sábado, 24 de marzo de 2012

Lo público y lo privado


Por: Pablo Lucio Paredes

La revolución ciudadana se basa en inyectar todos los recursos financieros disponibles (petróleo, reservas, préstamos) para generar más actividad económica y que el Estado cumpla su rol de motor esencial. Y dice el Gobierno: qué importa que el Estado sea el gran motor, si los beneficiados son agentes privados. Y es cierto. Si el Gobierno invierte en carreteras lo hace a través de empresas privadas, si paga sueldos son estos individuos los que mueven la economía con sus gastos. Cuando el Gobierno empuja la economía, empuja a agentes privados.

Sin embargo, no deben darse confusiones, una cosa es una economía donde el Estado empuja a los privados; otra cosa, una economía donde los privados por sus propias decisiones generan actividad económica (vía inversión, generación de empleo, etcétera) y el Estado es un soporte que da un marco adecuado (legalidad, seguridad, infraestructura, oportunidades). La diferencia no radica en las cifras económicas (pueden ser incluso similares en ambos casos) sino en el proceso y calidad de las decisiones, evaluadas desde la satisfacción de necesidades reales de la sociedad o generación de procesos creadores de riqueza/bienestar. La esencia de la decisión estatal es doble: por un lado la disponibilidad de recursos, si los hay deben ser utilizados satisfaciendo o no necesidades reales; por otro lado es un proceso centralizado alrededor de un pequeño grupo que establece necesidades y prioridades en base a sus creencias e intereses (unas veces pueden coincidir con necesidades reales de los usuarios y de los que aportan impuestos, otras no … pero usuarios que no pueden abandonar el proceso porque pagan impuestos obligatoriamente y reciben servicios pasivamente). En el sector privado (con todas las imperfecciones que tiene) las decisiones son descentralizadas (millones de decidores), se basan en satisfacer necesidades (conocidas o desconocidas) de los clientes y manejar eficientemente recursos escasos, en base a la rentabilidad, un indicador esencial del buen uso de los recursos frente al grado de satisfacción de los clientes que compran ciertas cantidades a ciertos precios… y pueden abandonar al empresario, dejando de comprarle. Por eso la economía empujada por decisiones privadas genera más bienestar/riqueza que la actividad estatal (insistimos, útil como generadora de entorno).

No es una diferencia de si uno u otro atiende el bien colectivo, porque contrariamente a lo que se quiere hacer creer, el privado también atiende necesidades colectivas: el panadero no vende el pan que a él le gusta, sino el que satisface gustos de sus clientes. Es una diferencia que se palpa todos los días. El Estado tiene miles de empleados que en parte, más allá de su buena voluntad y dedicación, no generan riqueza porque realizan procesos de control o tramitología que frena en lugar de apoyar la satisfacción de necesidades. El Estado realiza mil actividades innecesarias (desde aeropuertos que no son sino elefantes blancos, hasta reparaciones de bordes de calles o cambios de aceras que no se harían si alguien sintiera que pone dinero de su bolsillo) … un Estado enorme es un freno a la generación de bienestar.

Tomado de Diario El Universo: 24 de marzo 2011

Comentario




Por: Pablo Zambrano Pontón

De acuerdo en gran parte con Pablo Lucio Paredes, el Estado, está para apoyar la iniciativa privada. Es el sector empresarial el que debe generar riqueza y le corresponde al Estado producir Bienestar, mediante una adecuada política redistributiva con subsidios e impuestos directos, que beneficien a los estratos más pobres de la población. Coincido también, un Estado obeso, es un freno para el desarrollo, pero considero, que un Estado famélico, también lo es.

Se requiere un equilibrio, un adecuado tamaño del Estado. En los actuales momentos hemos pasado del 24% al 40%, como participación del PIB, con recursos estatales orientados a la inversión pública (del 20 hemos pasado al 30% del total de inversión), sin embargo, hay que ponerle un freno a este crecimiento excesivo del tamaño del Estado, para no ser una economía estatista y sí, una de signo progresista (esto último en el buen sentido de la palabra, porque los ideólogos de la extrema izquierda comunista se autodenominan progresistas y más bien han retrocedido a sus pueblos, fabricando miseria por doquier. Ejemplo: Cuba, Vietnam, Corea del Norte, etc.)

Escuché (en una entrevista con Andrés Carrión) a la ministra Jeaneth Sánchez, decir que en un segundo momento será el sector privado, el encargado de generar riqueza; que en este instante, el Estado está construyendo la infraestructura necesaria para el desarrollo. Esperemos que así sea; por lo pronto, observo con satisfacción rasgos pragmáticos del Gobierno del Ec. Rafael Correa: apoyo a la minería, avanzadas negociaciones de un Acuerdo Comercial con Europa (no les gusta llamarlo TLC, por motivos ideológicos), construcción de hidroeléctricas que nos permitirán exportar electricidad a futuro, refinerías de petróleo (que posibilitarán producir petróleo crudo y no importar derivados); con la consiguiente generación y ahorro de divisas para el país.

En lugar de hablar de socialismo del siglo XXI, señalemos más bien, que estamos siguiendo una socialdemocracia europea, para no ahuyentar a los inversionistas privados; que se espantan y se asustan, al confundir (equivocadamente por cierto), al Gobierno de Ecuador, con el de Hugo Chávez o los Castro en Cuba, con quienes (por ahora y esperemos que así sea por siempre), sólo los une la trova cubana y su ferviente admiración por Ernesto el che Guevara.

El mundo de hoy en día, no se divide en izquierdas o derechas, como lo demostraron Lula y Bachelet, en Brasil y Chile, respectivamente. Cada vez más, esta separado entre naciones que crecen y derrotan a la pobreza, o entre países que siguen anquilosados en modelos ideológicos del pasado, que jamás funcionaron. Basta ver las gigantescas diferencias progresistas, entre: Corea del Sur y Corea del Norte; Alemania Occidental y Alemania Oriental; la ex URSS y Rusia; Miami y Cuba; etc. Para darnos cuenta que el capitalismo (sin extremismos, con responsabilidad social), ha sido mucho más exitoso que el socialismo ortodoxo (tradicional)de signo marxista.

Mientras este Gobierno tenga rasgos pragmáticos en lo económico, como los aspectos antes señalados, se pueden avisorar mejores senderos para la economía ecuatoriana. Pero, cuidado con seguir aumentando el tamaño del Estado en la economía, con seguir incrementando alegremente ministerios, con seguir despilfarrando el dinero en inútil publicidad, etc. Se requiere, enviar señales claras a la inversión extranjera directa al país. El año anterior, ésta apenas fue de $ 380 millones de dólares, cuando Perú y Colombia, nuestros vecinos, captan capitales por el orden de los 6 y 7 mil millones de dólares.

Habrá que ver si en el futuro, y como dijo la ministra Jeaneth Sánchez, este Gobierno (o el que venga próximamente) se decide por el exitoso modelo denominado: Economía Social de Mercado o Liberalismo Social, abandonando el sistema estatista y proteccionista, una vez que se sienten las bases del desarrollo. Veamos, por ahora, los altos precios del petróleo, el excelente manejo tributario del SRI y las aduanas, le han dado los suficientes ingresos cómo para sostener el actual modelo: proteccionista en lo comercial y keynesiano en lo fiscal de este Gobierno.

La pregunta que nos hacemos muchos analistas económicos serios de este país, es ¿hasta cuándo durará esta bonanza? por ahora disfrutemos de los excelentes resultados actuales, ponderados incluso por la prensa británica, quienes han anunciado en los próximos días que publicarán un informe sobre la política económica ecuatoriana para sortear la crisis internacional y crecer el año anterior (en un entorno recesivo) al 8% anual, con una inflación inferior a los dos dígitos, con una relación deuda/PIB del 22% (el promedio regional es alrededor del 35%), con apenas el 5% de desempleo, entre otros.

Aquí parecen tener razón los autores tradicionales de los libros de Macroeconomía, los maestros: Rudiger Dornbusch y Stanley Fischer, quienes haciéndose eco de las opiniones de Edmund Phelps y Milton Friedman, señalaron: "la política económica keynesiana, es útil para el crecimiento de corto plazo; y, la política económica liberal sirve para el desarrollo de largo plazo".

No nos fijemos sólo en el crecimiento y alcancemos desarrollo de largo plazo, una vez que el Estado haya sentado las bases, esa sería la advertencia científica de la Macroeconomía, que deberíamos considerar.

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