante en la propia corriente liberal.  Hay quienes sostienen que el Estado está solo para regular, para vigilar que se cumplan los contratos.  No obstante considero que en países subdesarrollados, sí se requiere la intervención del Estado como regulador y como actor directo, exclusivamente en los sectores sociales, pero no en la Economía.  Eso lo dice la voz de la historia, países concretos antes subdesarrollados y hoy creciendo sostenidamente como los “tigres latinos”: Chile, Brasil, Perú, Uruguay y Colombia, por ejemplo.

Después de muchos años de la muerte de Keynes, hay una conclusión resumida acertadamente por Jeffrey Sachs & Felipe Larraín, en su obra: “Macroeconomía en la Economía Global”, que la transcribo a continuación, por ser de mucha importancia para el entendimiento de esta moderna ciencia:
“Aún cuando fue una contribución seminal, la “teoría general” de Keynes no era suficientemente general.  Keynes centró sus propuestas en los shocks de la economía originados en los desplazamientos de la inversión; en la actualidad reconocemos que la economía es igualmente vulnerable a muchos otros tipos de shocks.  En tanto Keynes destacaba que una economía no es necesariamente capaz de ajustarse a un shock adverso –esto es, no podría mantener altos niveles de producción y bajos niveles de desempleo-, sabemos ahora que la capacidad de una economía para ajustarse depende, en forma sustancial, de sus instituciones económicas y que éstas varían de un país a otro”.  (Fuente: “Macroeconomía en la Economía Global”.  Jeffrey Sachs & Felipe Larraín).

Autores e investigadores macroeconómicos tradicionales como: Rudiger Dornbusch y Stanley Fischer, llegaron a la conclusión que el modelo keynesiano es útil en el corto plazo y el modelo clásico liberal, lo es en el largo plazo.  En tal sentido, los economistas científicos y pragmáticos emplean tanto medidas de corte clásico-liberal, como política keynesiana, según las circunstancias específicas y particulares por las que esté atravesando la economía.  Así, en épocas recesivas, es el Estado el llamado a intervenir en la economía, pero una vez que ésta se recupera, necesariamente se deberán emplear los instrumentos doctrinarios de la teoría liberal para conseguir desarrollo económico de largo plazo, sin tensiones inflacionarias; a las que lamentablemente conllevaría, la utilización indiscriminada de la política keynesiana tergiversada, por la vía del déficit fiscal crónico y recurrente. 
Finalmente, la voz de la historia es unánime en manifestar que el liberalismo tiene sus mayores éxitos en el control de la inflación por la vía de la disciplina monetaria, mientras que el keynesianismo es útil para, mediante una política fiscal inteligente, salir de las crisis económicas en el corto plazo, pues como lo decía el propio Keynes: “en el largo plazo todos estaremos muertos”, reconociendo así implícitamente que su teoría sólo sirve para breves períodos de tiempo.

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