lunes, 16 de mayo de 2016

LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA

Comparto con mi distinguida audiencia, un resumen de la Escuela Austriaca de Economía, elaborado por el maestro argentino, Juan Carlos Cachanosky (+), que es parte de la asignatura: Historia del Pensamiento Económico, de la maestría en Economía Política en SMC University, que la estoy cursando.    

Atte

Pablo Zambrano Pontón





LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA
Juan Carlos Cachanosky (+)

Se inicia con Carl Menger (1840-1921).  Dado el prestigio de la Escuela Clásica en Inglaterra y el de la Escuela Histórica Moderna en Alemania y Austria, Menger fue,- en sus comienzos, un luchador solitario. Hasta fines de la década de 1870 no existía una “Escuela Austríaca”: sólo estaba Carl Menger.

En el primer libro de Menger (1871) se hace una crítica tanto a la Escuela Histórica Moderna como a la Escuela Clásica.  A la primera porque el libro implicaba la existencia de leyes económicas universales y atemporales que eran negados por los historicistas; y a los segundos, porque daba un giro copernicano con respecto a la teoría de los precios.  Para Menger no eran los costos de producción los que determinaban el precio de los bienes (valor decambio), como sostenían los clásicos, sino justamente a la inversa.

Como era de prever, dado el predominio del pensamiento historicista, los principios cayeron en un vacío casi total y no tuvieron ninguna repercusión de importancia.  El libro tuvo sólo unos pocos lectores, entre los que se encontraban Eugen von Böhm-Bawerk, Friedrich von Wieser y Alfred Marshall.  Como veremos luego, sólo Böhm-Bawerk continuó y dio renovado impulso a las ideas de los principios de Economía de Menger.

Una de las revistas alemanas fundadas por el historicista Hildebrand, deplora que el libro sea breve y esté escrito por una persona joven (Menger tenía en ese entonces 31 años).  En definitiva, el libro de Menger fracasó, debido al predominio del método historicista.

Escribió un segundo libro en 1883 titulado: “Investigación sobre el método de las ciencias sociales y de la economía política en especial”, donde critica la posición metodológica de la Escuela Histórica Moderna, defendiendo la posibilidad de una teoría económica universal y atemporal.

Schmoller, que en el caso del primer libro de Menger permaneció en silencio, reaccionó ahora con una fuerte crítica en su revista, en un tono muy ofensivo.20 Menger respondió en una serie de dieciséis cartas, que posteriormente fueron publicadas bajo el título de (Los errores del historicismo en la economía política alemana, 1884). Eran muy polémicas y algunas de ellas resultaban injuriosas para Schmoller. Menger justificaba el bajo nivel académico de sus comentarios y los ataques ad hominem (personales) contra Schmoller argumentando que cuando los académicos se ven atacados por un “ignorante” deben aprovechar la oportunidad para dirigirse al público en general,  en un nivel que le sea accesible.

Schmoller y sus discípulos comenzaron a llamar “austríacos” a los que sustentaban la posición del grupo de Viena.  De aquí surgió el nombre (La Escuela Austríaca), para identificar a Menger y sus discípulos, y obviamente eso tenía un carácter peyorativo.

El último aporte de importancia de Menger fue un trabajo sobre moneda en el cual expone tanto la evolución histórica del dinero como una teoría del valor de éste.

Menger era un hombre de elevada estatura y personalidad imponente. Uno de sus principales hobbies era coleccionar libros; llegó a formar una biblioteca personal de más de 20.000 volúmenes.

En lo que respecta a su actuación como docente, es interesante citar el siguiente relato de H. R. Seager, economista norteamericano, que asistió a sus cursos:

“El profesor Menger lleva bien sus cincuenta y tres años. Cuando expone en sus clases rara vez utiliza sus notas, excepto para verificar una cita o una fecha. Las ideas parecen surgirle mientras habla; las expresa con un lenguaje tan claro y simple y las enfatiza con gestos tan apropiados, que es un placer escucharlo. El estudiante siente que lo transportan en vez de dirigirlo, y cuando se llega a una conclusión, ésta viene a su mente no como algo inconexo, sino como la consecuencia obvia de su propio proceso mental. Se dice que aquellos que asisten a las clases del profesor Menger con regularidad no necesitan otra preparación para su examen final en economía política, y estoy dispuesto a creerlo. Muy pocas veces he escuchado a un conferenciante que posea el mismo talento para combinar claridad y simplicidad de exposición, junto con una amplia visión filosófica. Sus clases rara vez se hallan ‘por encima de la capacidad’ de sus estudiantes menos capaces y, sin embargo, instruyen a los más brillantes”.

Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914)

Las figuras que más fama alcanzaron fueron las de Friedrich von Wieser y Eugen von Böhm-Bawerk, a pesar de que ninguno de los dos fue alumno directo de Menger. Recibieron su influencia a través de la lectura de los Principios.

Bohm Bawerk en 1884 publica su primer libro: Historia y crítica de las teorías del interés.  Dos años después (1886) publicó una serie de artículos con el nombre de: “Fundamentos de la teoría del valor económico”.  Según Hayek, aunque este artículo agrega poco a lo dicho por Menger y Wieser, su gran claridad y fuerza de argumentación han hecho que sea, probablemente, el que más ayudó a difundir la teoría de la utilidad marginal.

De estos dos grandes economistas sólo Böhm-Bawerk continuó en la línea de pensamiento mengeriana, ya que Wieser siguió, posteriormente, caminos propios y terminó acercándose más al enfoque de la Escuela de Lausanne.  Su libro: Fundamentos de la Economía Social (1914), contiene ideas que hacen dudoso que Wieser pueda ser considerado como un miembro de la Escuela Austriaca.
Es Böhm-Bawerk, entonces, quien mantiene la teoría del valor de acuerdo con el enfoque mengeriano.  En 1889 publica el segundo volumen de su libro con el título de Teoría positiva del capital, en el cual realiza una nueva exposición de la teoría del valor y de los precios; vuelve sobre el tema en 1898, con la publicación de su famoso trabajo “El cierre del sistema marxista”. En su primer volumen de Das Kapital (1867) Marx había incurrido en ciertas contradicciones en la teoría de la explotación que él mismo se vio obligado a admitir: “Esta ley [que la plusvalía se origina a partir del capital en giro] se halla, manifiestamente, en contradicción con toda la experiencia basada en la observación vulgar”.

Marx, promete una solución en los siguientes volúmenes pero muere en 1883 sin haber dado la respuesta prometida. El segundo volumen de Das Kapital aparece publicado en 1885 por su amigo Friedrich Engels, provocando desilusión entre sus seguidores. Hubo que esperar hasta 1894 para que Engels publicara el tercer volumen que debería haber contenido, y no lo hizo, la solución esperada. En su trabajo Böhm-Bawerk realiza un análisis detallado de las falacias y contradicciones del sistema marxista en su versión final.

Böhm-Bawerk. ha sido más conocido por su teoría del interés.  Böhm-Bawerk comienza su libro realizando una excelente crítica a las teorías del interés existentes, y llega a demostrar que sólo la disparidad de valoraciones entre bienes presentes y futuros es la determinante de la tasa de interés. Sin embargo, al exponer su propia teoría la apoya, en cierta manera, sobre el concepto de la productividad del capital. Posteriormente, Ludwig von Mises y Frank Fetter retomaron los avances de Böhm-Bawerk y esbozaron una teoría del interés basada exclusivamente en la valuación subjetiva entre bienes presentes y futuros.

A uno de los seminarios que dictaba Bohm Bawerk en la universidad de Viena, asistía von Mises.  En 1913, un año antes de la muerte de Böhm-Bawerk, el tema de discusión en el seminario fue el libro de Mises (1912) (Teoría del dinero y del crédito).

Ludwig von Mises (1881-1973)

Mises obtuvo su doctorado en 1906 e ingresó como profesor ad honorem en la Universidad de Viena. Aunque su gran vocación era la enseñanza, sabía que “como liberal clásico le estaría negado el puesto de profesor universitario en los países de habla alemana”.

En 1920, abrió un seminario en la Cámara de Comercio; como alumno del mismo se encontraba el gran Friedrich von Hayek, quien continuó con la línea ortodoxa del pensamiento austríaco.

En 1934 Mises recibió una oferta para ocupar una cátedra en el Institut Universitaire en Ginebra, que aceptó y mantuvo hasta1940, año en que, debido a la persecución nazi, debió emigrar hacia los Estados Unidos.  Hayek, por su parte, se trasladó a Londres.

En 1948 Mises comienza a dietar un seminario en la Universidad de New York, hasta 1969. De este seminario surgieron los continuadores más “ortodoxos” del pensamiento mengeriano en los Estados Unidos. De esta manera, la Escuela Austriaca se apagó en Austria y retomó nuevo impulso en los Estados Unidos, a partir de la Universidad de New York. Mises, así como Menger, es un claro ejemplo del efecto multiplicador que puede generar un individuo en la divulgación de un pensamiento.

Si bien sólo cuatro personas lograron el grado de Doctor of Philosophy con Mises, la cantidad de discípulos importantes es mucho mayor, no sólo en los Estados Unidos sino en distintas partes del mundo.

Puede considerarse a Mises como el economista que más implicancias lógicas extrajo del pensamiento de Menger y Böhm-Bawerk. Además, fue el primero en publicar un tratado sistemático de economía, Human Action (Acción humana).

Entre los aportes de Mises se pueden incluir: 1) la teoría del ciclo económico, en la que unifica las teorías puramente monetarias del ciclo con las puramente estructurales; 2) la demostración de la imposibilidad de cálculo económico y, por lo tanto, de eficiencia económica, en un régimen socialista; 3) el descubrimiento de que la economía es una parte de otra ciencia más general: la praxeología, o la ciencia de la acción, y 4) la demostración de que la teoría económica tiene, como la matemática y la lógica, carácter apriorístico y no hipotético-deductivo, como las ciencias naturales.
Si bien todos estos aportes tienen gran importancia, el que más ha impactado y provocado un debate internacional fue el de la imposibilidad del cálculo económico en una sociedad socialista. El planteo de Mises no fue el primero en este tema ya que otros habían señalado el problema con anterioridad. 
El artículo de Mises, juntó con su libro Socialismo, aparecido dos años después, fueron el punto de partida del debate acerca del cálculo económico. Mises respondió en forma inmediata, en dos oportunidades, a las críticas de los socialistas y sus últimos comentarios sobre el tema aparecieron en Acción Humana. Quien en realidad respondió con mayor paciencia fue Hayek; los capítulos II a IX de su libro Individualismo y Orden Económico, constituyen una respuesta detallada a las soluciones ofrecidas por los economistas socialistas.

Una de las principales características de la personalidad de Mises era su intransigencia. Cuando por medio del rigor de la lógica llegaba a alguna conclusión la defendía inquebrantablemente aun a costa de la impopularidad y la soledad. Al respecto dice Hayek: “[Mises] tenía el coraje de defender sus convicciones como pocas personas he conocido, un coraje que llegaba al extremo de preferir volverse impopular con sus amigos y colegas. Cuando consideraba algo como correcto perseguía su punto de vista con persistencia aunque apareciera como ridículo, enemigo u odiado”.

El nivel de conocimiento que exigía de un economista también le acarreaba en ocasiones quejas de sus alumnos. Consideraba que nadie podía ser un buen economista a menos que estuviese versado en matemática, física, biología, historia y jurisprudencia. Cuando un estudiante de economía le reclamó que nadie lo podía obligar a estudiar todo eso, la reacción de Mises fue: “Nadie le pide o lo obliga a usted a que sea economista”.  Idéntica exigencia requería en el manejo de idiomas. En muchas ocasiones, en la Universidad de New York, leía citas en francés y alemán. Cuando alguien se quejó, aduciendo que no hablaba ni francés ni alemán, la respuesta fue: “Apréndalos, usted se ha involucrado en actividades académicas”.

Sin ánimo de querer molestar a los economistas de nuestra generación, creemos que la falta de conocimiento de la historia y naturaleza de su propia ciencia afecta, en cierta manera, su avance. Hoy parecería ser que el buen economista es el que maneja las herramientas matemáticas con cierta destreza. Sin embargo, la formación matemática de los economistas se limita en general al campo algorítmico de la matemática, es decir, a los pasos “mecánicos” para la resolución de problemas, e.g., cómo se deriva o se resuelve un sistema de ecuaciones simultáneas. Pero la matemática es mucho más que eso y Mises lo sabía, por eso no cayó en los errores de los economistas matemáticos. El enclaustramiento en la “construcción de modelos” por creer que es la manera “científica” de proceder, haciendo caso omiso de los problemas epistemológicos que implican, ha llevado a serios errores de teoría económica.

Friedrich A. von Hayek (n. 1899)

El profesor Hayek es uno de los discípulos más destacados de Mises. Su formación inicial, sin embargo, no proviene de la rama “ortodoxa” de la escuela. Hayek estudió con Wieser y, como él mismo dice, nunca pudo abandonar totalmente las influencias de este economista. Igual que Wieser, o tal vez debido a su influencia, Hayek simpatizaba con los ideales del socialismo fabiano.

Algunos años después de graduado, Mises necesitaba contratar un abogado con conocimientos de economía. Es así como, con una carta de presentación de Wieser, Hayek entró en contacto con Mises, lo que implicaba enfrentar a un socialista fabiano con un liberal intransigente. Si bien Wieser presentó a Hayek como un abogado con buenos conocimientos de economía, Mises no vaciló en señalarle a Hayek, en la entrevista, que no lo había visto en su seminario.

A pesar de todo, Hayek logró ser aceptado por Mises. “En estos diez años”, decía Hayek, “[Mises] tuvo ciertamente más influencia en mi visión de la economía que ninguna otra persona [...]. Fue su segunda gran obra, El socialismo (1922) […] la que me convenció de su punto de vista”.

Hayek fue miembro del Privat-Seminar que Mises realizaba en la Cámara de Comercio Austríaca hasta 1931, cuando fue contratado por la London School of Economics, donde permaneció hasta 1960. De aquí pasó a la Universidad de Chicago, hasta 1962. Entre 1962 y 1969 enseñó en la Universidad de Friedburg, para finalmente regresar a Austria, donde actualmente enseña como profesor visitante en la Universidad de Salzburgo.

Las contribuciones de Hayek a las ciencias sociales pueden dividirse en varias etapas. En un primer momento su atención se concentraba en temas económicos, y dentro de éstos, en dos puntos en especial. Uno es la explicación del proceso de coordinación del mercado basada en el reconocimiento del conocimiento imperfecto de la información relevante por parte de los individuos, y, por lo tanto, de errores en las predicciones. Es interesante este punto porque aquí aparecen bien marcadas las diferencias teóricas con las escuelas de Cambridge y Lausanne. Estas ideas están brillantemente expuestas en su libro Individualism and Economic Order, en el cual, además de quedar claras las diferencias con las escuelas antes mencionadas, Hayek logra también un importante avance para consolidar el pensamiento de Mises acerca de la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, ya que: “Los razonamientos de Mises”, dice Hayek, “no siempre eran fáciles de seguir. A veces era necesario el contacto personal y la discusión para comprenderlos plenamente”.
Es importante señalar que la teoría austríaca del mercado incorporó la incertidumbre en forma sistemática y coherente en el análisis antes que ninguna otra escuela. Recientemente los economistas matemáticos creen haber realizado una revolución al incorporar en sus modelos un factor estocástico. En este sentido podemos decir que la economía matemática ha progresado mucho más lentamente que la tradicional deducción lógica sobre la base de prosa.

El segundo tema económico, por el que Hayek es más conocido, es el monetario y su relación con los ciclos económicos. Sus aportes se encuentran principalmente en tres libros: Prices and Production (1931), Monetary Theory and the Trade Cycle (1933), y Profits, Interest and Investment (1939). Estos libros de Hayek, sobre todo por los años en que fueron escritos, significaban una respuesta a la teoría keynesiana, pero sin embargo Keynes terminó prevaleciendo. Aunque conviene recordar que no fue a partir de la publicación de The General Theory que el mundo se volvió keynesiano. Lo que Keynes hizo en realidad fue darle apoyo teórico a las políticas que los gobiernos ya venían practicando desde algunos años atrás.

La tesis keynesiana sostenía que una expansión de la oferta monetaria cuando hay recursos ociosos pone estos recursos en actividad, con lo cual se logra una disminución de la desocupación y un aumento del ingreso real. Según Keynes, esta expansión monetaria no es inflacionaria, ya que la mayor producción de bienes neutraliza los efectos inflacionarios de la creación de dinero. Por el contrario, la tesis de Hayek es que cuando se expande la cantidad de dinero y crédito se producen distorsiones en los precios relativos, lo que lleva a asignar recursos en forma ineficiente. Hayek demuestra que esta mala asignación de recursos, que responde a señales falsas, no puede mantenerse a menos que se continúe con una expansión monetaria creciente. Y, aun así, lo único que se lograría es postergar el problema, pero no solucionarlo. De esta manera, aun cuando el “nivel” de precios se mantenga estable, o inclusive caiga, la creación de dinero propuesta por Keynes lleva en sí el germen de una recesión futura o la destrucción del sistema monetario en caso de que se persista en mantener artificialmente el auge.

Hayek no sólo aplica su teoría de la división del conocimiento al ámbito estrictamente económico, sino que también la lleva al terreno de las instituciones sociales. En sus dos obras La Constitución de la Libertad (1960) y Ley, Legislación y Libertad, en sus tres volúmenes (1973, 1976 y 1979), Hayek, demuestra cómo la sociedad es un fenómeno complejo que ninguna mente individual puede captar en todos sus detalles.  Solamente la libertad individual permite lograr un orden social donde los individuos puedan satisfacer la mayor cantidad posible de necesidades particulares. En estos libros Hayek analiza también las instituciones y sistema legal necesarios para una sociedad libre.

Por último, Hayek realizó investigaciones en el terreno de la epistemología y la psicología. En su libro The Counter-Revolution of Science (1952) demuestra histórica y teóricamente cómo el método de las ciencias naturales fue introducido en las ciencias sociales sin tener en cuenta que la naturaleza del problema social es distinta de la del problema de las ciencias naturales. Llegó a la conclusión de que los científicos sociales, al no darse cuenta de esta diferencia, terminaron “copiando como monos” (aping) a los científicos de las ciencias naturales.

Las contribuciones en psicología se encuentran en su libro The Sensory Order (1952).  La idea central es que la percepción sensorial es un acto de clasificación. Y esta clasificación no es el resultado de haber captado un orden existente en las cosas; por el contrario, es la mente la que a priori ordena los objetos. Las cualidades que los hombres atribuyen a los objetos no son propiedades de éstos sino el producto de relaciones que realiza el sistema nerviosoGöthe: “todo lo concerniente a hechos ya es teoría”. Lo único que la experiencia puede hacer es inducirnos a cambiar una teoría que es aceptada hasta el momento.

Si Mises se caracterizaba por su intransigencia, hasta llegar muchas veces al punto de la soledad, Hayek se caracteriza por su impecable trato hacia sus oponentes académicos. Debido a esto Schumpeter lo ha acusado de “exceso de cortesía”; pero tal vez fue este comportamiento el que le permitió alcanzar mayor popularidad. Esta popularidad creció mucho cuando compartió el Premio Nobel de Economía con Gunnar Myrdal en 1974, menos de un año después de la muerte de Mises.
Igual que Menger, Böhm-Bawerk y Mises, Hayek cree que son las ideas y no la fuerza las que deben triunfar para establecer una sociedad libre. Y además piensa que el ámbito más adecuado para lograr el cambio de esas ideas es el académico y no el políticoLuego de leer “El Camino de Servidumbre” (1944), Anthony Fisher se acercó a Hayek para preguntarle si debía entrar en la política para resistir los avances del socialismo, pero éste le aconsejó evitar la política y concentrarse en el terreno de las ideas

El éxito de Hayek para el avance de las ideas liberales ha sido notorio. Su maestro y amigo Ludwig von Mises señaló este éxito:

“Muchas personas tuvieron la amabilidad de llamarme uno de los padres del renacimiento de las ideas de la libertad clásicas del siglo XIX. Dudo de que tengan razón.

Pero no hay duda que el profesor Hayek, con su “Camino de Servidumbre”, preparó el camino para una organización internacional de los amigos de la libertad. Fue su iniciativa la que llevó en 1947 al establecimiento de la Sociedad Mont Pellerin, en la que cooperan eminentes liberales de todos los países de este lado de la Cortina de Hierro”.

El pensamiento económico de los austríacos

En realidad es una violación al individualismo metodológico -defendido por los miembros de la Escuela Austríaca- hablar del pensamiento de “los austríacos”, ya que la forma de argumentar de cada uno de ellos no es homogénea.  No obstante, las conclusiones a las que llegan son muy semejantes.  “Debo admitir […] cómo muchos de los argumentos [de la obra de Mises], que inicialmente yo había aceptado a medias o considerado como exagerados y prejuiciosos, demostraron posteriormente ser definitivamente verdaderos. Todavía no estoy de acuerdo con todos ellos, ni creo que Mises lo hiciera. Él no esperaba que sus seguidores recibieran sus conclusiones sin críticas y no progresaran más allá de ellas”. Hayek.

El gran hiato que separa al pensamiento de la Escuela Austríaca del resto comienza en la teoría del valor. Las teorías de Jevons, Walras y Menger tienen diferencias mucho más profundas que las que se señalan generalmente en los textos de historia del pensamiento económico. Como dice Mises, el paso de la teoría clásica del valor a la teoría subjetiva implicó mucho más que la sustitución de una teoría poco satisfactoria por otra mejor.  Este paso tuvo consecuencias importantes tanto para la teoría del mercado como para el ámbito y método de la economía.  La  revolución austríaca en el tema del valor fue más profunda que las de Cambridge y Lausanne.  Antes de entrar en el tema del valor conviene hacer algunas aclaraciones, ya que éste ha dado lugar a ambigüedades y errores que causaron bastante confusión. Uno de ellos es hacer responsables a los economistas clásicos de errores que en realidad no cometieron. Por empezar, cabe recordar que los clásicos distinguían entre “valor de uso” y “valor de cambio” y, si bien no se preocuparon mucho de cómo se determinaba el primero, tampoco desconocían su importancia, su preocupación era más la determinación del precio (valor de cambio).  Según Ricardo: “La utilidad no es entonces la medida del valor en cambio, pero es absolutamente esencial para él. Si una mercancía no fuese útil para nada -en otras palabras, si no pudiera de ninguna manera contribuir a nuestra gratificación-, dejaría de tener valor en cambio, sin importar cuán escasa sea, o cuánta cantidad de trabajo haya sido necesario para producirla”. (La cursiva es nuestra.) Principles of Political Economy and Taxation, London, Penguin Books, 1971, p. 55.  Lo que corresponde es contraponer otra teoría del valor en cambio (precio). Para evitar ambigüedades utilizaremos el término “valor en cambio” como sinónimo de “precio” y simplemente “valor” como sinónimo de “valor de uso” o “utilidad”.

Los economistas clásicos sostenían que el valor en cambio estaba determinado por el costo de producción. Ni Jevons, ni Marshall, ni Walras lograron abandonar completamente esta teoría. En realidad, las ideas de Marshall y Walras implicaron un retroceso respecto de Jevons. Se ve claramente que ambos usan la teoría de la utilidad marginal para complementar y no para refutar la teoría del costo de producción. Para ellos es tanto un error pensar que sólo el costo de producción determina el valor en cambio como que sólo lo determina la valoración subjetiva. Son ambos elementos los que entran en juego.
Tampoco es cierto que la escuela clásica sustentara una teoría del valor-trabajo como generalmente se sostiene. En el caso de Adam Smith, la falsedad de esta tesis queda manifiestamente clara en el capitulo 6 de La Riqueza de las Naciones, donde el economista escocés habla de tres componentes del valor en cambio: trabajo, capital y tierra. Si bien Ricardo causó bastante confusión, en el contexto está claro que para él los componentes del valor en cambio eran el trabajo y el capital. Ricardo mismo se defiende de quienes lo acusan de sostener una teoría del valor-trabajo. En una carta a Malthus le dice: “Cuando usted dice que mi gran error está en considerar que en los bienes interviene sólo trabajo, y no trabajo y ganancias, creo que el error es de usted, no mío, porque esto es precisamente lo que usted hace ( : ) usted mide los bienes sólo con el trabajo pero en ellos intervienen tanto trabajo como ganancias”. D. Ricardo, Cartas 1821-1823, México, Fondo de Cultura Económica, 1965, p. 239.  
Los economistas de Cambridge y Lausanne consideran que los clásicos tenían una teoría del valor en cambio incompleta. Habían visto sólo un lado del problema, el de los costos; la teoría de la utilidad marginal sirve para completar la teoría clásica.
Las conclusiones de los austríacos fueron diferentes. Para ellos la teoría de la utilidad marginal no era el complemento que faltaba a los clásicos, sino que implicaba un giro copernicano respecto de la teoría del valor en cambio clásica. A partir de la teoría de la utilidad marginal los austríacos llegaron a la conclusión de que no son los costos los que determinan los precios (valor en cambio), sino que, por el contrario, son los precios de los bienes finales los que determinan los precios de los bienes de producción, o sea los costos. Si bien en el largo plazo precios y costos tienden a igualarse, para los austríacos la dirección causal es opuesta a la sostenida por los clásicos.
Ningún empresario puede pagar por los factores de producción un precio superior al que los consumidores están dispuestos a pagar por el bien final. Los bienes de producción adquieren valor porque los bienes finales son valorados. El empresario está dispuesto a pagar un precio por los bienes de producción porque alguien está dispuesto a pagar un precio por el bien final. Los precios de los bienes de producción se determinan por la puja de la demanda para utilizarlos en la producción de bienes finales alternativos. Los costos no son una de las variables que determinan el precio del bien final; la determinación de ese precio es independiente de los costos. Los costos son el resultado de la existencia de precios esperados.
En la determinación de los precios intervienen solamente factores subjetivos, o sea las utilidades marginales de cada una de las partes que intercambian. Cada una de ellas realiza el intercambio porque valora más lo que recibe que lo que entrega y no le interesa si la otra parte incurrió en costos altos o bajos.
“[…] Si un diamante fue encontrado accidentalmente o si se lo obtuvo de una mina de diamantes con el empleo de mil días de trabajo es completamente irrelevante para su valor. En general, nadie, en su vida cotidiana, pregunta por la historia del origen de un bien para estimar su valor, sino que toma en cuenta solamente el servicio que el bien le brindará y al que tendría que renunciar si no tuviese el bien a su disposición”.  Carl Menger.
El error cometido por Marshall, de considerar el costo como uno de los determinantes del precio, fue también señalado por Böhm-Bawerk en 1894. Sin embargo, el punto de vista de Cambridge y Lausanne es el que ha predominado hasta nuestros días. Los modernos libros de microeconomía deducen la curva de oferta a partir de los costos marginales y la de demanda a partir de la utilidad marginal. La intersección de ambas determina el precio, y así el error de Marshall y Walras ha prevalecido.
En resumen, mientras para la tradición Cambridge-Lausanne el valor en cambio se determina por la interacción de utilidad marginal y costos, para los austríacos interviene sólo la primera y los costos son la consecuencia de los precios de los bienes finales. Esta diferencia ha llevado a los austríacos hacia un enfoque distinto de la teoría económica.
Si los precios están determinados exclusivamente por valoraciones subjetivas, entonces es más fácil comprender que sus fluctuaciones reflejan cambios en las preferencias de los individuos.  Puesto que el problema económico consiste en asignar los recursos productivos a la producción de los bienes y servicios prioritarios, los precios se transforman así en la información esencial para lograr ese objetivo.  Y, a partir de estos precios, se desatará una puja por los bienes de producción que determinará los precios máximos respectivos de éstos, cuyo límite máximo será el valor presente del bien final marginal y el mínimo el valor presente del bien final submarginal.  [Los austríacos creen que los precios fluctúan en torno a una tendencia natural del mercado.  [Ej.  Px = $ 2; puede variar entre un límite mínimo de $ 1,80 y un límite máximo de $2,20].
Los austríacos consideran los precios y costos como la síntesis de una gran cantidad de información dispersa necesaria para lograr una eficiente asignación de recursos. Es más, puesto que esta información no es estática sino que está en continuo cambio (es dinámica), los austríacos han puesto más el acento en explicar el proceso del mercado, es decir el mecanismo por el cual la asignación de recursos se va adaptando a los cambios de información que reflejan las fluctuaciones de los precios.
Los economistas de Cambridge y Lausanne, en cambio, han dedicado la mayor parte de sus esfuerzos al análisis del mercado en situaciones de equilibrio.  Para ellos, los precios son las variables que limpian el mercado, que hacen que oferta y demanda sean iguales.  (Equilibrio: O = D).
Tal vez sea en el tema inflacionario donde aparezcan con más claridad las consecuencias de seguir uno u otro enfoque. Para los austríacos el problema central de la inflación es que distorsiona los precios relativos, es decir, produce cambios en los precios distintos de los que hubiese fijado el mercado libre. Al suceder esto los precios dejan de transmitir información precisa y se produce una mala asignación de los recursos.
La causa de esta distorsión radica en la política monetaria. Para los austríacos la cantidad óptima de dinero se establece en el mercado igual que la cantidad de cualquier mercancía: por oferta y demanda. Los cambios en la demanda hacen variar el poder adquisitivo del dinero, y por lo tanto su producción aumentará o disminuirá hasta el punto en que el precio del dinero sea igual a su costo de producción. Cuando el gobierno fija coercitivamente una cantidad de dinero superior a la que el mercado libre hubiese determinado está creando inflación, o sea distorsionando los precios relativos.
Nótese que lo que ocurra con el “nivel” de precios es intrascendente. Podría darse el caso de que el gobierno creara dinero al mismo tiempo que se está produciendo un aumento en la productividad de la economía, lo cual puede dar como resultado un “nivel” de precios “estable”, o tal vez en baja, y sin embargo habrá inflación, ya que el gobierno está distorsionando los precios relativos y, por lo tanto, induciendo a una mala asignación de recursos.
Compárese este enfoque con el seguido por Milton Friedman, quien parece no tener en cuenta para nada los cambios en los precios relativos y concentra su atención en el “nivel” de precios.  Así este economista sostiene que:
“La causa próxima de la inflación es siempre y en todas partes la misma: un incremento demasiado rápido de la cantidad de dinero en circulación con respecto a la producción”. Milton Friedman.
Como puede verse, Friedman compara el crecimiento de la cantidad de dinero con el aumento de la producción y no con la cantidad de dinero que se fijaría en un mercado libre de interferencia estatal. Esto se debe a que lo que le preocupa principalmente es el “nivel” de precios y no la estructura de precios relativos.  Pero, como ya vimos, lo relevante para la eficiencia económica son estos últimos y no el primero.
Para dar un ejemplo final de cómo los teóricos del “equilibrio” (Cambridge-Lausanne) y los del “proceso” (austríacos), llegan a conclusiones diferentes, se puede citar el caso de la función empresarial.  Schumpeter, un buen representante de los primeros, llegó a la conclusión de que el empresario, al innovar, rompe el equilibrio existente en el mercado y genera un ciclo económico; de esta manera desempeña un papel desequilibrante en la economía. Por el contrario, para los austríacos, puesto que parten de un mundo de incertidumbre, el empresario es el que trata de prever dónde se producirán o dónde se están produciendo desequilibrios en el mercado y dirige la producción hacia esos sectores. Así, trata de anticipar cambios que al producir desequilibrios darán lugar a pérdidas y ganancias tratando de evitar las primeras y de lograr las segundas. Al proceder de esta manera se transforma en un factor equilibrador, ya que con su acción está haciendo que los precios tiendan a igualarse con los costos, o sea que el mercado tienda al equilibrio.
Los teóricos del equilibrio han venido basando sus teoremas en el supuesto de que los operadores en el mercado tienen conocimiento perfecto. Recién en los últimos años han empezado a introducir “variables estocásticas”. Al no realizar estos supuestos, los austríacos pusieron su atención en el proceso de ajuste, y esto, como vimos, llevó a conclusiones teóricas diferentes.
Una de las principales diferencias de la Escuela Austríaca con las de Cambridge y Lausanne es el aspecto epistemológico. La teoría del valor tal cual fue expuesta por los austríacos los llevó a una distinción de importancia entre ciencias naturales y sociales. Lo que caracteriza a las primeras es que sus elementos tienen un comportamiento determinado, es decir, no deciden acerca de su respuesta ante un estímulo.  En la medida en que el científico natural, conozca la totalidad de las variables “independientes” puede predecir con un alto grado de precisión lo que ocurrirá con la variable “dependiente”.  Si no conoce la totalidad de las variables “independientes” sólo dispone de un conocimiento probabilístico acerca del comportamiento de la variable “dependiente”, por ejemplo, la meteorología.
En las ciencias sociales, por el contrario, el comportamiento de los individuos no está determinado, sino que éstos pueden decidir acerca de la respuesta que darán frente a un determinado estímulo. Aun cuando se pudiese conocer la totalidad de variables que afectan a un individuo, lo que en ciencias naturales permitiría una predicción puntual, todavía queda por conocer la decisión que el individuo tomará en respuesta a esos estímulos. En ciencias sociales, no sólo la cantidad de variables relevantes es enorme, sino que además opera la libertad de elegir de las personas, es decir, el comportamiento deliberado y no determinado.
Esta diferencia hace que los datos estadísticos en unas y otras ciencias sean de naturaleza distinta. En las ciencias naturales, ante iguales circunstancias las respuestas de los elementos son siempre las mismas. Esto es lo que permite que una hipótesis pueda someterse a prueba mediante recolección de datos históricos y que sea posible proyectar hacia el futuro dichos resultados, puesto que los elementos se seguirán comportando igual que en el pasado debido a su determinismo.
En ciencias sociales las estadísticas son de naturaleza distinta, ya que los datos reflejan exclusivamente una situación singular, que responde a circunstancias específicas de tiempo y lugar y a las cuales ciertos individuos eligieron dar determinadas respuestas en ese momento. Pero de ninguna manera esos datos pueden ser proyectados porque las circunstancias, los individuos y las valoraciones acerca de esas circunstancias están en continuo cambio.  Así, la econometría ha evolucionado sobre la base de ignorar estos problemas.  Los econometristas han venido jugando a ver quién obtiene el r2 más alto, sin darse cuenta de que esta herramienta no es superior a la que usa el ama de casa para saber cuánto aumentó el costo de vida o la manera en que predice un exitoso empresario sin estudios universitarios. En ciencias sociales la predicción consiste en anticipar los cambios futuros, para lo cual los datos del pasado son de importancia secundaria.
La naturaleza de las ciencias sociales hace que sea imposible someter a prueba las distintas teorías, ya que las estadísticas sólo describen un período histórico determinado y no cumplen con el requisito de atemporalidad que se da en el caso de las ciencias naturales. Esto pone en cuestión el carácter científico de los fenómenos sociales. A nuestro juicio, Mises ha resuelto satisfactoriamente este problema. Según este economista la Economía es, como la lógica y la matemática, una ciencia apriorística. Es decir, cuenta con la ventaja de partir en el proceso deductivo de fundamentos últimos cuya verdad es obvia a priori; por lo tanto, las conclusiones obtenidas sobre la base de deducciones lógicas son necesariamente verdaderas, y las observaciones empíricas no pueden refutarlas ni confirmarlas.  Si bien Hayek tiene algunas diferencias con la posición metodológica de Mises, sus conclusiones en teoría económica son básicamente similares.
En general, los economistas del resto de las escuelas adoptaron, imitando a las ciencias naturales, el método hipotético deductivo que básicamente consiste en la elaboración de “modelos” matemáticos que posteriormente se someten a verificación empírica por medio de la econometría. Pero, como ya dijimos, la naturaleza de las estadísticas sociales impide tal verificación.
Los economistas austríacos no rechazan el método matemático por desconocer esta herramienta. Más bien ocurre lo contrario; debido a que no se han quedado en la superficie del algoritmo y han penetrado en los fundamentos epistemológicos de las ciencias naturales, de la matemática y de las estadísticas, se dan cuenta del error de recurrir a la “modelización”. Sorpresivamente fue Keynes, un matemático destacado, quien señaló los errores de la economía matemática:
Dice Keynes: “Una falla importante de los métodos seudo-matemáticos simbólicos de dar forma a un sistema de análisis económico […], es el hecho de suponer de manera expresa una independencia estricta de los factores que entran en juego, y que dichos métodos pierden toda su fuerza lógica y su autoridad si se rechaza esta hipótesis; mientras que, en el razonamiento ordinario, donde no se manipula a ciegas, sino que se sabe en todo momento lo que se está haciendo y lo que las palabras significan, podemos conservar ‘en el fondo de nuestra mente’ las necesarias reservas y limitaciones y las correcciones que tendremos que hacer después, de un modo en que no podemos retener diferenciales parciales complicadas ‘al reverso’ de algunas páginas de álgebra, que suponen el desvanecimiento de todas ellas. Una parte demasiado grande de la economía ‘matemática’ reciente es una simple mixtura, tan imprecisa como los supuestos originales que la sustentan, que permite al autor perder de vista las complejidades e interdependencias del mundo real en un laberinto de símbolos pretenciosos e inútiles”. Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 264.
Los economistas clásicos no habían logrado conectar claramente el valor de uso con el valor en cambio, y esto les causó varios problemas teóricos, entre ellos haber dado vuelta la dirección causal entre costos y precios. Pero, a pesar de ello, seguían intuitivamente un método de análisis en el cual estaba implícito que su principal preocupación era el proceso de ajuste del mercado. El surgimiento del análisis marginal, tal como fue desarrollado por las escuelas de Cambridge y Lausanne, ha implicado en gran medida un retroceso respecto de los avances de los clásicos. En primer lugar porque no lograron abandonar totalmente la teoría del costo de producción como determinante del valor en cambio, y en segundo lugar porque al introducir los modelos matemáticos para explicar el funcionamiento del mercado hicieron caminar a la ciencia económica en dirección errónea. Se abandonó el análisis del proceso de los clásicos y se adoptó el análisis de equilibrio. De esta manera se entró en una etapa de oscurantismo que ha provocado muchas confusiones.


Fue la Escuela Austríaca la que logró incorporar la nueva teoría del valor a la economía, de manera tal que -permitió dar solidez a las conclusiones de los clásicos que se apoyaban en una errónea teoría del valor en cambio. El liberalismo de Smith y Ricardo cobra renovadas fuerzas en la Escuela Austríaca, los modelos de competencia perfecta y equilibrio han servido para debilitar los fundamentos del mercado libre. Se han basado en la superstición de la superioridad del método matemático. Tarde o temprano este error será abandonado, aunque, como dice Mises, “las supersticiones tardan en morir”.

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