martes, 8 de marzo de 2011

CRÍTICA A LA TEORÍA MARXISTA. (BOHM BAWERK)

LA ESCUELA AUSTRÍACA: EUGEN BöHM BAWERK (1851-1914)

Foto: Eugen Böhm-Bawerk crítico de K. Marx y de su teoría político-sociológica.  (Fuente: http://br.librarything.com)
Economista y político austrohúngaro que contribuyó de forma destacada al desarrollo de la Escuela Austríaca de Economía.  Leyó los Principios de Economía de Carl Menger, del que se convirtió en un firme partidario, aunque no fue alumno suyo.  Schumpeter afirmaba que Böhm-Bawerk "era un discípulo tan entusiasta de Menger que no era necesario buscar otras influencias en su obra."  Desde 1881 hasta 1889 fue profesor en Innsbruck donde publicó dos de los tres volúmenes de su principal obra: “Capital e interés”
En 1895 fue nombrado Ministro de Finanzas en el gabinete dirigido por Ernest von Körber, cargo que desempeñó varias veces a lo largo de los siguientes años, siendo el período más largo el que fue de 1900 a 1904. Como ministro, defendió con fuerza el patrón oro y la idea del presupuesto equilibrado, sin ninguna ayuda del Banco Central.
En 1902 eliminó las subvenciones al azúcar que habían sido una característica de la economía austríaca durante doscientos años. Dimitió en 1902 en desacuerdo con el déficit fiscal provocado por las necesidades del ejército austríaco. El historiador económico Alexander Gerschenkron le consideró culpable del atraso económico austriaco por su negativa a financiar obras públicas. Sin embargo, Schumpeter alabó sus esfuerzos por lograr la estabilidad financiera del país.  En 1904 volvió a la cátedra en la Universidad de Viena donde tuvo como alumnos a Joseph Schumpeter, Ludwig von Mises y Henryk Grossman.  Murió en 1914.
Aunque fue un economista liberal, estuvo alejado de las posiciones radicales libertarias que algunos de los pensadores de la Escuela Austríaca de Economía sugieren hoy en día.  Dejó escrito que la libre competencia sin ningún tipo de límites llevaría al caos en la producción y el consumo.  También argumentó incisivas críticas contra la obra de Karl Marx. 
FUENTE: http://es.wikipedia.org/wiki/
Böhm-Bawerk refutó a Marx su teoría de la “explotación capitalista”, en los siguientes términos:
Marx comienza a construir su teoría invocando la autoridad de Aristóteles: "No puede existir cambio sin igualdad, ni igualdad sin conmensurabilidad".  Por tanto, según Marx, en las dos cosas intercambiadas tiene que existir "un algo común y de la misma magnitud".  Aquí Böhm-Bawerk detecta el primer error: en realidad, el valor no es intrínseco a las cosas, sino algo subjetivamente apreciado por cada individuo según su situación y necesidades (como ya lo dijo su maestro: Carl Menger).  En efecto, un intercambio tiene lugar sólo si ambas partes valoran en menor medida lo que ceden que lo que obtienen. Para poner a prueba la teoría marxista, Jim Cox planteaba la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces ha ido el lector al mercado a cambiar un billete de un dólar por otro billete idéntico y luego otra vez y otra…? Desgraciadamente, la teoría de la igualdad de valor intrínseco de las cosas intercambiadas es pilar básico, tanto de la terrible teoría mercantilista -según la cual, en el intercambio, si alguien gana es porque el otro pierde-, como en el no menos pernicioso movimiento contemporáneo que denuncia el "comercio injusto" Norte-Sur. Un estudiante de lógica sabe que cualquier conclusión obtenida a partir de una premisa falsa o de un razonamiento falaz carece de valor científico.  Pero no es que Marx deduzca coherentemente todo su sistema a partir de esta única falsedad, es que los errores y las falacias se multiplican a cada paso. Prosigamos.
Para investigar ese "algo común" característico del valor de cambio, Marx repasa las diversas cualidades que poseen los objetos equiparados por medio del cambio.  Eliminando y excluyendo aquellas que no resisten la prueba, se queda sólo con una que, según él, sí pasa el examen: "ser productos del trabajo".
Sin embargo, Marx hace trampa y Böhm-Bawerk lo evidencia. En primer lugar, es falso que todos los bienes intercambiados sean productos del trabajo. Por ejemplo, los recursos naturales tienen valor y son intercambiados, pero no son producto de ningún trabajo.  Es falso que esa sea la única característica común que pueda encontrarse en los bienes que son objeto de intercambio. "¿De veras estos bienes no tienen otras cualidades comunes como su rareza en proporción a la demanda?", es decir, la cualidad de presentarse en cantidades insuficientes (Ley de la escasez) para satisfacer todas las necesidades que de ellas tiene el ser humano, o "la de haber sido apropiadas por el hombre" precisamente por esa causa, o "la de ser objeto de oferta y demanda", se pregunta Böhm-Bawerk. Decídalo el lector. Marx incide en el error: "si los bienes que son intercambiados sólo tienen en común la cualidad de ser productos del trabajo, entonces el valor de cambio vendrá determinado por la cantidad de trabajo incorporado en la mercancía".  Marx descarta las "excepciones" como algo insignificante.  Böhm-Bawerk examina esas "pocas excepciones sin importancia".  Al final vemos que éstas predominan de tal modo que apenas dejan margen a la "regla".  Se incluirían, por ejemplo, los bienes que no pueden reproducirse a voluntad como obras de arte y antigüedades, toda la propiedad inmueble (¿cómo explica Marx que un edificio, construido por los mismos obreros con los mismos materiales, en la Av. González Suárez (zona exclusiva del norte de Quito) valga cinco veces más que el mismo edificio construido en un populoso barrio como Chillogallo, al sur de la capital del Ecuador?), los productos protegidos por patente o derechos de autor o los vinos de calidad (las horas de trabajo empleadas para producir el vino Vega Sicilia -la marca de uno de los vinos españoles más reconocidos a nivel internacional- son más o menos las mismas que se emplean en producir un vino peleón –el de menor calidad- cien veces más barato). ¿Y qué decir de los productos objeto de trabajo cualificado, provenga esta cualificación de la preparación profesional o de las dotes innatas? Aunque Marx sostenga que ésta última no es una excepción, sino una variante pues según él, "el trabajo complejo es trabajo simple potenciado o multiplicado", Böhm-Bawerk advierte que para explicar la realidad no interesa lo que los hombres puedan fingir que es, sino lo que real y verdaderamente es.  ¿Puede alguien en su sano juicio afirmar con toda seriedad que dos horas de trabajo de un cantante de opera tienen idéntica esencia que sesenta horas de trabajo de un enfermero?, ó ¿qué dos horas del tiempo trabajado por un futbolista como Lionel Messi, tengan idéntica valoración de mercado que 200 horas laboradas por un economista?
Comentario: Esto último disgusta a varios profesionales de diferentes ramas del conocimiento, quienes dicen haberse sacrificado muchas horas de su tiempo, como para que ahora un “simple” futbolista, gane más.  Queridos amigos, así funciona el mercado, los bienes (o servicios, como en este ejemplo el fútbol), más escasos tienen una mayor valoración, en relación con los que más abundan.  Además, los bienes más demandados tienen un mayor precio de mercado.  En tal sentido, la escasez de buenos futbolistas y la demanda por un espectáculo de alto nivel como el fútbol, hace que, guste o no, el sueldo mensual de Lionel Messi, supere con creces el sueldo mensual de un profesional tradicional, por más brillante que éste sea.  Además no se enojen, consideren que el fútbol es una carrera corta, a diferencia de las otras labores propias de la acción humana.
Hay una excepción de tal calibre, que en la actualidad incluye al 95 por ciento de los bienes. Se trata de todas aquellas mercancías producidas con el concurso de capital o, mejor dicho, aquellos bienes en los que el tiempo ha jugado un papel importante en el proceso productivo.  Puesto que Marx construye su teoría de la plusvalía apoyándose sobre estos bienes -considera que no constituyen una excepción, sino la confirmación de la explotación capitalista- vamos a examinarlos con detalle.
Para Marx, tanto el beneficio, como el interés del capital provienen de la explotación del trabajador. Veamos como trata de probarlo. Como hemos visto, Marx mantiene por un lado que los bienes se cambian en el mercado según el trabajo que llevan incorporado -lo cual se ha probado que es falso-, pero como, según él, el trabajador no recibe el producto íntegro de su trabajo -la segunda tesis cuya falsedad también demostraremos-, sino tan sólo el salario mínimo de subsistencia, el capitalista puede apropiarse del excedente producido. Dice Marx: "El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de los medios de existencia de que tiene necesidad el obrero para seguir vivo como obrero.   Por consiguiente, lo que el obrero recibe por su actividad es estrictamente lo que necesita para mantener su mísera existencia y reproducirla".
Para respaldar esta segunda tesis, Marx apela al prestigio de la Escuela Clásica.  Marx cita a Adam Smith:
"En el estado original de cosas, que precede tanto a la apropiación de la tierra como a la acumulación de capital, el producto íntegro del trabajo pertenece al trabajador. No existen ni terratenientes, ni patrón con quienes compartir.  Si hubiese continuado este estado de cosas, los salarios de los trabajadores habrían aumentado con todas las mejoras de la productividad a que la división del trabajo da lugar"

Marx también invoca la "ley de hierro de los salarios" avanzada por David Ricardo y refrendada por Lasalle.  Para Ricardo, los salarios no pueden elevarse permanentemente por encima del nivel de subsistencia, ya que en tal caso se produce un incremento de población.  Esto obliga a cultivar tierras cada vez menos fértiles con lo que se eleva el costo de producción del cereal -medio de subsistencia por antonomasia del obrero y base de toda la teoría ricardiana de la renta.

Finalmente, Marx se refiere a la teoría clásica, según la cual el valor de cambio o precio, coincide con el costo de producción.  Para Marx, el costo de producción del trabajo, es el costo de subsistencia del trabajador. El origen de la plusvalía radicaría pues en "la diferencia entre el costo de la fuerza de trabajo y el valor que ésta puede crear".  Es decir, el obrero trabaja diez horas, pero sólo cobra lo producido en dos.  De las otras ocho se apodera el capitalista.

CRÍTICA DE LA TEORÍA DE LA PLUSVALÍA

                Vamos a examinar a continuación las principales falacias incluidas en estos últimos argumentos.  Aunque Böhm-Bawerk no se detiene a criticar la sentencia de Adam Smith -incluso aceptando este marco teórico, este economista austriaco, es capaz de demostrar la falsedad de la teoría de la explotación y explicar el verdadero fundamento del interés del capital-, adicionalmente hay una doble falsedad que se oculta en la tesis de que el salario sería la forma original y primaria de ingreso, emergiendo el beneficio posteriormente como diferencia entre ingreso y salario.
Primero: si definimos el salario como la retribución al trabajo dependiente (la definición que Marx siempre utiliza), es imposible que éste exista en la etapa pre-capitalista.  El salario surge con el capitalismo.  Los ingresos que los "trabajadores" percibían anteriormente -por ejemplo en el caso de granjeros o artesanos- no eran salarios, sino beneficio empresarial en la terminología marxista, pues eran los propietarios de la producción los que la vendían en el mercado, quienes organizaban el proceso productivo y aportaban los instrumentos materiales que lo hacían posible. Lo mismo cabe decir de los comerciantes, que compraban mercancía para revenderla con beneficio. Es evidente que cuando se compra mercancía no se paga salario y que tampoco se cobra cuando se vende. Los comerciantes compraban lo que en la jerga marxista se denomina capital constante, y éste, como veremos, no puede producir beneficio.

                Segundo: Marx, parecería despreciar los efectos decisivos que, para la división del trabajo y el incremento de la productividad, tienen la propiedad privada, la acumulación de capital y la función empresarial.  En realidad la "época dorada" a la que parece referirse Marx, sería el paleolítico, en donde hordas de salvajes sub humanos se dedicaban exclusivamente a la depredación -caza y recolección, sin que existiese nada parecido a una transformación de recursos en etapas sucesivas para lograr bienes distintos de los que ofrecía la naturaleza en estado salvaje.  La revolución neolítica que introduce el cultivo agrícola y la ganadería y que eleva al primate a la condición de hombre, se basó en una institución fundamental: la propiedad privada.

                Por lo que a la ley de hierro de los salarios se refiere, ésta no se basaba tanto en el hecho de que los trabajadores son explotados (por tanto queda fuera del análisis de Böhm-Bawerk) y no perciben íntegramente el fruto de su trabajo -Ricardo no parece compartir esta tesis-, sino en la aplicación combinada de dos principios: la ley de los rendimientos marginales decrecientes en la agricultura y las ideas que sobre el crecimiento de la población había avanzado Thomas Malthus: "la población de los seres vivos tiende a expandirse hasta el límite en el que los recursos disponibles no pueden garantizar más que el mínimo de subsistencia”. Estas ideas, que han sido refutadas por los hechos en todos los países de Occidente, también han sido contestadas en el campo teórico.

                La ley de los rendimientos marginales decrecientes establece que si se aumenta la cantidad empleada de un factor de producción, manteniéndose constantes las cantidades empleadas del resto de factores, la cantidad producida, aumenta, a partir de cierto momento, en proporciones cada vez menores.  Es verdad que existe una ley de rendimientos marginales decrecientes, no sólo en la agricultura, sino en todos las áreas de la producción (si no existiese, o bien toda la producción se concentraría en un metro cuadrado, o bien no haría falta acumular capital, o todo el trabajo del mundo podría ser realizado por un solo operario), pero -y esto es lo importante- dicha ley convive con otras verdades económicas, como que la división del conocimiento y la acumulación de capital mejoran las técnicas de producción y, por tanto, incrementan la productividad.  Hayek tenía mucha razón cuando decía que debemos optar entre ser pocos y pobres o muchos y ricos. Es difícil determinar cuál es el volumen óptimo de población en cada momento, aunque advertimos que los seres humanos son bastante racionales - a diferencia de los animales- a la hora de regular la población, mediante lo que se conoce como paternidad responsable, es decir, no traer al mundo hijos a los que no se tenga la oportunidad de proporcionar una vida tan cómoda, al menos, como la que disfrutan sus progenitores.

VALOR Y COSTO DE PRODUCCIÓN

                Es la idea de que el costo de producción determina el valor de cambio o precio del producto sobre la que Böhm-Bawerk recrudece sus críticas.  En realidad, ninguna actividad de tipo industrial o de cualquier otro orden puede conferir valor al bien o servicio producido. El valor brota posteriormente de las apreciaciones subjetivas de la gente.  Es la intensidad de la apetencia del consumidor la que determina el valor de bienes y servicios. Es importante subrayar que lo que el consumidor valora, no es la totalidad de bienes que existen en el universo (toda el agua o el pan del mundo), sino solamente la unidad o unidades (una botella, una barra) sobre los que ha de decidir.  Los que puede o no adquirir y los que puede o no ceder a cambio.

                A partir de esta genial observación -a nosotros nos parece evidente una vez presentada-, Carl Menger y luego su discípulo Böhm-Bawerk, construyen una teoría completa de precios y costos. Si los bienes de consumo se valoran de acuerdo con la necesidad que satisface o deja de satisfacer la unidad de cada bien sobre la que tenemos que decidir, los factores de producción se valoran según su aptitud para proporcionarnos aquellos bienes, esto es, según su productividad.  Aquí también hablamos de unidades concretas y "marginales", o adicionales (están en el "margen" o umbral de ser o no adquiridas o cedidas) y no de la totalidad que de ese factor existe en el mundo.  Cada unidad de factor es así valorada de acuerdo con su utilidad marginal.    

                La Ciencia Económica tradicionalmente había clasificado los factores de producción en tres grandes grupos: tierra, trabajo y capital. La genial aportación de Böhm-Bawerk consistió en descubrir la auténtica esencia del capital recurriendo al análisis de un factor ignorado: el tiempo. Veamos como el austriaco se sirve del tiempo para desarticular la teoría de la explotación.  Una cosa es que deba pertenecer al obrero el producto íntegro de su trabajo o su valor correspondiente -lo cual Böhm-Bawerk y cualquiera acepta- y otra que el obrero deba percibir ahora todo el valor futuro de su trabajo. Los socialistas marxistas pretenden, si llamamos a las cosas por su nombre, que los obreros perciban a través del contrato de trabajo más de lo que producen, más de lo que obtendrían si trabajasen por cuenta propia. Böhm-Bawek ilustra el argumento con algunos ejemplos:

                "Imaginemos que la producción de un bien, por ejemplo de una máquina de vapor, cueste cinco años de trabajo, que el valor de cambio obtenido de la máquina terminada sea 5.500 florines y que intervengan en la fabricación de la máquina cinco obreros distintos, cada uno de los cuales ejecuta el trabajo de un año. Por ejemplo, que un obrero minero extraiga durante un año el mineral de hierro necesario para la construcción de la máquina, que el segundo dedique otro año a convertir ese mineral en hierro, el tercero a convertir el hierro en acero, que el cuarto fabrique las piezas necesarias y el quinto las monte y dé los toques finales a ésta. Según la naturaleza misma de la cosa, los cinco años de trabajo de nuestros obreros no podrán rendirse simultánea, sino sucesivamente y cada uno de los siguientes obreros sólo puede comenzar su trabajo una vez hayan culminado el suyo los obreros anteriores. ¿Qué parte podrá reclamar por su trabajo cada uno de los cinco copartícipes, con arreglo a la tesis de que el obrero debe percibir el producto íntegro de su trabajo?

                Si no existe un sexto elemento extraño que anticipe las retribuciones, deberán tenerse en cuenta dos puntos absolutamente seguros. El primero es que no podrá efectuarse el trabajo hasta pasados cinco años. El segundo es que los obreros pueden repartirse los 5.500 florines. Pero, ¿con arreglo a qué criterio? No por partes iguales, como a primera vista pudiera parecer, pues ello redundaría considerablemente a favor de aquellos obreros cuyo trabajo corresponde a una fase posterior del proceso productivo y en perjuicio de los que han aportado su trabajo en una fase anterior. El obrero que monta la máquina percibiría 1.100 florines por su año de trabajo inmediatamente después de terminado éste; mientras, el minero no obtendría su retribución hasta pasados cuatro años. Y como este orden de preferencia no puede ser en modo alguno indiferente a los interesados, todos ellos preferirían el trabajo final y nadie querría hacerse cargo de los trabajos iniciales. Para encontrar quien aceptase éstos, los obreros de las fases finales se verían obligados a ofrecer una participación más alta a sus compañeros encargados de los trabajos preparatorios. La cuantía de esta compensación dependería de dos factores: la duración del aplazamiento y la magnitud de la diferencia existe entre la valoración de los bienes presentes y futuros. Así por ejemplo si esta diferencia fuese del 5 por ciento anual, las participaciones se graduarían: 1.200 florines para el primer obrero, 1.150 para el segundo, 1.100 para el tercero, 1.050 para el cuarto y 1.000 para el quinto.

                Sólo podría admitirse la posibilidad de que los cinco cobrasen la misma suma de 1.100 florines partiendo del supuesto que la diferencia de tiempo les fuese indiferente.  Pero, si realmente el tiempo fuera indiferente a la hora de determinar el valor y por tanto la cuantía de la retribución, a los obreros les daría igual cobrar el día siguiente a la terminación de su tarea que transcurridos cinco años y, si esto fuera así, les daría igual cobrar a los cinco años que pasados cincuenta, cien o mil. (No me cabe duda de que todos los empresarios subirían muy generosamente los sueldos a quienes esperasen un largo tiempo para cobrar). En realidad, el interés no es la retribución por la abstinencia -la tesis de Nassau Senior ridiculizada por Lasalle-, ni la apropiación del trabajo del obrero -como dicen los socialistas-, sino la manifestación en el mercado de un presupuesto de la acción humana, a saber, que los seres humanos desean alcanzar sus fines cuanto antes. De no ser así, se optaría siempre por los procesos materialmente más productivos, cualquiera que fuese el tiempo que éstos requiriesen hasta completarse, llegándose a un punto en que desapareciese la producción de bienes de consumo, pues todos los factores se emplearían en investigación, desarrollo y acumulación de capital”.

                Seguimos con el ejemplo: "Supongamos ahora que los obreros, como ocurre en la realidad, no puedan o no quieran esperar para recibir su salario a que termine el proceso productivo y que entren en tratos con un empresario para obtener de él un salario a medida que vaya rindiendo su trabajo, a cambio de lo cual el empresario adquiere la propiedad del producto.  Supongamos que este empresario sea una persona exenta de todo sentimiento egoísta. (…) ¿En qué condiciones se establecería el contrato de trabajo? No cabe duda de que el trato por los obreros sería absolutamente justo si el empresario les paga como salario exactamente lo mismo que recibirían como parte alícuota en el caso de organizar la producción directamente y por cuenta propia. En este caso 1.000 florines inmediatamente después de terminar su trabajo, que era lo que percibía el obrero que cobraba inmediatamente. Puesto que los cinco obreros aportan exactamente el mismo trabajo, lo justo será que perciban el mismo salario".

                Existen otros ejemplos aún más contundentes. Supongamos que un vino necesita madurar en la barrica durante veinte o cuarenta años para alcanzar una calidad extraordinaria. Los cultivadores, recolectores y pisadores de la uva, no pueden cobrar hasta pasadas decenas de años salvo que un capitalista les adelante su retribución. Si quieren cobrar inmediatamente después de finalizar su tarea, deberán hacerlo no conforme al valor del vino ya maduro, sino de acuerdo al valor del vino sin edad que es notablemente inferior. Si alguien les anticipa sus retribuciones y luego vende el vino pasados cuarenta años, ¿De verdad creen los socialistas comunistas que dicho empleador debe buscar a sus antiguos operarios y retribuirles con los intereses del capital? Y si el vino se malogra o cae de valor debido a cambios en el gusto de los consumidores, ¿tendría sentido que les persiguiese para exigirles el reembolso de lo cobrado?

CAPITAL CONSTANTE Y CAPITAL VARIABLE
                Marx decía que el beneficio y el interés capitalista procedían del trabajo realizado y no retribuido.  Por tanto la composición del costo de producción era determinante a la hora de calcular el rendimiento del capital. Si en el costo de producción había muchos salarios y poco aprovisionamiento de materiales habría más beneficio que si sólo se compraban y revendían éstos. Según Marx, sólo el capital empleado en pagar salarios a los trabajadores podía producir beneficio. Marx llamó a esta parte capital variable; era variable porque crecía merced a la explotación de los obreros.  Por su parte, el dinero empleado en adquirir materiales y maquinaria no era capaz de generar plusvalía.  Hay que recordar que ya se habrían vendido según el trabajo incorporado, dejando la plusvalía en poder del vendedor.  Marx llamó a esta parte, capital constante.

                Por consiguiente, Marx se apartaba de la teoría económica clásica, la cual sostenía que la tasa de rendimiento del capital tendía a ser constante cualquiera que fuese su composición.  Puesto que los clásicos -Smith, Ricardo, Mill- propugnaban la teoría del valor derivada del costo de producción, su fórmula determinante del valor de cambio o precio era: capital constante + capital variable + tasa de rendimiento medio. (En realidad Menger y Böhm-Bawerk habían demostrado que la causalidad iba en sentido inverso.  Los costos de los factores se formaban a partir del precio que se esperaba obtener.)

                La gran innovación del primer volumen de El Capital era, pues, la nueva fórmula del precio de equilibrio: capital constante + capital variable + plusvalía, siendo ésta última mayor o menor según el porcentaje relativo de capital variable, respecto del capital fijo. Dicho de otra forma, cuantos más obreros y menos máquinas interviniesen en la producción mayor beneficio se obtenía y viceversa.  De este principio Marx deducía su teoría de la crisis capitalista, más y más aguda conforme crece la acumulación de capital y caen los beneficios.

                Sin embargo, ya vimos que Marx se daba cuenta de que su fórmula no se veía respaldada por la realidad. En una huida hacia delante, calificó esta contradicción de "aparente" y prometió resolverla en el tercer volumen. Aunque Marx falleció sin publicarlo, Engels sí lo hizo a partir de su manuscrito. Como dice Böhm-Bawerk, la aparición de este volumen era esperada con cierta expectación en los círculos teóricos de todos los partidos, para ver como Marx se las iba a arreglar para resolver un problema, que en el primer volumen ni siquiera había abordado.

                Pues bien, en el tercer volumen, Marx reconoce expresamente que en la realidad, gracias a la acción de la competencia, las tasas de ganancia del capital, cualquiera que sea su composición, se mueven sobre la base de un porcentaje igual de ganancia media. Marx dice: "En la vida real las mercancías no se cambian de acuerdo con sus valores (sic), sino con arreglo a sus precios de producción".  Es decir, las mercancías equiparadas por medio del intercambio contienen real y normalmente cantidades desiguales de trabajo. ¿Cabe mayor retractación? La fórmula en el tercer volumen vuelve a ser la de los clásicos: capital constante + capital variable + tasa media de beneficio. Por tanto, aunque Marx no lo diga, carece ya de sentido la fantasmagórica distinción entre capital constante y variable.  De igual modo, no queda sitio para el supuesto colapso debido a la excesiva acumulación de capital no rentable. ¿Y como justifica Marx tal contradicción? Simplemente la niega:

                Marx dice: "Es cierto que las distintas mercancías se cambian unas veces por más de su valor y otras veces por menos, pero estas divergencias se compensan o destruyen mutuamente, de tal modo que, tomadas todas las mercancías cambiadas en su conjunto, la suma de los precios pagados es siempre igual a la suma de sus valores.  De este modo, si nos fijamos en la totalidad de las ramas de producción tenemos que la ley del valor se impone como tendencia dominante."

La respuesta de Böhm-Bawerk merece ser reproducida con cierta extensión, pues nos da una idea de su brillantez intelectual: "¿Cuál es, en realidad, la función de la ley del valor? No creemos que pueda ser otra que la de explicar las relaciones de cambio observadas en la realidad.  Se trata de saber por qué en el cambio, por ejemplo, una chaqueta vale veinte varas de lienzo, por qué diez libras de té valen media tonelada de hierro, etc. (…) Tan pronto como se toman todas las mercancías en su conjunto y se suman sus precios se prescinde forzosamente de la relación existente dentro de esa totalidad.  Las diferencias relativas de los precios entre las distintas mercancías se compensan en la suma total. (…) Es exactamente lo mismo que si a quien preguntara con cuantos minutos o segundos de diferencia ha llegado a la meta el campeón de una carrera con respecto a los otros corredores se le contestara que todos los corredores juntos han empleado veinticinco minutos y treinta segundos. (…) Por ese mismo procedimiento podría comprobarse cualquier "ley", por absurda que fuera, por ejemplo, la "ley" de que los bienes se cambian de acuerdo a su peso específico. Pues aunque en realidad una libra de oro, como "mercancía suelta", no se cambia precisamente por una libra, sino por 40.000 libras de hierro, no cabe duda de que la suma de los precios que se pagan por una libra de oro y 40.000 libras de hierro tomadas en su conjunto, corresponden exactamente a 40.000 libras de hierro más una libra de oro.  La suma de los precios de las 40.001 libras corresponderá pues, exactamente al peso total de 40.001 libras materializado en la suma de valor, por donde, según aquel razonamiento tautológico, podremos llegar a la conclusión de que el peso es la verdadera pauta con arreglo a la cual se regula la relación de cambio de los bienes.

La realidad es la siguiente.  Ante el problema del valor, los marxistas empiezan contestando con su ley del valor, consistente en que las mercancías se cambian en proporción al trabajo materializado en ellas. Pero más tarde revocan esta respuesta -abierta o solapadamente- en lo que se refiere al cambio de las mercancías sueltas, es decir, con respecto al único campo en que el problema del valor tiene un sentido, y sólo la mantienen en pie, en toda su pureza, respecto al producto nacional tomado en su conjunto, es decir con respecto a un terreno en el que aquel problema no tiene sentido alguno.  Lo cual equivale a decir tanto como reconocer que, en lo tocante al verdadero problema del valor, la "ley del valor" es desmentida por los hechos."

COMENTARIO: La refutación de Böhm-Bawerk a la teoría de la explotación constituye, como decía Rothbard, la vacuna que, por excelencia, inmuniza contra el marxismo.  Sobre ella lanzaron los marxistas, primero sus más furibundos ataques, -en realidad contra su "lógica burguesa" ya que los argumentos son incontrovertibles -ahí están, expuestos a la vergüenza pública, los trabajos de Hilferding, Bujarin o Sweezy. Más adelante, simplemente la silenciaron.  Ese silencio ha hecho posible, desgraciadamente, que cientos de millones de personas hayan sufrido y sigan sufriendo la opresión de tiranos socialistas comunistas que venden humo, engendran odio, fabrican miseria y exportan su carpintería represiva (servicios de inteligencia secretos, agentes infiltrados, etc.), doquiera que haya una monarquía déspota y absolutista.

FUENTES:
http://www.liberalismo.org/articulo/5/58/bohmbawerk/refuta/teoria/explotacion/capitalista/ (Cortesía de la Ilustración Liberal, Revista Española y Americana)

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