sábado, 6 de agosto de 2011

CRÍTICA AL LIBRO: "LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA"

Mendoza, Montaner y Vargas Llosa al referirse a la teoría de la dependencia, señalan lo siguiente: “Al buscar explicar porqué no se había cumplido la predicción de Marx sobre el colapso del capitalismo, Lenin edificó la más grande mentira del siglo XX: somos pobres por que los países ricos nos explotan.  El desarrollo de las metrópolis tendría como condición el atraso y la pobreza de los países dependientes.  Así, pues, podemos estar tranquilos: la culpa no es nuestra”.[1]

Debido a la teoría de la dependencia y al libro escrito por Eduardo Galeano: “Las venas abiertas de América Latina”, en donde este escritor uruguayo, transfiere toda la culpa del subdesarrollo latinoamericano a la colonización española y portuguesa de nuestro continente.  Acusando a los conquistadores, de haber saqueado el continente americano llevándose nuestro oro, nuestra plata y nuestros minerales, existe una visión extremadamente miope en algunos sectores incluso académicos a nivel continental.  Así pues, Galeano afirma que ahora el proceso de expropiación de nuestra riqueza continúa, a través de la maléfica situación a la que “nos ha confinado el comercio internacional” (visión determinista, es decir, nos ha impuesto el “imperialismo”), esto es, a la producción y exportación de materias primas de poco o nulo valor agregado, en tanto que debemos importar bienes con mayor valor añadido, desde las metrópolis. 

Galeano señala en su libro, “Las venas abiertas de América Latina”, lo siguiente: “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.  Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta.  Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.  Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrotaba a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata.  Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el Progreso, «hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval. Estamos en plena época de la libre comercialización... » Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios…” 

FUENTE: http://usuarios.lycos.es/politicasnet/galeano.htm

Si creemos en este discurso derrotista y tercermundista de Galeano, jamás saldremos adelante ¡Qué habría sido de Chile o de los tigres asiáticos, si le hubieran hecho caso a  este mensaje!, porque ellos también antes, eran países subdesarrollados;  a los que nadie les “impuso” la producción de tal o cual bien, servicio o mercancía; simplemente estas naciones, decidieron abrirse al comercio internacional, basados en sus ventajas comparativas y les ha ido bastante bien. 
Determinados políticos, académicos, intelectuales y gente común, ven con muchísimo recelo a las empresas transnacionales, a quienes las acusan de ser un instrumento de dominación de la metrópoli, que vienen a saquear nuestros recursos y a expropiarnos de nuestra legítima riqueza. “¡Somos soberanos y por tanto nada de capital extranjero!”, dicen los más radicales apologistas del socialismo y del Estado proteccionista.  Sin embargo, ninguno de los países hoy desarrollados ha renegado del capital foráneo, al contrario, más bien lo que han hecho es atraerlo, mediante reglas claras del juego y una macroeconomía sana y equilibrada.  La inversión, sea nacional o extranjera, aumenta la producción nacional, genera plazas de empleo e incluso aumenta las recaudaciones tributarias para el fisco, vía impuestos, tasas y demás contribuciones; a más de la transferencia tecnológica y el “know how” (saber hacer) administrativo y de procedimientos, que la implantación de una multinacional, trae aparejada.  
¡No seamos ideológicos, seamos pragmáticos!, solo así saldremos del subdesarrollo y de la pobreza.  Sigamos el ejemplo de otros países que ya han conseguido su “visa al desarrollo”.  No copiemos los malos ejemplos del socialismo cubano, porque eso sólo empeorara las condiciones de vida de los más pobres.  Adicionalmente, intentar sustituir las importaciones a la ligera, en base a criterios políticos y no técnicos, lo único que conseguirá será aislarnos más del concierto internacional.  Tenemos un mercado reducido domésticamente, más bien lo que debemos hacer es importar tecnología, como lo hicieron los países asiáticos, debemos además mejorar la educación del país, declarándole la guerra a muerte a la mediocridad y a la politización de los centros de educación nacionales, renovando los programas de estudio, con materias de actualidad, reforzando el conocimiento de inglés, el aprendizaje de la computación, priorizando la formación técnico-científica, antes que la meramente sociológica. 
 
FUENTE: Visa al Desarrollo, Pablo Zambrano Pontón... pronto en circulación

[1] Mendoza, Montaner y Vargas Llosa.  Op. Cit. Página 24

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