domingo, 7 de agosto de 2011

La crisis de deuda en EEUU (Por: Paul Krugman)


El Presidente se rinde.


El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal está a punto de ser aprobado. Si esto sucede, muchos comentaristas anunciarán que se ha evitado la catástrofe. Se estarán equivocando.
Porque el acuerdo en sí, según la información disponible, es una catástrofe, y no sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El acuerdo perjudicará a una economía que ya está en recesión, probablemente agrave aún más el eterno problema del déficit norteamericano y, lo que es más importante todavía, al demostrar que la extorsión descarada funciona y no tiene costo político, arrastrará a Estados Unidos por el camino de las repúblicas bananeras.
Empecemos por la economía. En este momento, el país atraviesa una profunda depresión. Es casi seguro que la economía seguirá fuertemente deprimida durante todo el año que viene. Y es muy probable que la depresión continúe también durante 2013, o incluso más allá.

Lo peor que se puede hacer en una coyuntura como ésta es recortar el gasto público, porque sólo deprimirá la economía aún más. No escuchen a esos que invocan al hada de la confianza de los mercados, que aseguran que las enérgicas medidas presupuestarias transmitirán tranquilidad a los inversores y los consumidores y lograrán que gasten más. Las cosas no funcionan así: está demostrado por numerosos estudios de los registros históricos.

De hecho, recortar el gasto con la economía deprimida ni siquiera aliviará mucho la situación presupuestaria, y hasta podría agravarla. Por un lado, las tasas de interés con las que se endeuda el gobierno federal son muy bajas, así que un recorte del gasto ahora no hará mucho por reducir el costo de los intereses futuros. Por otro lado, debilitar la economía ahora también dañará sus perspectivas a largo plazo, reduciendo a su vez los ingresos futuros. Así que esos exigentes recortes del gasto de la actualidad son como esos médicos medievales que trataban al enfermo con sangrías y sólo conseguían enfermarlo aún más.
Y después están los términos del arreglo, que equivalen a una abyecta rendición por parte del presidente Obama. Primero, habrá enormes recortes del gasto público, sin aumentos de los ingresos. Luego un panel recomendará futuras reducciones del déficit, y si esas recomendaciones son aceptadas, habrá otros recortes del gasto.
Supuestamente, los republicanos tendrán incentivos para hacer concesiones en la próxima ronda, porque los gastos en defensa están en la mira de los recortes. Pero el Partido Republicano acaba de demostrar que está dispuesto a dejar que se produzca un colapso financiero a menos que su ala más dura obtenga todo lo que quiere. ¿Por qué esperar entonces que sean más razonables la próxima vez?
De hecho, lo más probable es que los republicanos se envalentonen por el modo en que Obama sigue retrocediendo frente a sus amenazas. Ya se rindió en diciembre, cuando extendió todos los recortes impositivos de George W. Bush, y se ha rendido ahora y a gran escala frente a la descarada extorsión sobre el techo de endeudamiento. Tal vez sea yo, pero acá veo un patrón de conducta.
¿Tenía el presidente alguna alternativa esta vez? Sí. Para empezar, podría y debería haber pedido un aumento del techo de endeudamiento allá en diciembre pasado.
Cuando le preguntaron por qué no lo hizo, respondió que estaba seguro de que los republicanos actuarían con responsabilidad. Genial decisión.
Incluso ahora, el gobierno de Obama podría haber recurrido a maniobras legales para sortear el techo de endeudamiento, para lo cual contaba con numerosas opciones. En circunstancias normales, habría sido un recurso extremo. Pero frente a la realidad de lo que está pasando, es decir, una extorsión descarada de parte de un partido que, después de todo, sólo controla una de las cámaras del Congreso, habría sido totalmente justificable.
Como mínimo, el presidente podría haber usado la opción de la artimaña legal para fortalecer su posición en las negociaciones. Sin embargo, hizo todo lo contrario: descartó todas esas opciones desde el principio.
¿Pero endurecer su postura no hubiese provocado preocupación en los mercados? Probablemente no. De hecho, si yo fuera un inversionista y viera que el presidente está dispuesto y es capaz de plantarse ante la extorsión de la extrema derecha, me sentiría más tranquilo, y no más preocupado. En cambio, Obama eligió mostrar lo contrario.
 
Todos pierden
Que nadie se equivoque: lo que estamos presenciando es una catástrofe en todos los planos.
Es, por supuesto, una catástrofe política para los demócratas, que hace apenas unas semanas parecían haber dejado en retirada a los republicanos y sus planes para desmantelar Medicare; ahora Obama arrojó todo a la basura. Y el daño continúa: habrá más situaciones embudo en las que los republicanos tendrán ocasión de amenazar con generar una crisis a menos que el presidente se rinda, y ahora pueden actuar confiados en que así será.
A la larga, sin embargo, los demócratas no serán los únicos perdedores. Lo que los republicanos lograron al salirse con la suya es poner en duda todo el sistema de gobierno. Al fin y al cabo, si es el partido dispuesto a ser más despiadado, dispuesto incluso a poner en peligro la seguridad económica de la nación, el que logra dictar las políticas de Estado, ¿cómo va a funcionar la democracia norteamericana? La respuesta: quizá no funcione.


FUENTE: Tomado del diario norteamericano "The New York Times"
COMENTARIO: La crisis de deuda en EEUU motivada por la reducción de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal, como les mostré en un artículo anterior, pretende ahora ser combatida a través de una reducción del Gasto Público, algo sumamente contrario a la teoría económica, por lo que la depresión económica en Norteamérica se ahondará aún más.  Eso lo dice la respetada voz del keynesiano Paúl Krugman,  ex Premio Nobel de Economía en 2008... Visión con la que comparto íntegramente, porque si se disminuye el gasto público en épocas recesivas, simplemente no existirán inversionistas privados dispuestos a reactivar la producción y el empleo, el único que puede hacerlo en estas circunstancias, es el Estado.  
Se requiere más pragmatismo y menos ideología (esta vez de extrema derecha), para levantar de su postración al gigante del norte.  En otras palabras, los políticos norteamericanos, aplicaron keynesianismo cuando había que aplicar liberalismo en épocas pasadas y hoy por hoy, quieren aplicar liberalismo, cuando se requiere volver a leer a Keynes y sus recetas para salir de la Depresión, como en 1930.  
El pragmatismo económico, no tiene ideología, es científico.  La clave está en saber utilizar la ciencia, según las circunstancias específicas.  Hoy por hoy, se requiere aplicar keynesianismo, es decir, no reducir el gasto público, aumentarlo más bien o en su defecto disminuir los impuestos.

 

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