RESUMEN DEL ENSAYO:
LA CRISIS DEL TREINTA (30)
Autor: Juan Carlos
Cachanosky
La
crisis de los años treinta fue de gran importancia no sólo por su profundidad y
duración sino también por los cambios que terminó generando tanto en la teoría
económica como en las políticas económicas de la mayor parte de los gobiernos.
El objeto de este artículo es tratar de explicar cuáles fueron los
factores que desencadenaron la crisis. Si bien el comienzo de ésta es
ubicado en octubre de 1929, podemos encontrar su génesis a principios de la
década del veinte.
EL SISTEMA MONETARIO DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
En el momento de
estallar la guerra estaba vigente en el mundo el sistema monetario conocido con
el nombre de patrón oro. La libra esterlina era la moneda con que se realizaban las
transacciones internacionales y Londres era el centro financiero del mundo. Los
bancos ingleses financiaban gran parte de las transacciones del comercio
internacional adelantando a los exportadores los pagos que debían realizar los
importadores. Estos últimos se convertían, entonces, en deudores de los bancos
ingleses. El comienzo de la Primera Guerra produjo la interrupción de estas
transacciones financieras y del comercio internacional.
La tensa situación existente entre Francia e Inglaterra,
quienes impusieron un bloqueo marítimo a Alemania, y éste país a su vez
respondió torpedeando un buque de pasajeros (con 1.200 personas a bordo), hubo
por un lado escasez de libras esterlinas en el mundo (subiendo su cotización de
4,87 dólares a 5,56 dólares) y por otra parte, se puso en aprietos a los bancos
ingleses (acreedores de los importadores).
Al verse interrumpido el transporte marítimo de oro, sus deudores (los
importadores) no podían pagar y por lo tanto los bancos no podían a su vez recibir
ingresos. El gobierno inglés y el del
resto de los países, salvo los Estados Unidos, declararon la inconvertibilidad
de sus monedas. El sistema monetario internacional vigente, el patrón oro,
había dejado de operar.
El abandono del patrón oro permitió a los países beligerantes
financiar sus gastos de guerra sobre la base de fuertes emisiones de dinero. El
cuadro I muestra las variaciones de la cantidad de billetes en circulación en
los principales países.
CUADRO I
Billetes en circulación
(en millones)
|
Inglaterra
|
Francia
|
Alemania
|
Italia
|
Japón
|
EEUU
|
Año
|
Libras
Est.
|
Francos
|
Marcos
|
Liras
|
Yenes
|
Dólares
|
1913
|
29,6
|
5714
|
2742
|
2783
|
424
|
1069
|
1918
|
393,4
|
31055
|
32787
|
13874
|
1144
|
3693
|
TCPA*
|
67,80%
|
40,30%
|
64,26%
|
37,90%
|
21,96%
|
28,14%
|
Fuente: The Economist, monthly supplement, 26 de enero
de 1924, p. 5.
* TCPA: Tasa de Crecimiento Promedio Anual,
mide las variaciones porcentuales promedio de un período de tiempo: 1913-1918.
Alemania abandonó el
patrón oro el 4 de agosto y Francia lo hizo el 5 de agosto de 1914. El abandono
de la convertibilidad por parte de Inglaterra fue gradual. No se declaró oficialmente la
inconvertibilidad, pero el derecho de los ciudadanos ingleses a convertir sus
billetes fue sometido paulatinamente a crecientes restricciones.
En 1917 se disponen trabas para la exportación de oro y,
finalmente, en abril de 1919 se prohíbe oficialmente la exportación de oro. La
libra esterlina venía siendo sostenida en el mercado por la J. P. Morgan &
Company, que financiaba especialmente las importaciones de Inglaterra y
Francia. El 20 de marzo de 1919 J. P.
Morgan decidió dejar de sostener la libra con sus compras y a partir de ese
momento su valor comienza a caer en el mercado. Así, en enero de 1919,
se necesitaban 4,76 dólares por cada libra, mientras que en diciembre de 1921,
se requerían menos dólares por cada libra, solamente 4,15, lo cual es un
indicativo de la apreciación del dólar y la depreciación de la libra. (Apreciación del dólar/depreciación de la
libra del +/- 12,8%, respectivamente).
En abril de 1919, el gobierno inglés declara oficialmente la
inconvertibilidad.
Los Estados Unidos
no abandonaron el patrón oro, pero en junio de 1917 se realizaron una serie de
enmiendas a la ley de la Reserva Federal que permitían una mayor
"elasticidad" en la creación de billetes. Se autorizaba a la Reserva Federal
a emitir billetes contra títulos públicos.
En realidad, desde la creación
de la Federal Reserve, hubo más de 100 enmiendas que fueron desvirtuando los
mecanismos del patrón Oro.
La caída en el precio
de la libra esterlina provocaba dificultades para el retorno al patrón oro. El Banco de Inglaterra quería
retornar a la convertibilidad a la paridad existente antes de la guerra, o sea
1/4 de onza de oro o, lo que es igual, una paridad frente al dólar de 4,87.
Para lograr este objetivo tenía básicamente dos opciones: 1) provocar una deflación monetaria, o sea quitar de
circulación la cantidad suficiente de billetes hasta que los precios internos,
oro y dólar incluidos, bajasen hasta los niveles de preguerra, y 2) aceptar una devaluación de la libra
esterlina. Como veremos más
adelante, ninguna de las dos parecía políticamente viable y se buscó una
salida, que en definitiva sería la principal responsable del crack de
octubre de 1929. Pero además de estos desajustes monetarios (y
fiscales) Estados Unidos ejecutó una política de comercio exterior que
complicaría aun más la situación.
La ley Fordney-McCumber
Luego de la guerra
los Estados Unidos habían pasado de ser un país deudor a ser uno acreedor.
Europa era su principal deudora. Entre algunos legisladores republicanos estaba claro que
para que Europa pudiera pagar, debía poder exportar; y por lo tanto, estos
legisladores, aunque no recomendaban una reducción de la protección arancelaria
americana, sugerían evitar cualquier elevación de los impuestos a las
importaciones.
Sin embargo, las
elecciones de 1920 le dieron la victoria a Warren G. Harding, partidario de
elevar la protección arancelaria; de esta manera, en 1921 se sancionó una ley elevando los
impuestos a las importaciones de los productos agrícolas, pero en 1922 se puso en vigor la ley de
protección industrial, que tuvo una repercusión mucho más fuerte. Estas leyes
proteccionistas son conocidas como Fordney-McCumber Tariffs. Las tarifas de la ley Fordney-McCumber
se encuentran entre las más altas de la historia de los Estados Unidos.
Lo que los
proteccionistas no lograron entender es que las trabas a las importaciones son
al mismo tiempo trabas a las exportaciones. Si Europa no podía vender en los
mercados europeos, entonces tampoco podía contar con las divisas necesarias
para comprar en el extranjero y esto perjudicaba a las exportaciones
norteamericanas (y por ende a las importaciones europeas, círculo vicioso). La situación se complicaba aun más debido al
endeudamiento en que habían incurrido algunos países de Europa con los Estados
Unidos durante la guerra. La falta de
exportaciones europeas (por el proteccionismo, recetado por políticos
norteamericanos, no por economistas profesionales) hacía difícil el pago de la
deuda europea, precisamente a su acreedor principal, EEUU. El congreso de los Estados Unidos había
autorizado créditos a los aliados durante la guerra, y cuando ésta terminó, los
créditos continuaron y llegaron a un monto total de aproximadamente 10.000
millones de dólares. Las economías de
los países beligerantes habían quedado, como es obvio, muy deterioradas por la
guerra, lo que hacía difícil el pago de esta deuda. La ultra proteccionista ley
norteamericana Fordney-McCumber venía a empeorar aun más la situación.
La conferencia de Génova
Finalizada la guerra
el sistema monetario internacional había quedado totalmente desarticulado. Los países luchaban por retornar al patrón oro, pero había
que resolver el tema de las paridades entre las monedas y los déficits fiscales
que complicaban el retorno al sistema monetario vigente antes de la guerra.
En abril y mayo de
1922 se reunió en Génova un grupo de expertos en temas monetarios que puso fin
al mecanismo de ajuste del patrón oro que operaba antes de la Primera Guerra
Mundial, y dio nacimiento a un nuevo sistema monetario internacional: el
patrón cambio oro. El paso del patrón oro al patrón cambio oro hacía más
"elástica" la oferta monetaria de los países, puesto que autorizaba a
los bancos centrales a mantener reservas no sólo en oro sino en monedas
convertibles a oro, y también los autorizaba a intervenir en el mercado para
"moderar" las grandes fluctuaciones del precio del oro.
Las resoluciones monetarias de la conferencia de Génova,
dejan entrever algunos errares conceptuales acerca de lo que es el patrón oro,
que son los siguientes:
1) En un sistema monetario basado en el patrón oro, los billetes
son simplemente una deuda de los bancos emisores para pagar oro a la vista y al
portador; por lo
tanto, hablar de una "nueva paridad", equivale a hablar de cuál es la
parte de la deuda que los bancos emisores están dispuestos a pagar. Volver a la
"paridad" de preguerra significa reconocer la totalidad de la deuda
asumida; por el contrario, realizar una "devaluación" equivale a
repudiar parte de la deuda: todos los poseedores de billetes recibirán menos
oro del que se les debe.
2) En las resoluciones de Génova, se habla de los
billetes como si éstos fuesen la moneda y del oro como si se tratase de un bien
al que hay que fijarle un precio (paridad), cuando en realidad la moneda y la
unidad de cuenta es el mismo oro, siendo
los billetes, como ya dijimos, simples recibos del oro. Sin darse cuenta los
expertos que se reunieron en Génova habían caído en la ilusión de creer que los
billetes, y no el oro, eran la moneda y la unidad de cuenta.
El Pacto de Génova sugería, en
definitiva, la adopción de un sistema monetario que permitiera a los gobiernos
regular la cantidad de dinero con el fin de mantener "estable" el
poder adquisitivo del dinero, evitando "grandes" fluctuaciones en el
precio del oro; el nuevo sistema monetario también permitiría a los gobiernos
regular las tasas de interés a través de operaciones de mercado abierto, ya que los bancos centrales podrían
emitir billetes no sólo contra oro, sino además contra divisas convertibles a
oro y contra títulos públicos y privados.
Economistas de gran reputación
internacional (Arthur C. Pigou, Ralph G. Hawtrey, Knut Wicksell, Gustav Cassel
y John M. Keynes)
saludaron favorablemente la adopción del nuevo
sistema monetario: el patrón cambio oro. En la profesión empezó a predominar la
idea de que la meta de toda política monetaria debería ser la estabilidad en el
"nivel" de precios. El profesor Irving Fisher sostuvo, por
ejemplo, que la Conferencia de Génova "sirvió
durante años como una potente coraza para los defensores de una moneda estable
en todo el mundo". Sin embargo, como veremos, debido a este
sistema monetario, el patrón cambio oro, se produce un auge espectacular
en las cotizaciones de las acciones, para terminar con el derrumbe del 24 de
octubre de 1929.
La gestación del boom bursátil
Habíamos
visto que la libra esterlina, la principal moneda del mundo antes de la Primera
Guerra Mundial, había quedado muy debilitada después de la guerra. Su paridad
con el dólar, que antes de la guerra era de 4,87 dólares por libra, había caído
hasta un mínimo de 3,38 en febrero de 1920.
(Depreciación del 30,59% de la libra respecto al dólar). Luego de este pico mínimo comienza a
recuperarse y alcanzar un máximo de 4,69 en febrero de 1923, para comenzar a
caer nuevamente hasta 4,30. Como
Inglaterra quería volver a la convertibilidad con la paridad de preguerra
todavía necesitaba aumentar su valor frente al oro y al dólar en un 13 %
aproximadamente.
Con la
ley Fordney-McCumber, Estados Unidos había cerrado sus puertas a las
importaciones y corría peligro de que sus propias exportaciones cayeran. Una devaluación del dólar frente a las
monedas extranjeras podía entonces cumplir un doble propósito: 1) ayudar a
Inglaterra a volver a la convertibilidad con la paridad de preguerra y 2)
alentar las exportaciones de productos norteamericanos. Las enmiendas a la ley de la Reserva
Federal y el pacto monetario de Génova daban la suficiente flexibilidad a las
autoridades monetarias como para manejar la cantidad de moneda y lograr el
objetivo de hacer bajar el precio del dólar.
El
presidente de los Estados Unidos, Warren G. Harding, había nombrado al frente
de la Reserva Federal a Daniel R. Crissinger, quien no tenía otra aptitud para
ser presidente de esta institución que la de ser amigo personal del Presidente.
Para él la Reserva Federal era simplemente un instrumento político, pero su
ignorancia lo hizo caer bajo el dominio de Benjamín Strong. Fue Strong el que
dio impulso a una política monetaria expansiva tendiente a reducir la tasa de
interés en los Estados Unidos, medida destinada a provocar la salida de dólares
hacia Europa para hacer bajar su precio. Con esta política se ayudaría a
Inglaterra a acercar su moneda a la paridad de preguerra y a Estados Unidos a
alentar sus exportaciones.
Durante la década de los años 20, la
Reserva Federal puso en práctica una serie de políticas tendientes a reducir la
tasa de interés.
En 1924 y luego en 1927 efectuó fuertes operaciones de mercado abierto
comprando títulos públicos. También realizó compras de títulos privados. Y por
último, en 1925 y 1927, llevó a cabo una
política expansiva en materia de redescuentos.
La revista The Economist, comentando
el colapso de Wall Street, decía en noviembre de 1929:
“La historia del alza y caída en las
cotizaciones puede relatarse brevemente a través de los números índices de los
precios de las acciones preparados por la Standard Statistics Co. Los comienzos del movimiento pueden
buscarse en la adopción de una política de "dinero fácil" por las
autoridades de la Reserva Federal a partir de 1924, pero el período de mayor
auge comenzó en 1926”. (The Economist, 2 de noviembre de 1929).
Además,
gran parte de la liquidez generada
por la Reserva Federal fue canalizada hacia los llamados Broker's loans (créditos
a corredores de bolsa), que eran créditos destinados a operaciones
bursátiles.
Las tasas de interés fueron inducidas
a la baja por la Reserva Federal a través de operaciones de mercado abierto
(compra de títulos valores públicos y privados), y la tasa de redescuento (tipo
de interés de créditos de la Reserva Federal a los bancos privados) se mantuvo
durante casi toda la década del 20 por debajo de las tasas de interés de
mercado. [Políticas intervencionistas en materia
monetaria]. Esta política crediticia expansiva llevada a cabo por la Reserva
Federal produjo, como era de esperar, un auge en la bolsa de comercio
muy por encima del que debería reflejar el crecimiento normal de la economía
norteamericana.
Así,
artificialmente (contrario al orden natural espontáneo defendido por los
economistas libertarios), el índice
de precios de las acciones en Wall Street (siendo el período 1941-1943, el base
= 100), subió de 79.8 en 1920, a 111.5 en 1925 y de allí a un espectacular
260.2 en 1929. Lo que implica en
términos de tasa de crecimiento promedio anual el 6.92% (entre 1920 y 1925), y
el 23,59% (entre 1925 y 1929). [14.03% de crecimiento promedio anual en
el valor de las acciones, entre 1920 y 1929, algo totalmente insostenible,
resultado de la política intervencionista del “dinero fácil”, es decir, de la
expansión crediticia].
La política crediticia de la Reserva
Federal provocó controversias en los Estados Unidos: fue respaldada por los
políticos (y economistas) intervencionistas y fue criticada por los economistas
serios/responsables/profesionales (obviamente del
lado del libre mercado, de la mano invisible y del orden natural/espontáneo de
la economía, de aquellos que creen en las leyes científicas de Oferta y Demanda).
Pero, ¿cuál era el objetivo de la
política de la Reserva Federal en 1927? Era reducir las tasas de interés, la
tasa interbancaria entre ellas, debido a la importancia internacional que la
tasa interbancaria había adquirido. El propósito era provocar una salida de oro, para revertir
la previa entrada de oro en EEUU. La Reserva Federal estaba sembrando las
semillas de una crisis financiera, y este hecho fue señalado, por varios
expertos en materia monetaria y bancaria.
La situación en Europa
Inglaterra, como vimos anteriormente,
quería volver al patrón oro a la misma paridad de preguerra. La política monetaria de la Reserva Federal facilitó en gran medida
el restablecimiento de la paridad libra-dólar. Así, en diciembre de 1922 se necesitaban
4.60, mientras que en diciembre de 1926 se requerían 4.85 dólares por cada
libra esterlina (en 4 años la libra esterlina se apreció respecto al dólar en
el 5.43%).
Este aumento en el precio de la libra
esterlina no fue el resultado de una mejora en la economía inglesa sino el de
la reducción en las tasas de interés impulsada por la Reserva Federal. En otras palabras, la recuperación
de la libra esterlina frente al dólar dependía de que la Reserva Federal
continuara con su política crediticia expansiva que provocaba salida de dólares
hacia Europa.
El aumento del valor de la libra
ocasionó problemas en la balanza comercial inglesa, sus exportaciones se vieron
desalentadas y sus importaciones alentadas.
De allí que, el saldo de la balanza comercial inglesa pasó de -476 mil
dólares en 1924, a -510 mil dólares en 1927 (un deterioro del 7,1%).
Inglaterra tenía sobrevaluada su
moneda en aproximadamente un 10%. Además de esta sobrevaluación la economía del país estaba
perdiendo flexibilidad. La creciente legislación había creado rigideces que impedían un buen
reajuste de sus precios. La fuerza que habían adquirido los sindicatos hizo que
la desocupación alcanzara niveles muy altos durante toda la década de 1920. Y así Inglaterra, que había logrado
poner cierto orden en sus finanzas públicas y en su política monetaria a
comienzos de la década, perdió el control de ambas luego de la vuelta a la
convertibilidad de su moneda; ahora tenía, además de controles de precios y
salarios, una moneda sobrevaluada.
Pero
en agosto de 1925 se agregaron nuevos problemas, puesto que el Banco de
Inglaterra decidió reducir la tasa de redescuentos del 5% al 4,5%, y en octubre
al 4% . En diciembre la volvió a subir al 5 % y la mantuvo así durante todo
1926, pero en abril de 1927 la redujo nuevamente al 4,5% , dejándola en este
nivel hasta comienzos de 1929. El déficit en el comercio internacional inglés,
en especial con los países europeos, y la reducción de la tasa de redescuentos por
parte del Banco de Inglaterra dieron origen a una gran acumulación de libras
esterlinas en los bancos centrales europeos, sobre todo en los de Francia y
Alemania, que al contrario de Inglaterra mantuvieron tasas de interés
relativamente altas. [Otra vez el
intervencionismo económico haciendo de las suyas, como acá en Ecuador, cuando
para frenar la devaluación del Sucre con respecto al dólar en 1999, se subieron
artificialmente (por decreto) las tasas de interés a niveles incluso superiores
al 100% y nada pudo frenar la misma, salvo la adopción del dólar como moneda
oficial, que nos ha blindado de perniciosos intervencionismos monetarios,
causantes de las grandes debacles económicas a escala global].
Luego de la guerra las finanzas y la
economía francesa cayeron en un gran desorden, que perduró hasta mediados de
1926. El balance
del Banco de Francia correspondiente al período 1924-25 fue falsificado para
ocultar excesos en los límites legales de emisión. Al darse a conocer esta maniobra el precio del franco se
derrumbó en los mercados internacionales.
Así, mientras en junio de 1924 se necesitaban 5.30, en junio de 1926 se
necesitaban 2.92 centavos de dólar por franco (una gigantesca depreciación del
franco respecto al dólar, del orden del 44.90%). [Cifras tomadas de la Revista The Economist,
varios números].
A
mediados de 1926 Poincaré, se hizo cargo de la administración de las finanzas
públicas. Había prometido equilibrar
el presupuesto a través de menores gastos y más impuestos, y logró llevar a la
práctica sus promesas. El franco
se recuperó notablemente con estas medidas. Al mismo tiempo que Inglaterra sobrevaluaba su moneda y se lanzaba a
una fuerte expansión crediticia en 1926, reduciendo sus tasas de interés,
Francia saneaba sus finanzas y fortalecía su moneda sobrevaluándola levemente.
Inglaterra perdía capitales y Francia los absorbía; los ingleses, por supuesto,
atribuían el desequilibrio a la sobrevaluación del franco y a que Francia no
volvía oficialmente al patrón oro.
En Alemania, luego de la gran
hiperinflación de 1923, se inauguró, en 1924, el Plan Dawes, tendiente a
solucionar la deuda de reparaciones de guerra que tenía este país,
especialmente con Inglaterra y con Francia. Los franceses, sobre todo, habían
ejercido mucha presión para cobrar la deuda de los alemanes, hasta el punto de
ocupar la cuenca del Rhur. Los alemanes tenían el mismo problema
que los franceses: tenían que equilibrar las cuentas del presupuesto y
estabilizar la moneda, pero además debían pagar las reparaciones de guerra.
Para resolver estos problemas
Alemania recibió un préstamo de 200 millones de dólares, que tenía como
objetivo ayudar a estabilizar el precio del marco y ayudar a pagar los
compromisos de reparaciones de guerra del primer año. Se creó un nuevo banco de emisión
que debía mantener 1/3 de reservas en oro y volver inmediatamente a la
convertibilidad.
La vuelta a la convertibilidad, el
saneamiento de las finanzas públicas y el apoyo norteamericano al plan Dawes
provocaron una gran confianza que determinó una fuerte afluencia de capitales hacia
Alemania.
Podemos
concluir entonces que a partir
de 1925 y 1926 Inglaterra adoptó una política monetaria expansiva y redujo las
tasas de interés. Francia y Alemania se comportaron en forma contraria.
Inglaterra empezó a perder capitales, mientras que Francia y Alemania los
recibían. La inversión se desalentó en Inglaterra y se expandió en Francia y
Alemania; las cosas estaban ocurriendo al revés de lo que predice la teoría
keynesiana: donde había altas tasas de interés la inversión crecía y donde las
tasas de interés eran bajas se desalentaba.
Esta situación hizo que los bancos
centrales europeos acumularan una cantidad creciente de libras esterlinas. Como
vimos con el Pacto de Génova, los bancos centrales tenían mayor flexibilidad
para emitir dinero no sólo contra oro sino además contra divisas convertibles a
oro. El balance
de pagos deficitario de Inglaterra aumentaba la oferta de libras en el
continente y los bancos centrales con el fin de mantener las paridades de las
monedas para no ver perjudicadas sus propias exportaciones, procedieron a
comprar libras. El Banco de Francia, en especial, acumuló en muy poco tiempo
una gran cantidad de moneda inglesa. En noviembre de 1926 el Banco de Francia
tenía 5.300.000 libras, en febrero de 1927 aumentaron a 20.000.000, en abril a
60.000.000 y en mayo llegaron a 120.000.000. Los
ingleses seguían manteniendo una tasa de interés relativamente baja; si
hubiesen saneado su moneda y liberado la tasa de interés hubiesen podido frenar
la salida de capitales. Pero el presidente del Banco de
Inglaterra, Montagu Norman, prefería una política cortoplacista, de dinero
fácil.
Émile Moreau, del Banco de Francia,
considerando que era peligroso mantener una cantidad tan grande de libras esterlinas
como reservas, decidió empezar a cambiarlas por oro, con lo cual se ponía en
apuros al Banco de Inglaterra, que debía entregar el oro a cambio de las libras. Norman trató varias veces de convencer a Moreau de que desistiera y
de que tuviera confianza en la libra, y trató de inducir a algunos
bancos centrales continentales para que ejercieran cierta presión sobre Moreau.
Pero éste estaba decidido a llevar adelante el cambio de libras por oro.
Norman buscó ayuda en su amigo
Benjamin Strong, de la Reserva Federal de Nueva York, para realizar una reunión
de banqueros centrales con el fin de disuadir de su política al Banco de
Francia. Dicha
reunión se llevó a cabo en julio de 1927 en Nueva York y participaron Norman
por el Banco de Inglaterra, Strong por la Reserva Federal de Nueva York,
Charles Rist por el Banco de Francia y Hjalmar Schacht por el Reichsbank.
Norman y Strong trataron de persuadir a Rist y Schacht de llevar adelante una
política crediticia expansiva con el objeto de reducir las tasas de interés. La
conferencia fracasó; Rist y Schacht volvieron a sus países mientras que Norman y Strong diseñaron una nueva expansión del crédito en los
Estados Unidos. A. C. Miller (un
economista serio/profesional/ de mercado), del directorio de la Reserva Federal,
se opuso firmemente a esta política, pero fue vencido por Norman y Strong.
El
cronograma de la política de Norman y Strong era el siguiente: 1) a fines de julio y principios de agosto
se redujo la tasa de interés para aceptaciones bancarias en la Reserva Federal
de Nueva York; 2) entre el 27
de julio y el 3 de agosto los bancos de la Reserva Federal realizaron
operaciones de mercado abierto comprando títulos del gobierno; 3) hacia fines de julio y principio de
agosto los bancos de la Reserva Federal de Kansas City, St. Louis, Boston,
Nueva York y Cleveland redujeron sus tasas de redescuentos.
Para
aquellos que atribuyen la crisis de 1929 a la rigidez del patrón oro, cabe
recordar que esta política de expansión del crédito -a partir de mediados de 1927-
por parte de la Reserva Federal, tenía lugar en momentos en que las reservas de
oro caían en los Estados Unidos, lo cual implica ir en sentido contrario de lo que
establecen las reglas del patrón oro.
El cambio de política de la Reserva Federal
Esta política de expansión del
crédito (“dinero fácil”) impulsada por Strong (estadounidense) y Norman
(inglés) aceleró el alza de los precios de las acciones que venía ocurriendo en
Wall Street.
Hacia
fines de 1927 Strong enfermó y empezó a perder
poder dentro del directorio de la Reserva Federal, hasta que finalmente fue
sucedido por George L. Harrison. Al
mismo tiempo, un nuevo director había entrado como miembro de la Reserva
Federal, Roy A. Young, quien inmediatamente comenzó a hacer todo lo posible por
detener la expansión crediticia impulsada por Strong. A fines de 1927 y principios de 1928 las
autoridades de la Reserva Federal decidieron revertir su política, alarmados
por los precios que habían alcanzado las acciones. Comenzaron a vender títulos
públicos y subieron las tasas de redescuentos.
En
primer lugar la iliquidez creada por la venta de títulos públicos llevó a los
bancos a requerir una mayor cantidad de redescuentos a la Reserva Federal. Expandir el crédito a través de
redescuentos iba en contra del objetivo de la Reserva Federal de detener el boom
bursátil; sin embargo, se decidió nuevamente por el camino de la expansión
crediticia. Otro factor que
ayudó a mantener al auge, fue la expansión de los créditos a los corredores de
bolsa.
Otro factor que también ayudó a
mantener el auge en el precio de las acciones fue el cambio de dirección en el
flujo internacional de movimientos de capitales. El alza en las tasas de
interés en los Estados Unidos hizo que los capitales que antes se movían desde
América hacia Europa ahora lo hicieran en sentido contrario. Los mercados financieros europeos se
vieron frente a una presión creciente para subir las tasas de interés. Italia
lo hizo en enero de 1929. Inglaterra en febrero, en marzo las subió Holanda y
nuevamente Italia, en julio Bélgica. Ante la salida de capitales los franceses
tuvieron motivos adicionales para desprenderse de las libras esterlinas que
tenían acumuladas, creándole, nuevos problemas al Banco de Inglaterra.
Estos factores, entonces, hicieron
que los precios de las acciones continuaran su tendencia creciente. En agosto
de 1929 la Reserva Federal subió la tasa de redescuentos del 5% al 6%; sin
embargo, las tasas de interés de mercado ya habían venido creciendo desde abril
de 1928. Estos aumentos en las tasas de interés
empezaron a tener sus efectos recesivos; la producción decreció: en Alemania en
el mes de mayo, en Estados Unidos en julio y en Inglaterra en agosto.
El
índice de mercados de valores empezó a caer el 3 de octubre y siguió cayendo en
la semana que comenzaba el 14 de octubre, para terminar en el pánico del jueves
24 de octubre.
Aquellos que habían puesto fondos para créditos a corredores de bolsa
comenzaron a retirarlos rápidamente, acentuando la caída de los precios.
Algunos de los bancos más importantes se reunieron para tratar de frenarla.
La
caída en la bolsa de comercio de Nueva York en el mes de octubre fue de cierta
importancia, pero, no puede decirse que haya sido la causa de la recesión
económica que tuvo lugar en los años 30, ni tampoco que haya sido una caída sin precedentes.
La
recesión económica y el aumento de la desocupación que va a ocurrir durante
toda la década del treinta no es una consecuencia de la baja en las acciones
sino todo lo contrario, la baja en las acciones es una consecuencia de la
recesión económica.
[Y la recesión fue
claramente causada por el intervencionismo de la FED, por las políticas
expansionistas en lo monetario: por la lógica del “dinero fácil”, el crédito
barato y la reducción artificial de las tasas de interés].
Octubre de 1929 es la fecha que habitualmente se da como
comienzo de la crisis del treinta. Sin embargo, en ese momento lo único que
ocurría era que la economía había entrado en una recesión moderada como
consecuencia de la manipulación monetaria y crediticia practicada por la
Reserva Federal a partir de 1924. El agravamiento de la recesión y de la
desocupación, en especial a partir de 1931, se debió a las medidas intervencionistas
adoptadas primero por el presidente Herbert Hoover y luego por Franklin D.
Roosevelt.
LOS AÑOS 30
Cuando se presentaban situaciones de recesión y
desocupación con anterioridad a la crisis del 30 los gobiernos acostumbraban
reducir sus gastos y la presión tributaria y dejar que los mercados se
reajustaran, que volvieran a su equilibrio natural o espontáneo, en base a las
fuerzas de oferta y demanda. Con Hoover
se dio un cambio de estrategia; el gobierno debía "colaborar" para
solucionar la crisis.
La administración de Hoover comenzó a incursionar en una trayectoria
de creciente intervencionismo estatal (“estatismo”). En uno de los discursos de
la campaña electoral de 1932 resumió su propia gestión económica:
“[. . .] podríamos no
haber hecho nada. Eso hubiese sido una gran ruina. En cambio enfrentamos la situación
proponiendo a los empresarios y al Congreso el programa más grande de defensa
económica y contraataque jamás desarrollado en la historia de la República. Lo
pusimos en funcionamiento [ ...]. Ningún gobierno en Washington había
considerado hasta el momento que tenía una responsabilidad tan amplia para
liderar tiempos como éstos [. . .]. Por primera vez en la historia de la
depresión, los dividendos, las ganancias y el costo de vida fueron reducidos
antes que los salarios [. . .]. Éstos fueron mantenidos hasta que el costo de
vida había decrecido y las ganancias prácticamente desaparecido. Ahora son los
salarios más altos del mundo [. . .].
Crear nuevos trabajos y
darle a todo el sistema un nuevo respiro; nada ha sido planeado en nuestra
historia que haya hecho más por [. . .] "los hombres y mujeres
comunes" [. ..]. Algunos de los economistas reaccionarios nos urgían a
dejar que la liquidación siguiera su curso hasta que tocara fondo [. . . ].
Nosotros determinamos que no seguiríamos los consejos de los liquidacionistas
de final amargo para ver cómo el cuerpo de deudores de los Estados Unidos
quebraba y los ahorros de nuestro pueblo se destruían”.
Durante el mes de
noviembre de 1929, Hoover mantuvo una serie de reuniones con los industriales
más importantes alentándolos a no despedir empleados y a expandir las
inversiones. La Reserva Federal volvió inmediatamente a sus políticas de
expansión monetaria de la década del 20. En el término
de una semana duplicó con creces sus tenencias de títulos públicos de 135.700
millones de dólares a 292.690 millones. La tasa de redescuentos que estaba en 6
% fue reducida el 31 de octubre al 5% y el 14 de noviembre al 4,5%.
El 23 de noviembre
envió un telegrama a los gobernadores invitándolos a colaborar con el gobierno
federal en la expansión de
las obras públicas como mecanismo de reactivación económica. A mediados de 1929 se había creado
la Federal Farm Board, que recibía fondos del Tesoro destinados a la compra de
granos para evitar la caída de sus precios. En junio de 1930 el Congreso aprobó una nueva alza en la protección
arancelaria, la Hawley-Smoot Tariff Act, a la que siguió una ola de proteccionismo en todo el
mundo.
En junio de 1931
Austria abandonó el patrón oro. El abandono del
patrón oro en Austria trasladó el pánico a Alemania. El 20 de junio Hoover
realizó un anuncio que supuestamente apoyaría el Congreso de los Estados
Unidos. El anuncio consistía en una moratoria de un año de las deudas de los
países europeos con Estados Unidos y de los pagos de la deuda alemana por
reparaciones de guerra. Por supuesto, la primera estaba condicionada a que se
aceptara la segunda. Mientras todos los países europeos aceptaron en forma casi
inmediata la propuesta de Hoover, Francia, el país más importante, demoró mucho
su aceptación. La caída de Austria y luego de Alemania hizo surgir dudas acerca de
la confiabilidad de la libra esterlina. La corrida bancaria se trasladó ahora
al Banco de Inglaterra, que en muy poco tiempo perdió una cantidad considerable
de oro. Para intentar frenar la corrida, se subió la tasa de
redescuentos del 2,5% al 3,5 %, pero no fue suficiente. El Banco de Inglaterra
buscó entonces ayuda en la Reserva Federal y en el Banco de Francia; cada uno
de ellos le dio un crédito de 125 millones de dólares, pero mientras Inglaterra
no corrigiera la sobrevaluación de su moneda y pusiera fin al déficit fiscal la
desconfianza en la libra continuaría. El
crédito de la Reserva Federal y del Banco de Francia sólo ayudaría a postergar
la caída de la libra. El 28 de agosto el Banco de Inglaterra recibió otro
crédito, ahora de 400 millones de dólares, que esta vez provenía de un
consorcio de bancos privados. Pero Inglaterra continuaba no sólo sin realizar
las correcciones necesarias sino que además empezó a expandir la oferta de
dinero mediante compras de títulos públicos, lo cual ayudó a la pérdida de
reservas. El 19 de septiembre el Banco de Francia, viendo que la situación
inglesa no mejoraba, trató de evitar pérdidas y dio la orden de desprenderse de
un millón de libras esterlinas. El 20 de septiembre Inglaterra abandonó el
patrón oro.
Tras la caída de la
libra esterlina siguió la corrida contra el dólar, pero la gran cantidad de
reservas en oro le permitió a la Reserva Federal afrontar la demanda sin
mayores problemas. Sin embargo, la política intervencionista de Hoover en los
Estados Unidos llevó la desocupación de unos 3 millones de personas en 1930 a
10,5 millones en. 1932, y la producción de la industria cayó abruptamente.
Hoover fue uno de los muy pocos presidentes norteamericanos que no fueron
reelegidos para un segundo período.
F. D. Roosevelt ganó las elecciones de 1932 e inmediatamente comenzaron a
correr rumores de que abandonaría el patrón oro. Roosevelt se
negaba a desmentir el rumor, y por lo tanto la gente, tanto ciudadanos
norteamericanos como extranjeros, empezó a pedir a los bancos, el pago en oro.
A los dos días de
asumir la presidencia Roosevelt declaró un feriado bancario de dos días para
estudiar la situación. El domingo 12 de marzo emitió un mensaje por radio asegurándole a la
gente que podía llevar su dinero a los bancos con confianza, lo que tuvo el
efecto buscado. El 5 de abril Roosevelt, aprovechando la autorización que le
había dado el Congreso en marzo para que actuara con entera libertad, declaró ilegal "temporariamente" poseer monedas
de oro en los Estados Unidos. Se dispuso también un control a la exportación de
oro y divisas extranjeras.
EL NEW DEAL
El 16 de junio Roosevelt firmó la ley de recuperación de
la industria nacional (National Industrial Recovery Act); fue aprobada por el
Congreso, dando nacimiento al New Deal. Esta ley consistía en una gran cantidad
de regulaciones y códigos para la industria. Se acortaban las horas de trabajo,
se ponían salarios mínimos y se fijaban precios y condiciones de venta. La idea
de la ley era generar un aumento de la "demanda global" que
permitiera salir de la recesión. Para cuidar que las regulaciones y códigos
fuesen cumplidos por las industrias se creó un organismo estatal: National Recovery
Administration. [El intervencionismo en su estado químicamente puro, por eso,
¿de qué hablan cuando dicen: “el libre mercado fue el responsable de la crisis
de los 30”. Sería bueno que estudien e
investiguen bien las causas, antes de hablar de memoria y con abundante carga
ideológica].
A fines de enero de
1934 se sancionó la Gold Reserve Act. Mediante esta ley se le expropiaba el oro
a los Bancos de la Reserva Federal y pasaba a ser propiedad del Tesoro de los
Estados Unidos.
A cambio del oro se le entregaba a los bancos un "certificado de oro"
cuyo significado era extraño, ya que no era un certificado para cambiar por
oro, era un certificado por el oro expropiado. El 31 de enero se devaluó el dólar frente al oro, pasando la
cotización de 20,67 dólares la onza a 35 dólares. En diciembre de 1933 comenzó
un programa de gasto público creciente.
El gasto público del gobierno federal de los EEUU, pasó
de $ 3.127 a $ 8.841 millones de dólares, entre 1929 y 1939, lo que significa
una tasa de crecimiento promedio anual del 10.95%, durante el período
analizado. Algo absolutamente
intervencionista, gigantesco, desproporcionado y demencial. [Fuente: Historical Statistics of The United
States, Colonial Times to 1970. U. S. Department of Commerce, p. 1.104.]
El mayor auge en el gasto público se dio entre 1934 y 1939,
cuando pasó de $6.645 a $8.841 millones de dólares (tasa de crecimiento
promedio anual del 5,9%); el objetivo
era incrementar la "demanda global" para estimular la producción y
reducir la desocupación. Por su parte, la política tributaria estuvo destinada
a redistribuir el ingreso; se aumentaron significativamente los impuestos a los
ingresos de los niveles más altos, se puso un impuesto del 5% sobre las
utilidades no distribuidas de las empresas y se intentó pasar por el Congreso
un impuesto federal a la herencia que finalmente fue rechazado, pero a
cambio hubo aumentos sustanciales en los impuestos sobre bienes inmuebles. [Algo similar a lo que pretenden
hacer acá en Ecuador con los famosos impuestos a la plusvalía y las herencias,
rechazado rotundamente por la población informada de este país]. Roosevelt no logró que la economía se
recuperara en forma definitiva, sino que se movía con muchos altibajos producto
de la cambiante legislación. [Como sucede siempre con las
políticas intervencionistas, que son eso: políticas, no avaladas por la ciencia
económica fundada por el Liberalismo Clásico].
A mediados de 1935,
gracias a la acción del senador Glass, se logró modificar un proyecto de ley de
bancos que de haber sido aprobado en su forma original le habría otorgado a la
Reserva Federal un enorme poder para regular los depósitos y reservas de los
bancos.
El 27 de mayo la Corte Suprema declara inconstitucional a
la National Recovery Administration (NRA). Este organismo había sido creado
para controlar que las industrias cumplieran con los códigos y regulaciones de
la National Industrial Recovery Act. La burocracia del NRA
prácticamente legislaba, ya que podía cambiar las reglas. Los empresarios de la
industria encontraban dificultades serias, puesto que no sabían a qué atenerse
o cuándo se les iban a cambiar las condiciones de producción.
Los miembros de la Corte entendieron que el Congreso había delegado funciones
que le correspondían a él, y por lo tanto declararon inconstitucional la NRA. Esta decisión de la Corte implicó aliviar al
menos durante un tiempo a la industria de las regulaciones y controles de la
NRA. La producción industrial y la inversión comenzaron a crecer, pero este
efecto no fue consecuencia del New Deal sino de su parcial abolición.
Roosevelt intentó a principios de 1937 pasar por el
Congreso una ley que modificara la cantidad de miembros de la Suprema Corte con
el objeto de que ésta se tornara favorable al Poder Ejecutivo. La propuesta de Roosevelt provocó
indignación, ya que implicaba cierta intención dictatorial. Con la Corte de su
lado Roosevelt se aseguraba, al preparar las leyes, que éstas fueran aprobadas
por el Congreso, que era demócrata, y además que fueran interpretadas
favorablemente por los jueces. Este movimiento del Presidente
provocó temores en los mercados, puesto que se vislumbraba la posibilidad de un
intervencionismo creciente que no había manera de detener si la Corte Suprema
pasaba a ser dominada por el Poder Ejecutivo. El temor sé hizo sentir en las cotizaciones de las
acciones y en la producción, que cayeron. El índice de producción industrial, que
estaba en julio de 1937 en 120, bajó en marzo de 1938 a 84 y en junio a 81. La
desocupación creció de 7.700.000 en 1937 a 10.390.000 en 1938.
El tema de la desocupación se vio a su vez agravado por
la ley Wagner de julio de 1935, que empezó a tener sus efectos recién después
de las elecciones de 1936, con huelgas, especialmente en la industria
automotriz. La
Wagner Act fue reforzada con la última ley del New Deal, la Wage and Hours Act
de junio de 1938. Esta ley establecía que las horas de trabajo iban a estar
limitadas a 44 horas semanales durante el primer año, a 42 en el segundo y a 40
en el tercero. Las horas trabajadas por encima de estos máximos debían pagarse
1,5 más que el salario normal. Los salarios mínimos fueron establecidos en 25
centavos la hora para el primer año, 30 centavos para los seis años siguientes,
y 40 centavos para después del séptimo año.
[Intervencionismo brutal, creciente y demencial que hizo
que la recesión se agrave].
CONCLUSIONES
La crisis desatada durante la década del treinta no tiene
un único factor determinante. El derrumbe de la bolsa en octubre de 1929 fue
consecuencia directa de la política monetaria llevada adelante por la Reserva
Federal de los EEUU, a partir de 1924. Las operaciones de compra de títulos
públicos con mercado abierto llevaron a un crecimiento de la liquidez que
redujo las tasas de interés del mercado y provocó un auge artificial en los
precios de las acciones. El desorden monetario imperante en Europa
principalmente en Inglaterra, se sumó a los desequilibrios financieros
generados por la Reserva Federal. La caída en los precios de las acciones se
produjo cuando las autoridades de la Reserva Federal revirtieron su política
expansiva vendiendo títulos públicos y subiendo las tasas de redescuentos.
La recesión en la producción puede decirse que comenzó por la
iliquidez creada por la Reserva Federal, pero los efectos recesivos que se estaban
presentando no eran peores que los de otras épocas anteriores. La profundidad y duración que caracterizaron a la
crisis de los años treinta se debieron al creciente intervencionismo tanto de
Hoover como de Roosevelt y a las barreras aduaneras elevadas en todo el mundo,
habiendo sido los Estados Unidos los primeros en marchar por este camino con la
ley Fordney- McCumber.
La crisis del 30 no se debió ni al patrón oro ni al libre
comercio; fue consecuencia, como en el caso de las crisis
anteriores, de la intervención gubernamental en el manejo de la moneda y del
mercado. El New Deal, en especial, no fue la solución a la
crisis sino una de sus causas, que al ser eliminada por la Corte Suprema de
Justicia le devolvió flexibilidad y capacidad de reajuste a la economía.
EXPLICACIONES
ALTERNATIVAS A LA CRISIS (KEYNES Y FRIEDMAN)
El análisis anterior siguió, en gran parte, las explicaciones
que Benjamín M. Anderson y Lionel Robbins dieron acerca de la causa y desarrollo de la crisis del
treinta. Pero para finalizar veamos muy brevemente las dos explicaciones
alternativas más popularmente divulgadas de la crisis del treinta. La de mayor popularidad en el mundo
académico parece ser la dada por John M. Keynes y en segundo lugar podríamos
ubicar la de Milton Friedman.
KEYNES
Según Keynes, la
desocupación se debe a una demanda global insuficiente para generar un nivel de
producción lo suficientemente alto como para absorber la totalidad de la fuerza
laboral disponible. Esta insuficiencia de la demanda global puede deberse a una baja
propensión de la gente al consumo o a una tasa de interés muy alta; por lo
tanto, la solución propuesta por Keynes es aumentar la demanda
global a través de un mayor gasto público o una reducción de la tasa de interés
para alentar la inversión.
Tanto la explicación como la solución de Keynes no son
novedosas; las mismas explicaciones daban los mercantilistas. La explicación keynesiana de las
crisis fue, en realidad, refutada a principios del siglo XIX por el economista
francés Jean-Baptiste Say, cuya argumentación tomaron y desarrollaron David
Ricardo y John Stuart Mill. Según la ley de Say es imposible pensar que pueda existir
un exceso de oferta global sobre la demanda global o, viceversa, un exceso de
demanda global sobre la oferta global. Oferta y demanda global son una
identidad, son como dos caras de una misma moneda; toda oferta
implica necesariamente una demanda y toda demanda implica necesariamente una
oferta;
quien demanda algo tiene que ofrecer algo y quien ofrece algo está demandando
algo; por lo tanto, no puede ser que
haya diferencias entre demanda y oferta globales. Lo que sí puede haber es un exceso de oferta en algunos mercados,
pero esto tiene necesariamente que implicar exceso de demanda en otros;
no puede ser que todos los mercados estén deprimidos al mismo tiempo.
Es totalmente cierta la conclusión de Sweezy: toda la
economía keynesiana cae por tierra si la ley de Say es cierta. Ahora bien, de
los varios temas económicos que Keynes no comprendió, el de la ley de Say fue
el menos comprendido, y esto es
relativamente fácil de demostrar. Para refutar la ley de Say Keynes recurre a
la siguiente cita de John S. Mill:
“Los medios de pago de
los bienes son sencillamente otros bienes. Los medios de que dispone cada
persona para pagar la producción de otras consisten en los bienes que posee.
Todos los vendedores son, inevitablemente, y por el sentido mismo de la
palabra, compradores. Si pudiéramos duplicar repentinamente las fuerzas
productoras de un país, duplicaríamos por el mismo acto la oferta de bienes en
todos los mercados; pero al mismo tiempo duplicaríamos el poder adquisitivo.
Todos ejercerían una demanda y una oferta dobles, porque tendrían dos veces más
que ofrecer en cambio”.
Éste es el párrafo que utiliza Keynes, donde, según él,
"la doctrina está expresamente expuesta", para refutar la ley de Say. Sin embargo,
este párrafo fue cortado por la mitad, muy probablemente porque no comprendía
lo que Mill estaba diciendo. El hecho es que el párrafo de Mill continúa y lo
que dice a continuación es tan importante como lo que citó Keynes:
“Cierto que es probable
que hubiera ahora una superfluidad de determinadas cosas. Si bien la comunidad
duplicaría de muy buena gana su consumo total, puede ya tener tanto como desea
de algunas mercancías, y tal vez prefiera consumir más del doble de otras o
ejercitar su capacidad aumentada de compra sobre algún nuevo artículo. De todas
maneras, es un verdadero absurdo suponer que todas las cosas bajarían de valor,
y que en consecuencia todos los productores serían remunerados
insuficientemente. Si los valores continúan siendo los mismos, no importa lo
que ocurra a los precios, ya que la remuneración de los productores no depende
de la cantidad de dinero que obtienen por sus géneros, sino de la cantidad de
artículos de consumo. Además, el dinero es una mercancía; y si suponemos que se
duplica la cantidad de todas las mercancías, hemos de suponer que también el
dinero se duplica, y entonces los precios, como los valores, no bajarían”.
Como se puede ver, esta parte del párrafo que Keynes
olvidó citar termina de dar forma a la ley de Say, ya que explica que si bien
la oferta y la demanda global deben ser iguales, puede haber desequilibrios
entre los mercados individuales. Pero por sobre todas las cosas hay un punto muy importante
que los economistas keynesianos olvidan: "el dinero es una
mercancía". Cuando Keynes afirma que un
aumento de la preferencia por la liquidez reduce la demanda global, tiene razón,
siempre y cuando se considere que el dinero no es una mercancía. Pero el dinero
es una mercancía, puesto que es un bien útil y escaso.
Un aumento en la demanda de dinero tiene los mismos efectos
que un aumento en la demanda de cualquier otro bien: hace subir su precio
(poder adquisitivo) y alienta su producción hasta el punto en que deja de ser
rentable seguir produciendo dinero. En un mercado libre la oferta de dinero
aumenta o disminuye según se incremente o baje la demanda de dinero. Lo que
Keynes debería haber explicado es por qué un aumento en la demanda de dinero no
genera, en un mercado libre, los mismos efectos que un aumento en la demanda de
cualquier otro bien: un aumento de la producción hasta que los ingresos
marginales tiendan a igualarse con los costos marginales. De
cualquier forma la refutación que Keynes realiza en su Teoría general queda
invalidada desde que lo que refuta es un párrafo mutilado de la ley de Say. Hoy
en día algunos economistas parecen haber comprendido que un aumento del gasto
público no eleva la demanda global sino que cambia su estructura: aumenta el
gasto público pero a costa de un menor consumo o inversión de los privados.
FRIEDMAN
Como hemos visto, durante la década de 1920 la Reserva
Federal había realizado una expansión del crédito relativamente considerable. El punto de
vista de Friedman y Schwartz es justamente el opuesto: "Lejos de ser una década inflacionaria,
los años veinte fueron lo contrario. Y el sistema de la Reserva, lejos de ser
una máquina de inflación, muy idóneamente evitó que la cantidad de dinero
aumentara tanto como lo hubiera hecho si se hubiese permitido que los
movimientos de oro ejercieran toda su influencia".
Según estos
autores, la Gran Depresión fue causada por una fuerte contracción monetaria por
parte de la Reserva Federal. Ahora bien, es cierto que la oferta monetaria
disminuyó pero sólo hasta 1933. La explicación de Friedman ya era
sostenida por varios economistas durante la década del veinte; podemos citar,
entre otros, a Irving Fisher.
Los partidarios de la "estabilización" parecen
olvidar en el momento de realizar sus análisis la importancia que tienen los
precios relativos en el funcionamiento del mercado. Se preocupan
por mantener estable el "nivel" de precios cuando, en realidad, es
totalmente intrascendente. Si aceptamos que la ley de Say
es válida, entonces las recesiones económicas no se deben a una insuficiencia
de demanda agregada o a un excedente de oferta global, sino que son el producto
de un período durante el cual los recursos fueron mal asignados, se expandieron
ciertas producciones que no deberían haberse expandido, a costa de la
contracción de otras que no deberían haberse contraído. La
recesión se produce cuando los mercados se reajustan, es decir cuando todos los
sectores que se sobreexpandieron quiebran y los que se achicaron vuelven a
crecer.
Los precios relativos son las guías que tienen los
mercados para evitar que se produzcan desajustes de gran importancia. Pero la pregunta es: ¿por qué en
determinado momento tantos empresarios se equivocan al mismo tiempo y en la misma
dirección? La respuesta parece ser que por algún motivo los
precios relativos fueron distorsionados, induciendo así a producir los distintos
bienes y servicios en proporciones distintas de las que los consumidores
desean. En especial hay un indicador, la tasa de interés, que afecta a los
cálculos de rentabilidad de todos los mercados. Aun cuando el
"nivel" de precios se mantuvo relativamente estable durante la década
del veinte, inclusive bajando un poco hacia el final, los precios
relativos se estaban distorsionando a causa de los manejos monetarios de la
Reserva Federal, y especialmente la tasa de interés fue manejada de manera muy
discrecional. En este
caso en particular los precios de las acciones fueron, aparentemente, los más
afectados por la reducción de la tasa de interés.
La mala asignación de recursos que se genera por las
manipulaciones monetarias puede perdurar en el tiempo sólo si se sigue
incrementando la cantidad de dinero en forma creciente. Las opciones a escoger son dos: 1)
se sigue expandiendo el crédito para evitar el reajuste, lo que llevaría a una
inflación creciente y finalmente a la hiperinflación, o 2) se termina con la
expansión crediticia provocando el reajuste del mercado.
Pretender, como Friedman, que la Reserva Federal debiera
haber expandido más la oferta monetaria implica querer mantener las
distorsiones del mercado, y esto no se puede hacer indefinidamente. Dejar de
expandir el crédito tiene los efectos iniciales de iliquidez, los encajes
técnicos de los bancos se ven incrementados y por lo tanto la oferta monetaria,
medida por M1 o M2, se contrae. Pero esta contracción de la oferta monetaria no
es la "causa" de la recesión, como sostiene Friedman, sino el
"efecto". La Reserva Federal expandió el
crédito en momentos en que estaba saliendo oro o, si se quiere, esta expansión
del crédito forzó una salida de oro que de otra manera no hubiese ocurrido. La Reserva Federal estaba siguiendo un
camino distinto del que el mercado indicaba, y por lo tanto estaba provocando
desajustes que tarde o temprano tenían que ser corregidos. En un mercado libre, donde los funcionarios públicos no
pudieran manejar la cantidad de dinero y de crédito, los desajustes de la
década del veinte no hubiesen existido, por lo menos en la magnitud en que
existieron.
Resumido por: Pablo Zambrano Pontón
CATEDRÁTICO/ESCRITOR/ANALISTA ECONÓMICO
CANDIDATO A PHD IN ECONOMICS, SMC UNIVERSITY (SUIZA/ARGENTINA)
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