martes, 8 de marzo de 2011

EL LIBRE COMERCIO

“El libre comercio nos beneficia a todos

13 de enero del 2006
Por Marian Tupy [1]
Las discusiones sobre la liberalización del comercio en Hong Kong, terminaron con el acuerdo de dar mayor acceso a las exportaciones de países pobres en los mercados de las naciones ricas.  Pero, mal aconsejados por organismos no gubernamentales, los países pobres desaprovecharon una excelente oportunidad de mejorar su situación, abriendo sus mercados a la competencia extranjera.  Por tal razón, los beneficios de la liberalización del comercio serán muy limitados y bien vale la pena aclarar las ventajas del libre comercio, ya que los países más abiertos al comercio tienden a ser mucho más prósperos que los países proteccionistas.
La gente ha estado intercambiando desde la antigüedad.  Como los economistas James Gwartney y Richard Stroup explican en su libro “Lo que todos deben saber sobre economía y prosperidad” (“What Everyone Should Know about Economics and Prosperity”), la motivación al comercio se puede resumir con la frase “si haces algo bueno para mí, yo haré algo bueno para ti”.
El intercambio voluntario es ventajoso no solamente para quienes lo llevan a cabo, sino para el mundo entero, por tres razones:
1.  El comercio internacional mejora la eficiencia en la utilización de recursos.  Un vaso de agua puede ser de poco valor para alguien que vive junto a un río, pero no tiene precio para quien cruza el Sahara. El comercio aporta bienes y servicios, a quien le asigna un mayor valor. (Nota: Este análisis se basa en los estudios de la escuela austríaca, como lo veremos más adelante en el capítulo 3 del presente libro)  
2.  El intercambio comercial permite la especialización en aquellos productos y servicios que cada cual hace mejor. A esto lo llaman los economistas la “ley de la ventaja comparativa”. Cuando la gente fabrica bienes en los que gozan de ventajas comparativas, como los alemanes haciendo cerveza y los franceses produciendo vino, tales productos aumentan en cantidad y calidad. (Nota: este análisis se basa en la teoría de la ventaja comparativa expuesta por David Ricardo, que la veremos más adelante en el capítulo 3 del presente libro).
3.  El comercio permite que los consumidores se beneficien de métodos de producción más eficientes. Por ejemplo, sin la existencia de un mercado ampliado no es posible la producción masiva.   

Costos de producción más bajos conducen a bienes y servicios más baratos, lo cual mejora el nivel de vida.  Las naciones más abiertas al comercio son más prósperas que las más proteccionistas.  El economista Arvind Panagariya escribió en su ensayo “Milagros y debacles” que “en cuanto a la pobreza, hay abrumadora evidencia, que la apertura comercial es un amigo más confiable de los pobres que el proteccionismo.  Muy pocos países han logrado crecer velozmente sin una rápida expansión simultánea de su comercio exterior.  A su vez, el rápido crecimiento casi siempre reduce la pobreza”.
Según el “Informe de Libertad Económica en el Mundo” que mide la libertad económica de 123 países, el ingreso per cápita en la quinta parte del total de países que mantienen mayores barreras al comercio fue de apenas 1.183 dólares en el año 2002, mientras que el ingreso per cápita en la quinta parte de los países con mayor libertad de comercio alcanzó 23.938 dólares.  Hay que repetirles estas estadísticas a aquellos que exigen la liberalización por parte de los países ricos, pero quieren “proteger” las economías de los países pobres.  Debido al proteccionismo, los productores nacionales cuentan con mercados cautivos y no ven la necesidad de mejorar y abaratar sus productos.  Por eso abundan los productos y servicios de mala calidad en el mundo en desarrollo. ¿Acaso es eso lo que buscan las ONG que insisten que los países pobres mantengan sus barreras a las importaciones?”
FUENTE: http://www.elcato.org/node/66
Comentario: Ejemplo en Latinoamérica: Chile, país que 30 años después de la aplicación del liberalismo socialmente responsable, ha logrado reducir en 30 puntos la pobreza, del 43 al 13%; gracias a la libertad económica y obviamente al libre comercio, la eficiencia, la productividad, la competencia y la solidaridad social.

“Libre comercio en beneficio de los pobres

Diciembre de 2002

 
Robert Sirico (Foto: http://en.wikipedia.org/wiki/Robert_Sirico)

(…) El libre intercambio comercial siempre ha tenido y siempre tendrá enemigos. Puede estar claro que comerciar con los vecinos incrementa el bienestar de ellos y también el nuestro.  Pero hay algo respecto al comercio internacional que causa confusión. Cuando se trata del intercambio a través de fronteras, la gente habla de ellos y de nosotros, como si la venta y la compra entre naciones ricas y pobres beneficiaran a unas mientras perjudican a las otras.  Lo cierto es que el comercio es universal.  Así como vemos con alegría el establecimiento de un nuevo centro comercial en nuestro pueblo, los países pobres deben darle la bienvenida a las firmas multinacionales que invierten y dan empleo a la población. Todo el mundo en todas partes debiera apoyar la eliminación de barreras comerciales porque así aumenta la libertad de cooperar en beneficio mutuo.  El libre comercio también promueve el entendimiento entre la gente, lo mismo que la paz y la prosperidad.  Por alguna razón, en las discusiones sobre el intercambio comercial se suelen ignorar verdades sencillas.  La gente admite que el intercambio es bueno, pero temen perder las ventajas legales especiales que grupos mercantilistas han obtenido.  En América Latina vemos que los empresarios con buenas conexiones políticas cabildean para mantener sus privilegios e impedir el ingreso de productos y servicios competitivos del exterior.  Pero la verdad es que eso no sólo sucede en América Latina.  La política comercial de Estados Unidos últimamente se ha inclinado hacia el viejo modelo mercantilista, protegiendo al acero nacional y dando subsidios a la agricultura.  Tales políticas no sólo le han hecho daño a los extranjeros, sino que han aumentado dramáticamente los precios internos para los consumidores americanos de esos productos, incluyendo las fábricas que compran acero.   El resultado es que en América Latina se ha puesto en duda si Estados Unidos promueve seriamente el libre comercio.  El proteccionismo norteamericano, especialmente en productos agrícolas, perjudica a América Latina.
Lo primero que la administración estadounidense tiene que hacer es practicar lo que predica.  Y América Latina, independientemente de lo que haga el gigante del Norte, debe proceder -unilateralmente si es necesario- a desmontar todas esas barreras comerciales que han mantenido a su propia gente en la miseria.   Brasil y el resto de América Latina necesitan inversiones. Necesitan mercados. Sus industrias también necesitan encarar la competencia para hacerse más productivas y eficientes.  Aun poniendo a un lado los argumentos económicos, desde un punto de vista moral, los consumidores y los fabricantes deben gozar de la libertad de poder comprar y vender sin la interferencia de grupos de presión, de mercantilistas y proteccionistas.  La Iglesia Católica, tan atrás como en el siglo XV, al observar el aumento de la prosperidad en Europa, inspiró algunas de las mejores obras que se han escrito en defensa de la libertad económica.  Los católicos no deben abandonar ese legado para convertirse en otro grupo de cabilderos que intenten conseguir privilegios para unos pocos y que terminan pagando las grandes mayorías.”

“Los beneficios del libre comercio

March 09 2007

Por: Andrés Oppenheimer [3]
 Andrés Oppenheimer y Barack Obama (Foto: www.oppenheimerpresenta.com/galeria/fotos-de-andres-oppenheimer/)

Los críticos del libre comercio -desde el presidente petro populista de Venezuela, Hugo Chávez, hasta el presentador pro aislacionista de la CNN, Lou Dobbs- pueden despotricar todo lo que quieran, pero los datos concretos muestran que el libre comercio ha sido en general bueno para América Latina, y bueno para los Estados Unidos.  Los nuevos datos del Departamento de Comercio de los Estados Unidos muestran que los principales países latinoamericanos que tienen tratados de libre comercio con Washington han incrementado sustancialmente sus exportaciones a los Estados Unidos.  Y los Estados Unidos, a su vez, han incrementado sus exportaciones a sus socios comerciales regionales a un paso más lento, pero nada desdeñable.  Fíjense los últimos datos de comercio, dados a conocer hace pocos días:
Desde que Estados Unidos firmó su tratado de libre comercio con Chile, las exportaciones de Chile a los Estados Unidos subieron de 4.700 millones de dólares en el 2004 a 9.500 millones en el 2006, un incremento del 104%.  Las exportaciones de Estados Unidos a Chile subieron de 3.600 millones de dólares a 6.800 millones, un incremento del 88 %. (Esto quiere decir que la balanza comercial chilena pasó de un superávit (+) de 1.100 millones de dólares, a un superávit (+)  de 2.700 millones de dólares, durante esos 2 años analizados por Oppenheimer.  [4]
Desde que Estados Unidos firmó un tratado de libre comercio con los cinco países de América Central y la República Dominicana, conocido como CAFTA-DR, las exportaciones a Estados Unidos de los países firmantes que han ratificado el tratado subieron de 18.100 millones de dólares el 2005 a 18.600 millones en el 2006, un 2,8% de incremento. A la inversa, las exportaciones de Estados Unidos a los países del CAFTA-DR que ratificaron el tratado subieron de 16.900 millones de dólares a 19.600 millones, un incremento del 16,1 %. Según los funcionarios norteamericanos, es demasiado pronto para juzgar los resultados del tratado CAFTA-DR, porque solamente fue ratificado por cuatro países -Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua- y recién ha sido implementado hace unos pocos meses en la mayoría de ellos.
"Para el 2007, nuestro comercio con América Central mostrará la misma clase de crecimiento impresionante que hemos visto con México y Chile", dice Walter Bastián, un alto funcionario del Departamento de Comercio.
¿Cómo puede Chávez afirmar que el libre comercio con Washington ha sido malo para México, cuando México pasó de tener un déficit de 2.500 millones de dólares con Estados Unidos al firmar el tratado de libre comercio a un superávit de 64.000 millones de dólares en el comercio bilateral en el 2006?
¿Y cómo pueden los críticos en Estados Unidos decir que el libre comercio con América Latina está dañando al país, porque está inflando el déficit comercial norteamericano? América Latina en su conjunto representa sólo el 13% de los 836.000 millones de dólares del déficit comercial de los Estados Unidos, que se origina principalmente en China y Japón.
Mi conclusión-dice Oppenheimer-: el libre comercio no es un remedio mágico que debe ser aceptado a ciegas. Brasil, Argentina y otros países agrícolas tienen razón en no entrar en estos tratados hasta que Washington no reduzca sus obscenos subsidios agrícolas. Y los críticos de ambos lados tienen razón en afirmar que algunas industrias son afectadas por los tratados de libre comercio. Sin embargo, en general, el libre comercio está pasando el examen del tiempo. Además de atraer inversiones y reducir los precios para beneficio de los consumidores, aumenta el comercio para ambos lados. "LOS PRINCIPALES países latinoamericanos que tienen tratados de libre comercio con Washington han incrementado sus exportaciones a los Estados Unidos".
FUENTE: http://coexport.com/

LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL PROTECCIONISMO

Por: Dominick Salvatore [5]

 
Dominick Salvatore (Foto: http://pipl.com/directory/people/Dominick/Salvatore)

A) Argumentos falaces y dudosos a favor de la protección

Un argumento falaz es que las restricciones comerciales son necesarias para proteger el trabajo doméstico del trabajo extranjero barato.  La razón de la falacia en este argumento radica en que, aun cuando los salarios domésticos sean mayores que los de afuera, los costos laborales domésticos pueden resultar más bajos si la productividad de la mano de obra doméstica, es suficientemente más alta que la foránea.  Y aunque éste no fuera el caso, el intercambio mutuamente benéfico aún podría basarse en la ventaja comparativa, con la nación de trabajo barato que se especializa en la producción y exportación de mercancías intensivas en trabajo y la nación con el trabajo caro que se especializa en la producción y exportación de mercancías intensivas en capital. 

… Dos argumentos objetables son: que se requiere de la protección para (1) reducir el desempleo doméstico y (2) para aliviar el déficit en la balanza de pagos de la nación, que se presenta cuando hay un exceso de gastos externos de la nación, respecto a sus percepciones de divisas (ingresos) del extranjero. La protección reduciría el desempleo doméstico y un déficit en la balanza de pagos si fueran reemplazadas las importaciones con producción doméstica.  Sin embargo, estos son argumentos para justificar el avance a expensas de empobrecer al vecino mediante la protección, pues resultaría a expensas de otras naciones.  En forma específica, cuando la protección se usa para reducir el desempleo doméstico y el déficit de la balanza de pagos de la nación, se provoca un mayor desempleo y una peor balanza de pagos en el exterior.  Como resultado, es probable que otras naciones se desquiten y todas pierdan al final.  El desempleo doméstico y el déficit en la balanza de pagos deben corregirse con medidas monetarias, fiscales y comerciales apropiadas, en vez de hacerlo con restricciones….

B) La Industria Naciente y otros argumentos apropiados en favor de la protección


Un argumento que resiste el escrutinio económico más detenido (aunque debe ser apropiado) es el argumento de la industria naciente.  Este razonamiento parte de que la nación pueda tener una ventaja comparativa potencial en una mercancía, pero, por falta de conocimientos técnicos y por el pequeño monto inicial de producción, la industria no se establecerá ni podrá competir, exitosamente con empresas extranjeras mejor establecidas.  La protección comercial temporal se justifica entonces para establecer y proteger la industria nacional durante su infancia, hasta que pueda hacerle frente a la competencia extranjera, lograr economías de escala y reflejar la ventaja comparativa de la nación en el largo plazo.  En ese momento debe retirarse la protección.  No obstante, para que este argumento sea válido, el rendimiento en la industria adulta debe ser lo suficientemente alto como para contrarrestar los precios más elevados pagados por los consumidores nacionales de la mercancía durante el período de infancia.
El argumento de la industria naciente para la protección es válido, pero requiere de varios e importantes factores que, en conjunto, le quitan la mayor parte de su significado.  En primer lugar, es claro que tal argumento está más justificado para las naciones en desarrollo (donde los mercados de capitales pueden no funcionar en forma adecuada) que para las naciones industriales.  Segundo, puede resultar difícil identificar la industria actual o potencial que califica para este tratamiento, y la experiencia demuestra que la protección, una vez concedida, es difícil de retirar.  Tercero y más importante, lo que la protección comercial puede lograr (en forma de un arancel o una cuota de importación, por ejemplo), un subsidio de producción equivalente para la industria naciente puede hacerlo mejor, con el fin de no distorsionar los precios relativos y el consumo doméstico.  Un subsidio de producción es también una forma más directa de ayuda y más fácil de retirar que un arancel de importación.  Una dificultad práctica es que el subsidio requiere ingresos en lugar de generarlos, como por ejemplo, lo hace un arancel de importación.  Pero el principio queda en pie.  (…) Las restricciones comerciales pueden recomendarse para proteger industrias nacionales estratégicas para la defensa nacional.  Pero, aun en este caso, los subsidios directos de producción dan por lo general mejor resultado que la protección arancelaria… Imponiendo aranceles, es probable que otras naciones apliquen represalias, de modo tal que al final, todas las naciones resulten perdedoras.

 

C) ¿QUIÉN RESULTA PROTEGIDO?


Al aumentar el precio de la mercancía, la protección comercial beneficia a los productores y afecta a los consumidores (y por lo general a la nación como un todo).  No obstante, puesto que los productores son pocos y ganan mucho con la protección, tienen un fuerte incentivo para cabildear con el gobierno a fin de que éste adopte medidas proteccionistas.  Por otra parte, puesto que las pérdidas se reparten entre muchos consumidores, cada uno de los cuales pierde poco a causa de la protección, no es probable que se organicen en forma efectiva para contrarrestar las medidas proteccionistas.  Así pues, hay un sesgo a favor del proteccionismo. 

… En años recientes, los economistas han desarrollado varias teorías para averiguar qué grupos e industrias obtienen protección, y algunas de ellas han sido confirmadas en forma empírica.  En países industriales, es más probable que obtengan protección las industrias intensivas en trabajo, que emplean a trabajadores no calificados con bajos salarios, quienes con dificultad hallarían empleos alternativos si llegasen a perder los actuales.  Se ha encontrado también un sustento empírico para la teoría de los grupos de presión o de interés, que postula que las industrias que están muy organizadas (como la automotriz) reciben mayor protección que las menos organizadas.  También las industrias que producen bienes de consumo, por lo general, logran obtener mayor protección que las que generan bienes intermedios que otras usan como insumo, dado que estas últimas están en posición de ejercer poder compensatorio y bloquear la protección (puesto que esto encarecería el precio de sus insumos).
Más aún, la protección mayor parece ir a industrias geográficamente descentralizadas, empleadoras de un gran número de trabajadores, que a industrias que operan en sólo algunas regiones y emplean a relativamente pocos trabajadores.  El gran número de trabajadores tiene un fuerte poder electoral, para elegir funcionarios de gobierno que apoyen la protección a la industria…”

Fuente: Salvatore Dominick.  “Economía Internacional.  Sexta Edición.  Prentice Hall.  Pearson.  México, 1999.  Páginas: 269-273.
Luego de haber leído estos convincentes argumentos técnicos acerca de los beneficios del libre comercio, dichos por un experto internacional como Dominick Salvatore; a continuación, será demostrado matemáticamente, que el proteccionismo, a través de la imposición de un impuesto o tarifa arancelaria: favorece a las industrias nacionales ineficientes por la reducción en el volumen de importaciones que podrían competir con sus productos, posibilitándoles artificialmente un mayor aumento en su producción, perjudica a los consumidores por el incremento en el precio del bien importado y beneficia al gobierno en materia de recaudación fiscal.  En suma, los efectos económicos de la imposición de un arancel son: a) Aumentar el precio del producto gravado; b) Perjudicar a los consumidores nacionales; c) Aumentar la producción nacional; d) Favorecer a los productores nacionales; y, e) Incrementar los ingresos del Estado, todo lo cual puede ser observado, leyendo el siguiente ejemplo numérico.

El libre comercio nos beneficia a todos[6], porque aumenta la competencia, disminuye los precios de venta al público (consumidor final), mejora la eficiencia y la productividad empresarial; atrae inversiones productivas al país, porque las naciones desarrolladas, ya no nos verían con recelo sino como países confiables, que estamos haciendo bien nuestras tareas económicas; incrementa la cantidad y la calidad de los productos, etc.  Tiene como costos eso sí, disminuir la producción nacional ineficiente y enviar al desempleo a trabajadores vinculados con la misma, nadie lo discute; pero a mediano y largo plazo, los beneficios son mayores y no se puede seguir, favoreciendo a pocos productores, en detrimento de las grandes mayorías consumidoras. 
Los Gobiernos, deberían defender a esa enorme masa de consumidores, ampliamente perjudicada por medidas proteccionistas, que encarecen las importaciones de productos extranjeros de mejor calidad y a precios más convenientes.  La productividad y la competitividad nacionales, no surgirán por “decreto”, ni por imposición de ninguna autoridad; surgirán de manera espontánea, una vez que entendamos que sólo abriéndonos a la libre competencia, nos embarcaremos en el tren del progreso y la prosperidad económica.  No sigamos insistiendo en las viejas recetas mercantilistas, que creían que la riqueza de una nación estaba dada por la política de “empobrecimiento del vecino”, porque si nosotros imponemos restricciones comerciales, otros países también harán lo mismo y finalmente terminaremos empobrecidos todos.  Examinemos con objetividad y con criterio profesional e independiente las cifras y veremos que desde que México firmó el TLC con EEUU, sus exportaciones aumentaron y su balanza comercial comenzó a tener saldo positivo (+ divisas).  Quebraron sí empresas mexicanas, pero sólo las ineficientes, las eficientes siguen en pie, generando producción y empleo a sus habitantes.  La única verdad objetiva y real, es que las economías desarrolladas, lo son, precisamente por su predisposición a la apertura de fronteras y a la globalización e integración económica.  Así pues, si no nos integramos rápidamente con EEUU, con Europa y con otras naciones desarrolladas como ya lo han hecho nuestros vecinos: Perú y Colombia, nos quedaremos sentados en la estación del progreso, viendo pasar el tren… ¡Hago votos porque nuestras autoridades entiendan las lecciones de la historia y las pongan en práctica!   


[1] Analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
[2] Robert A. Sirico, sacerdote católico, es presidente del Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad.
[3] Master en Periodismo de la Universidad de Columbia.  Editorialista del Miami Herald.  Analista político de CNN en español.  Escritor de libros como: “Cuentos Chinos”, “Ojos Vendados”, “Los Estados desunidos de América” y “Basta de historias”, que tratan sobre la política y la economía latinoamericana, en su relación con el mundo y en particular con Estados Unidos. 
[4] Cifras que demuestran a las claras, lo conveniente que ha sido para la economía chilena, su acceso al mercado estadounidense.  ¡Por algo Chile, es un modelo de desarrollo regional!
[5] Profesor de Economía y Director del Programa de Doctorado en Economía, en la Universidad de Fordham en Nueva York.
[6] ¡A casi todos!, porque a los productores que no quieren perder sus privilegios y al Estado fiscalista recaudador de impuestos, los perjudica.   

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