Comparto con mi distinguida audiencia, un resumen de la Escuela Austriaca de Economía, elaborado por el maestro argentino, Juan Carlos Cachanosky (+), que es parte de la asignatura: Historia del Pensamiento Económico, de la maestría en Economía Política en SMC University, que la estoy cursando.
Atte
Pablo Zambrano Pontón
LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA
Juan Carlos Cachanosky (+)
Se inicia con Carl Menger (1840-1921). Dado el prestigio
de la Escuela Clásica en Inglaterra y el de la Escuela Histórica Moderna en
Alemania y Austria, Menger fue,- en sus comienzos, un luchador solitario. Hasta
fines de la década de 1870 no existía una “Escuela Austríaca”: sólo estaba Carl
Menger.
En el
primer libro de Menger (1871) se hace una crítica tanto a la Escuela Histórica
Moderna como a la Escuela Clásica. A la
primera porque el libro implicaba la existencia de leyes económicas universales
y atemporales que eran negados por los historicistas; y a los segundos, porque
daba un giro copernicano con respecto a la teoría de los precios. Para Menger no eran los costos de producción
los que determinaban el precio de los bienes (valor decambio), como sostenían
los clásicos, sino justamente a la inversa.
Como
era de prever, dado el predominio del pensamiento historicista, los principios
cayeron en un vacío casi total y no tuvieron ninguna repercusión de
importancia. El
libro tuvo sólo unos pocos lectores, entre los que se encontraban Eugen von
Böhm-Bawerk, Friedrich von Wieser y Alfred Marshall. Como veremos luego, sólo Böhm-Bawerk continuó
y dio renovado impulso a las ideas de los principios de Economía de Menger.
Una de
las revistas alemanas fundadas por el historicista Hildebrand, deplora que el
libro sea breve y esté escrito por una persona joven (Menger tenía en ese
entonces 31 años). En definitiva, el libro
de Menger fracasó, debido al predominio del método historicista.
Escribió
un segundo libro en 1883 titulado: “Investigación sobre el método de las
ciencias sociales y de la economía política en especial”, donde critica la
posición metodológica de la Escuela Histórica Moderna, defendiendo la
posibilidad de una teoría económica universal y atemporal.
Schmoller,
que en el caso del primer libro de Menger permaneció en silencio, reaccionó
ahora con una fuerte crítica en su revista, en un tono muy ofensivo.20 Menger respondió en una serie de
dieciséis cartas, que posteriormente fueron publicadas bajo el título de (Los
errores del historicismo en la economía política alemana, 1884). Eran muy
polémicas y algunas de ellas resultaban injuriosas para Schmoller. Menger
justificaba el bajo nivel académico de sus comentarios y los ataques ad
hominem (personales) contra Schmoller argumentando que cuando los
académicos se ven atacados por un “ignorante” deben aprovechar la oportunidad
para dirigirse al público en general, en
un nivel que le sea accesible.
Schmoller
y sus discípulos comenzaron a llamar “austríacos” a los que sustentaban la
posición del grupo de Viena. De aquí surgió el nombre (La
Escuela Austríaca), para identificar a Menger y sus discípulos, y obviamente
eso tenía un carácter peyorativo.
El
último aporte de importancia de Menger fue un trabajo sobre moneda en el cual
expone tanto la evolución histórica del dinero como una teoría del valor de
éste.
Menger
era un hombre de elevada estatura y personalidad imponente. Uno de sus
principales hobbies era coleccionar libros; llegó a formar una
biblioteca personal de más de 20.000 volúmenes.
En lo
que respecta a su actuación como docente, es interesante citar el siguiente
relato de H. R. Seager, economista norteamericano, que asistió a sus cursos:
“El
profesor Menger lleva bien sus cincuenta y tres años. Cuando expone en sus
clases rara vez utiliza sus notas, excepto para verificar una cita o una fecha.
Las ideas parecen surgirle mientras habla; las expresa con un lenguaje tan
claro y simple y las enfatiza con gestos tan apropiados, que es un placer
escucharlo. El estudiante siente que lo transportan en vez de dirigirlo, y
cuando se llega a una conclusión, ésta viene a su mente no como algo inconexo,
sino como la consecuencia obvia de su propio proceso mental. Se dice que
aquellos que asisten a las clases del profesor Menger con regularidad no
necesitan otra preparación para su examen final en economía política, y estoy
dispuesto a creerlo. Muy pocas veces he escuchado a un conferenciante que posea
el mismo talento para combinar claridad y simplicidad de exposición, junto con
una amplia visión filosófica. Sus clases rara vez se hallan ‘por encima de la
capacidad’ de sus estudiantes menos capaces y, sin embargo, instruyen a los más
brillantes”.
Eugen
von Böhm-Bawerk (1851-1914)
Las
figuras que más fama alcanzaron fueron las de Friedrich von Wieser y Eugen von
Böhm-Bawerk, a pesar de que ninguno de los dos fue alumno directo de Menger.
Recibieron su influencia a través de la lectura de los Principios.
Bohm Bawerk en 1884 publica su primer libro:
Historia y crítica de las teorías del interés.
Dos años después (1886) publicó una serie de artículos con el nombre de:
“Fundamentos de la teoría del valor económico”.
Según Hayek, aunque este artículo
agrega poco a lo dicho por Menger y Wieser, su gran claridad y fuerza de
argumentación han hecho que sea, probablemente, el que más ayudó a difundir la
teoría de la utilidad marginal.
De
estos dos grandes economistas sólo Böhm-Bawerk continuó en la línea de
pensamiento mengeriana, ya que Wieser siguió, posteriormente, caminos propios y
terminó acercándose más al enfoque de la Escuela de Lausanne. Su libro: Fundamentos de la Economía Social
(1914), contiene ideas que hacen dudoso que Wieser pueda ser considerado como
un miembro de la Escuela Austriaca.
Es
Böhm-Bawerk, entonces, quien mantiene la teoría del valor de acuerdo con el
enfoque mengeriano. En 1889 publica el
segundo volumen de su libro con el título de Teoría positiva del capital,
en el cual realiza una nueva exposición de la teoría del valor y de los
precios; vuelve sobre el tema en 1898, con la publicación de su famoso trabajo
“El cierre del sistema marxista”. En su primer volumen de Das Kapital (1867)
Marx había incurrido en ciertas contradicciones en la teoría de la explotación
que él mismo se vio obligado a admitir: “Esta ley [que la plusvalía se origina
a partir del capital en giro] se halla, manifiestamente, en contradicción con
toda la experiencia basada en la observación vulgar”.
Marx,
promete una solución en los siguientes volúmenes pero muere en 1883 sin haber dado la
respuesta prometida. El segundo volumen de Das Kapital aparece publicado
en 1885 por su amigo Friedrich Engels, provocando desilusión entre sus seguidores.
Hubo que esperar hasta 1894 para que Engels publicara el tercer volumen que
debería haber contenido, y no lo hizo, la solución esperada. En su trabajo Böhm-Bawerk realiza un análisis
detallado de las falacias y contradicciones del sistema marxista en su versión
final.
Böhm-Bawerk.
ha sido más conocido por su teoría del interés.
Böhm-Bawerk comienza su libro realizando una excelente crítica a las
teorías del interés existentes, y llega a demostrar que sólo la disparidad de
valoraciones entre bienes presentes y futuros es la determinante de la tasa de
interés. Sin embargo, al exponer su propia teoría la apoya, en cierta manera,
sobre el concepto de la productividad del capital. Posteriormente, Ludwig von
Mises y Frank Fetter retomaron los avances de Böhm-Bawerk y esbozaron una
teoría del interés basada exclusivamente en la valuación subjetiva entre bienes
presentes y futuros.
A uno
de los seminarios que dictaba Bohm Bawerk en la universidad de Viena, asistía
von Mises. En 1913, un año antes de la
muerte de Böhm-Bawerk, el tema de discusión en el seminario fue el libro de
Mises (1912) (Teoría del dinero y del crédito).
Ludwig
von Mises (1881-1973)
Mises
obtuvo su doctorado en 1906 e ingresó como profesor ad honorem en la
Universidad de Viena. Aunque su gran vocación era la enseñanza, sabía que “como
liberal clásico le estaría negado el puesto de profesor universitario en los
países de habla alemana”.
En
1920, abrió un seminario en la Cámara de Comercio; como alumno del mismo se
encontraba el gran Friedrich von Hayek, quien continuó con la línea ortodoxa
del pensamiento austríaco.
En 1934
Mises recibió una oferta para ocupar una cátedra en el Institut
Universitaire en Ginebra, que aceptó y mantuvo hasta1940, año en que,
debido a la persecución nazi, debió emigrar hacia los Estados Unidos. Hayek, por su parte, se trasladó a Londres.
En 1948
Mises comienza a dietar un seminario en la Universidad de New York, hasta 1969.
De este seminario surgieron los continuadores más “ortodoxos” del pensamiento
mengeriano en los Estados Unidos. De esta manera, la Escuela Austriaca se apagó
en Austria y retomó nuevo impulso en los Estados Unidos, a partir de la
Universidad de New York. Mises, así como Menger, es un claro ejemplo del efecto
multiplicador que puede generar un individuo en la divulgación de un
pensamiento.
Si bien
sólo cuatro personas lograron el grado de Doctor of Philosophy con
Mises, la cantidad de discípulos importantes es mucho mayor, no sólo en los
Estados Unidos sino en distintas partes del mundo.
Puede
considerarse a Mises como el economista que más implicancias lógicas extrajo
del pensamiento de Menger y Böhm-Bawerk. Además,
fue el primero en publicar un tratado sistemático de economía, Human Action
(Acción humana).
Entre
los aportes de Mises se pueden incluir: 1)
la teoría del ciclo económico, en la que unifica las teorías puramente
monetarias del ciclo con las puramente estructurales; 2) la demostración de la
imposibilidad de cálculo económico y, por lo tanto, de eficiencia económica, en
un régimen socialista; 3) el descubrimiento de que la economía es una parte de
otra ciencia más general: la praxeología, o la ciencia de la acción, y 4) la
demostración de que la teoría económica tiene, como la matemática y la lógica,
carácter apriorístico y no hipotético-deductivo, como las ciencias naturales.
Si bien
todos estos aportes tienen gran importancia, el que más ha impactado y
provocado un debate internacional fue el de la imposibilidad del cálculo
económico en una sociedad socialista. El planteo de Mises no fue el primero en
este tema ya que otros habían señalado el problema con anterioridad.
El
artículo de Mises, juntó con su libro Socialismo, aparecido dos años
después, fueron el punto de partida del debate acerca del cálculo económico.
Mises respondió en forma inmediata, en dos oportunidades, a las críticas de los
socialistas y sus últimos comentarios sobre el tema aparecieron en Acción
Humana. Quien en realidad respondió con mayor paciencia fue Hayek; los
capítulos II a IX de su libro Individualismo y Orden Económico, constituyen
una respuesta detallada a las soluciones ofrecidas por los economistas
socialistas.
Una de las principales características
de la personalidad de Mises era su intransigencia. Cuando por medio del rigor de la lógica llegaba a alguna conclusión la
defendía inquebrantablemente aun a costa de la impopularidad y la soledad. Al
respecto dice Hayek: “[Mises] tenía el coraje de defender sus convicciones como
pocas personas he conocido, un coraje que llegaba al extremo de preferir
volverse impopular con sus amigos y colegas. Cuando consideraba algo como
correcto perseguía su punto de vista con persistencia aunque apareciera como
ridículo, enemigo u odiado”.
El
nivel de conocimiento que exigía de un economista también le acarreaba en
ocasiones quejas de sus alumnos. Consideraba que nadie podía ser un buen economista a menos que
estuviese versado en matemática, física, biología, historia y jurisprudencia.
Cuando un estudiante de economía le reclamó que nadie lo podía obligar a
estudiar todo eso, la reacción de Mises fue: “Nadie le pide o lo obliga a usted
a que sea economista”. Idéntica
exigencia requería en el manejo de idiomas. En muchas ocasiones, en la
Universidad de New York, leía citas en francés y alemán. Cuando alguien se
quejó, aduciendo que no hablaba ni francés ni alemán, la respuesta fue:
“Apréndalos, usted se ha involucrado en actividades académicas”.
Sin
ánimo de querer molestar a los economistas de nuestra generación, creemos que
la falta de conocimiento de la historia y naturaleza de su propia ciencia
afecta, en cierta manera, su avance. Hoy parecería ser que el buen economista
es el que maneja las herramientas matemáticas con cierta destreza. Sin embargo,
la formación matemática de los economistas se limita en general al campo
algorítmico de la matemática, es decir, a los pasos “mecánicos” para la
resolución de problemas, e.g., cómo se deriva o se resuelve un sistema de
ecuaciones simultáneas. Pero
la matemática es mucho más que eso y Mises lo sabía, por eso no cayó en los
errores de los economistas matemáticos. El enclaustramiento en la “construcción
de modelos” por creer que es la manera “científica” de proceder, haciendo caso
omiso de los problemas epistemológicos que implican, ha llevado a serios
errores de teoría económica.
Friedrich A. von Hayek (n. 1899)
El
profesor Hayek es uno de los discípulos más destacados de Mises. Su formación
inicial, sin embargo, no proviene de la rama “ortodoxa” de la escuela. Hayek estudió con Wieser y, como
él mismo dice, nunca pudo abandonar totalmente las influencias de este
economista. Igual que Wieser, o tal vez debido a su influencia, Hayek
simpatizaba con los ideales del socialismo fabiano.
Algunos
años después de graduado, Mises necesitaba contratar un abogado con
conocimientos de economía. Es así como, con una carta de presentación de
Wieser, Hayek entró en
contacto con Mises, lo que implicaba enfrentar a un socialista fabiano con un
liberal intransigente. Si bien Wieser presentó a Hayek como un abogado
con buenos conocimientos de economía, Mises no vaciló en señalarle a Hayek, en
la entrevista, que no lo había visto en su seminario.
A pesar
de todo, Hayek logró ser aceptado por Mises. “En estos diez años”, decía Hayek,
“[Mises] tuvo ciertamente
más influencia en mi visión de la economía que ninguna otra persona [...]. Fue
su segunda gran obra, El socialismo (1922) […] la que me convenció de su
punto de vista”.
Hayek
fue miembro del Privat-Seminar que Mises realizaba en la Cámara de
Comercio Austríaca hasta 1931, cuando fue contratado por la London School of
Economics, donde permaneció hasta 1960. De aquí pasó a la Universidad de
Chicago, hasta 1962. Entre 1962 y 1969 enseñó en la Universidad de Friedburg,
para finalmente regresar a Austria, donde actualmente enseña como profesor
visitante en la Universidad de Salzburgo.
Las contribuciones de Hayek a las ciencias sociales pueden dividirse en varias
etapas. En un primer
momento su atención se concentraba en temas económicos, y dentro de
éstos, en dos puntos en especial. Uno es la explicación del proceso de coordinación del mercado basada en
el reconocimiento del conocimiento imperfecto de la información relevante por
parte de los individuos, y, por lo tanto, de errores en las predicciones.
Es interesante este punto porque aquí aparecen bien marcadas las diferencias
teóricas con las escuelas de Cambridge y Lausanne. Estas ideas están
brillantemente expuestas en su libro Individualism and Economic Order,
en el cual, además de quedar claras las diferencias con las escuelas antes
mencionadas, Hayek logra
también un importante avance para consolidar el pensamiento de Mises acerca de
la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo, ya que: “Los
razonamientos de Mises”, dice Hayek, “no siempre eran fáciles de seguir. A
veces era necesario el contacto personal y la discusión para comprenderlos
plenamente”.
Es
importante señalar que la
teoría austríaca del mercado incorporó la incertidumbre en forma sistemática y
coherente en el análisis antes que ninguna otra escuela. Recientemente
los economistas matemáticos creen haber realizado una revolución al incorporar
en sus modelos un factor estocástico. En este sentido podemos decir que la
economía matemática ha progresado mucho más lentamente que la tradicional
deducción lógica sobre la base de prosa.
El segundo tema económico, por el que
Hayek es más conocido, es el monetario y su relación con los ciclos económicos. Sus aportes se encuentran principalmente en tres libros: Prices and
Production (1931), Monetary Theory and the Trade Cycle (1933), y Profits,
Interest and Investment (1939). Estos libros de Hayek, sobre todo por los años en
que fueron escritos, significaban una respuesta a la teoría keynesiana, pero
sin embargo Keynes terminó prevaleciendo. Aunque conviene recordar que no fue a
partir de la publicación de The General Theory que el mundo se volvió
keynesiano. Lo que Keynes hizo en realidad fue darle apoyo teórico a las
políticas que los gobiernos ya venían practicando desde algunos años atrás.
La tesis keynesiana sostenía que una
expansión de la oferta monetaria cuando hay recursos ociosos pone estos
recursos en actividad, con lo cual se logra una disminución de la desocupación
y un aumento del ingreso real. Según Keynes, esta expansión monetaria no es
inflacionaria, ya que la mayor producción de bienes neutraliza los efectos
inflacionarios de la creación de dinero. Por el contrario, la tesis de Hayek es
que cuando se expande la cantidad de dinero y crédito se producen distorsiones
en los precios relativos, lo que lleva a asignar recursos en forma ineficiente.
Hayek demuestra que esta mala asignación de recursos, que responde a señales
falsas, no puede mantenerse a menos que se continúe con una expansión monetaria
creciente. Y, aun así, lo único que se lograría es postergar el problema, pero
no solucionarlo. De esta manera, aun cuando el “nivel” de precios se mantenga
estable, o inclusive caiga, la creación de dinero propuesta por Keynes lleva en
sí el germen de una recesión futura o la destrucción del sistema monetario en
caso de que se persista en mantener artificialmente el auge.
Hayek no sólo aplica su teoría de la
división del conocimiento al ámbito estrictamente económico, sino que también
la lleva al terreno de las instituciones sociales. En sus dos obras La Constitución de la Libertad (1960)
y Ley, Legislación y Libertad, en sus tres volúmenes (1973, 1976 y
1979), Hayek, demuestra
cómo la sociedad es un fenómeno complejo que ninguna mente individual puede
captar en todos sus detalles. Solamente
la libertad individual permite lograr un orden social donde los individuos
puedan satisfacer la mayor cantidad posible de necesidades particulares. En
estos libros Hayek analiza también las instituciones y sistema legal necesarios
para una sociedad libre.
Por último, Hayek realizó
investigaciones en el terreno de la epistemología y la psicología. En su libro The Counter-Revolution of Science (1952)
demuestra histórica y
teóricamente cómo el método de las ciencias naturales fue introducido en las
ciencias sociales sin tener en cuenta que la naturaleza del problema social es
distinta de la del problema de las ciencias naturales. Llegó a la
conclusión de que los científicos sociales, al no darse cuenta de esta
diferencia, terminaron “copiando como monos” (aping) a los científicos
de las ciencias naturales.
Las
contribuciones en psicología se encuentran en su libro The Sensory Order (1952). La idea central es que la percepción
sensorial es un acto de clasificación. Y esta clasificación no es el resultado de haber captado un
orden existente en las cosas; por el contrario, es la mente la que a priori ordena
los objetos. Las cualidades que los hombres atribuyen a los objetos no son
propiedades de éstos sino el producto de relaciones que realiza el sistema
nervioso. Göthe: “todo lo concerniente a hechos ya es
teoría”. Lo único que la
experiencia puede hacer es inducirnos a cambiar una teoría que es aceptada
hasta el momento.
Si Mises se caracterizaba por su
intransigencia, hasta llegar muchas veces al punto de la soledad, Hayek se
caracteriza por su impecable trato hacia sus oponentes académicos. Debido
a esto Schumpeter lo ha acusado de “exceso de cortesía”; pero tal vez fue este comportamiento el que le permitió
alcanzar mayor popularidad. Esta popularidad creció mucho cuando compartió el
Premio Nobel de Economía con Gunnar Myrdal en 1974, menos de un año después de
la muerte de Mises.
Igual que Menger, Böhm-Bawerk y Mises,
Hayek cree que son las ideas y no la fuerza las que deben triunfar para
establecer una sociedad libre. Y además piensa que el ámbito más adecuado para
lograr el cambio de esas ideas es el académico y no el político. Luego de leer “El Camino de
Servidumbre” (1944), Anthony Fisher se acercó a Hayek para preguntarle si
debía entrar en la política para resistir los avances del socialismo, pero éste
le aconsejó evitar la política y concentrarse en el terreno de las ideas.
El éxito de Hayek para el avance de las ideas liberales
ha sido notorio. Su maestro y amigo Ludwig von Mises señaló este éxito:
“Muchas
personas tuvieron la amabilidad de llamarme uno de los padres del renacimiento
de las ideas de la libertad clásicas del siglo XIX. Dudo de que tengan razón.
Pero no
hay duda que el profesor Hayek, con su “Camino de Servidumbre”, preparó
el camino para una organización internacional de los amigos de la libertad. Fue
su iniciativa la que llevó en 1947 al establecimiento de la Sociedad Mont Pellerin,
en la que cooperan eminentes liberales de todos los países de este lado de la
Cortina de Hierro”.
El
pensamiento económico de los austríacos
En
realidad es una violación al individualismo metodológico -defendido por los
miembros de la Escuela Austríaca- hablar del pensamiento de “los austríacos”,
ya que la forma de argumentar de cada uno de ellos no es homogénea. No obstante, las conclusiones a las que
llegan son muy semejantes. “Debo admitir
[…] cómo muchos de los argumentos [de la obra de Mises], que inicialmente yo
había aceptado a medias o considerado como exagerados y prejuiciosos,
demostraron posteriormente ser definitivamente verdaderos. Todavía no estoy de acuerdo con
todos ellos, ni creo que Mises lo hiciera. Él no esperaba que sus seguidores
recibieran sus conclusiones sin críticas y no progresaran más allá de ellas”.
Hayek.
El gran hiato que separa al pensamiento
de la Escuela Austríaca del resto comienza en la teoría del valor. Las teorías de Jevons, Walras y Menger tienen diferencias
mucho más profundas que las que se señalan generalmente en los textos de
historia del pensamiento económico. Como dice Mises, el paso de la teoría clásica del valor a la teoría
subjetiva implicó mucho más que la sustitución de una teoría poco satisfactoria
por otra mejor. Este paso tuvo
consecuencias importantes tanto para la teoría del mercado como para el ámbito
y método de la economía. La revolución austríaca en el tema del valor fue
más profunda que las de Cambridge y Lausanne.
Antes de entrar en el tema del valor conviene hacer algunas
aclaraciones, ya que éste ha dado lugar a ambigüedades y errores que causaron
bastante confusión. Uno de
ellos es hacer responsables a los economistas clásicos de errores que en
realidad no cometieron. Por empezar, cabe recordar que los clásicos distinguían
entre “valor de uso” y “valor de cambio” y, si bien no se preocuparon mucho de
cómo se determinaba el primero, tampoco desconocían su importancia, su
preocupación era más la determinación del precio (valor de cambio). Según Ricardo: “La utilidad no es entonces la medida del valor en
cambio, pero es absolutamente esencial para él. Si una mercancía no fuese útil
para nada -en otras palabras, si no pudiera de ninguna manera contribuir a
nuestra gratificación-, dejaría de tener valor en cambio, sin importar cuán
escasa sea, o cuánta cantidad de trabajo haya sido necesario para producirla”.
(La cursiva es nuestra.) Principles of Political Economy and Taxation,
London, Penguin Books, 1971, p. 55. Lo que corresponde
es contraponer otra teoría del valor en cambio (precio). Para evitar
ambigüedades utilizaremos el término “valor en cambio” como sinónimo de
“precio” y simplemente “valor” como sinónimo de “valor de uso” o “utilidad”.
Los economistas clásicos sostenían que
el valor en cambio estaba determinado por el costo de producción. Ni Jevons, ni Marshall, ni Walras
lograron abandonar completamente esta teoría. En
realidad, las ideas de Marshall y Walras implicaron un retroceso respecto de
Jevons. Se ve claramente que ambos usan la teoría de la utilidad marginal para complementar
y no para refutar la teoría del costo de producción. Para ellos es tanto un error pensar que sólo el costo de
producción determina el valor en cambio como que sólo lo determina la
valoración subjetiva. Son ambos elementos los que entran en juego.
Tampoco es cierto que la escuela
clásica sustentara una teoría del valor-trabajo como generalmente se sostiene. En el caso de Adam Smith, la falsedad de esta tesis queda
manifiestamente clara en el capitulo 6 de La Riqueza de las Naciones,
donde el economista escocés habla de tres componentes del valor en cambio:
trabajo, capital y tierra. Si
bien Ricardo causó bastante confusión, en el contexto está claro que para él
los componentes del valor en cambio eran el trabajo y el capital. Ricardo mismo
se defiende de quienes lo acusan de sostener una teoría del valor-trabajo. En
una carta a Malthus le dice: “Cuando usted dice que mi gran error está en
considerar que en los bienes interviene sólo trabajo, y no trabajo y ganancias,
creo que el error es de usted, no mío, porque esto es precisamente lo que usted
hace ( : ) usted mide los bienes sólo con el trabajo pero en ellos intervienen
tanto trabajo como ganancias”. D. Ricardo, Cartas 1821-1823,
México, Fondo de Cultura Económica, 1965, p. 239.
Los economistas de Cambridge y Lausanne
consideran que los clásicos tenían una teoría del valor en cambio incompleta.
Habían visto sólo un lado del problema, el de los costos; la teoría de la
utilidad marginal sirve para completar la teoría clásica.
Las conclusiones de los austríacos
fueron diferentes. Para ellos la teoría de la utilidad marginal no
era el complemento que faltaba a los clásicos, sino que implicaba un giro
copernicano respecto de la teoría del valor en cambio clásica. A partir de la
teoría de la utilidad marginal los austríacos llegaron a la conclusión de que
no son los costos los que determinan los precios (valor en cambio), sino que,
por el contrario, son los precios de los bienes finales los que determinan los
precios de los bienes de producción, o sea los costos. Si bien en el largo plazo
precios y costos tienden a igualarse, para los austríacos la dirección causal
es opuesta a la sostenida por los clásicos.
Ningún
empresario puede pagar por los factores de producción un precio superior al que
los consumidores están dispuestos a pagar por el bien final. Los
bienes de producción adquieren valor porque los bienes finales son valorados.
El empresario está
dispuesto a pagar un precio por los bienes de producción porque alguien está
dispuesto a pagar un precio por el bien final. Los precios de los bienes
de producción se determinan por la puja de la demanda para utilizarlos en la
producción de bienes finales alternativos. Los costos no son una de las variables que determinan el
precio del bien final; la determinación de ese precio es independiente de los
costos. Los costos son el resultado
de la existencia de precios esperados.
En la determinación de los precios
intervienen solamente factores subjetivos, o sea las utilidades
marginales de cada una de las partes que intercambian. Cada una de ellas
realiza el intercambio porque valora más lo que recibe que lo que entrega y no
le interesa si la otra parte incurrió en costos altos o bajos.
“[…] Si
un diamante fue encontrado accidentalmente o si se lo obtuvo de una mina de
diamantes con el empleo de mil días de trabajo es completamente irrelevante
para su valor. En general,
nadie, en su vida cotidiana, pregunta por la historia del origen de un bien
para estimar su valor, sino que toma en cuenta solamente el servicio que el
bien le brindará y al que tendría que renunciar si no tuviese el bien a su
disposición”. Carl Menger.
El
error cometido por Marshall, de considerar el costo como uno de los
determinantes del precio, fue también señalado por Böhm-Bawerk en 1894. Sin embargo, el punto de vista de Cambridge y Lausanne es
el que ha predominado hasta nuestros días. Los modernos libros de microeconomía
deducen la curva de oferta a partir de los costos marginales y la de demanda a
partir de la utilidad marginal. La intersección de ambas determina el precio, y
así el error de Marshall y Walras ha prevalecido.
En resumen, mientras para la tradición
Cambridge-Lausanne el valor en cambio se determina por la interacción de
utilidad marginal y costos, para los austríacos interviene sólo la primera y
los costos son la consecuencia de los precios de los bienes finales. Esta diferencia ha llevado a los austríacos hacia un
enfoque distinto de la teoría económica.
Si los precios están determinados
exclusivamente por valoraciones subjetivas, entonces es más fácil comprender
que sus fluctuaciones reflejan cambios en las preferencias de los
individuos. Puesto que el problema
económico consiste en asignar los recursos productivos a la producción de los
bienes y servicios prioritarios, los precios se transforman así en la
información esencial para lograr ese objetivo. Y, a partir de estos precios, se desatará una
puja por los bienes de producción que determinará los precios máximos
respectivos de éstos, cuyo límite máximo será el valor presente del bien final
marginal y el mínimo el valor presente del bien final submarginal. [Los austríacos creen que los precios
fluctúan en torno a una tendencia natural del mercado. [Ej.
Px = $ 2; puede variar entre un límite mínimo de $ 1,80 y un límite
máximo de $2,20].
Los austríacos consideran los precios y
costos como la síntesis de una gran cantidad de información dispersa necesaria
para lograr una eficiente asignación de recursos. Es más,
puesto que esta información no es estática sino que está en continuo cambio (es
dinámica), los austríacos
han puesto más el acento en explicar el proceso del mercado, es decir el
mecanismo por el cual la asignación de recursos se va adaptando a los cambios
de información que reflejan las fluctuaciones de los precios.
Los economistas de Cambridge y
Lausanne, en cambio, han dedicado la mayor parte de sus esfuerzos al análisis
del mercado en situaciones de equilibrio. Para ellos, los precios
son las variables que limpian el mercado, que hacen que oferta y demanda sean
iguales. (Equilibrio: O = D).
Tal vez sea en el tema inflacionario
donde aparezcan con más claridad las consecuencias de seguir uno u otro
enfoque. Para los austríacos el problema central de la inflación es que
distorsiona los precios relativos, es decir, produce cambios en los precios
distintos de los que hubiese fijado el mercado libre. Al suceder esto los precios dejan de transmitir
información precisa y se produce una mala asignación de los recursos.
La causa de esta distorsión radica en
la política monetaria. Para los austríacos la cantidad óptima de dinero se
establece en el mercado igual que la cantidad de cualquier mercancía: por
oferta y demanda. Los cambios en la demanda
hacen variar el poder adquisitivo del dinero, y por lo tanto su producción
aumentará o disminuirá hasta el punto en que el precio del dinero sea igual a
su costo de producción. Cuando
el gobierno fija coercitivamente una cantidad de dinero superior a la que el
mercado libre hubiese determinado está creando inflación, o sea distorsionando
los precios relativos.
Nótese que lo que ocurra con el “nivel”
de precios es intrascendente. Podría darse el caso de que el gobierno creara
dinero al mismo tiempo que se está produciendo un aumento en la productividad
de la economía, lo cual puede dar como resultado un “nivel” de precios
“estable”, o tal vez en baja, y sin embargo habrá inflación, ya que el gobierno
está distorsionando los precios relativos y, por lo tanto, induciendo a una
mala asignación de recursos.
Compárese este enfoque con el seguido
por Milton Friedman, quien parece no tener en cuenta para nada los cambios en
los precios relativos y concentra su atención en el “nivel” de precios. Así este economista
sostiene que:
“La causa próxima de la inflación es
siempre y en todas partes la misma: un incremento demasiado rápido de la
cantidad de dinero en circulación con respecto a la producción”. Milton
Friedman.
Como
puede verse, Friedman
compara el crecimiento de la cantidad de dinero con el aumento de la producción
y no con la cantidad de dinero que se fijaría en un mercado libre de
interferencia estatal. Esto se debe a que lo que le preocupa principalmente es el “nivel” de
precios y no la estructura de precios relativos. Pero, como ya vimos, lo
relevante para la eficiencia económica son estos últimos y no el primero.
Para
dar un ejemplo final de cómo los teóricos del “equilibrio” (Cambridge-Lausanne)
y los del “proceso” (austríacos), llegan a conclusiones diferentes, se
puede citar el caso de la función empresarial.
Schumpeter, un buen representante de los primeros, llegó a la conclusión
de que el empresario, al innovar, rompe el equilibrio existente en el mercado y
genera un ciclo económico; de esta manera desempeña un papel desequilibrante en
la economía. Por el contrario, para los austríacos, puesto que parten de un mundo de incertidumbre, el
empresario es el que trata de prever dónde se producirán o dónde se están
produciendo desequilibrios en el mercado y dirige la producción hacia esos
sectores. Así, trata de anticipar cambios que al producir desequilibrios darán
lugar a pérdidas y ganancias tratando de evitar las primeras y de lograr las
segundas. Al proceder de esta manera se transforma en un factor equilibrador,
ya que con su acción está haciendo que los precios tiendan a igualarse con los
costos, o sea que el mercado tienda al equilibrio.
Los teóricos del equilibrio han venido
basando sus teoremas en el supuesto de que los operadores en el mercado tienen
conocimiento perfecto. Recién en los últimos
años han empezado a introducir “variables estocásticas”. Al no realizar estos
supuestos, los austríacos
pusieron su atención en el proceso de ajuste, y esto, como vimos,
llevó a conclusiones teóricas diferentes.
Una de
las principales diferencias de la Escuela Austríaca con las de Cambridge y
Lausanne es el aspecto epistemológico. La teoría del valor tal cual fue expuesta por los
austríacos los llevó a una distinción de importancia entre ciencias naturales y
sociales. Lo que
caracteriza a las primeras es que sus elementos tienen un comportamiento
determinado, es decir, no deciden acerca de su respuesta ante un estímulo. En la medida en que el científico natural,
conozca la totalidad de las variables “independientes” puede predecir con un
alto grado de precisión lo que ocurrirá con la variable “dependiente”. Si no conoce la totalidad de las variables
“independientes” sólo dispone de un conocimiento probabilístico acerca del
comportamiento de la variable “dependiente”, por ejemplo, la meteorología.
En las ciencias sociales, por el
contrario, el comportamiento de los individuos no está determinado, sino que
éstos pueden decidir acerca de la respuesta que darán frente a un determinado
estímulo. Aun cuando se pudiese conocer la totalidad de variables
que afectan a un individuo, lo que en ciencias naturales permitiría una
predicción puntual, todavía queda por conocer la decisión que el individuo
tomará en respuesta a esos estímulos. En ciencias sociales, no sólo la cantidad
de variables relevantes es enorme, sino que además opera la libertad de elegir
de las personas, es decir, el comportamiento deliberado y no determinado.
Esta diferencia hace que los datos
estadísticos en unas y otras ciencias sean de naturaleza distinta. En las
ciencias naturales, ante iguales circunstancias las respuestas de los elementos
son siempre las mismas. Esto es lo que permite que una
hipótesis pueda someterse a prueba mediante recolección de datos históricos y
que sea posible proyectar hacia el futuro dichos resultados, puesto que los elementos se
seguirán comportando igual que en el pasado debido a su determinismo.
En
ciencias sociales las estadísticas son de naturaleza distinta, ya que los
datos reflejan exclusivamente una situación singular, que responde a
circunstancias específicas de tiempo y lugar y a las cuales ciertos individuos
eligieron dar determinadas respuestas en ese momento. Pero de ninguna manera esos
datos pueden ser proyectados porque las circunstancias, los
individuos y las valoraciones acerca de esas circunstancias están en continuo
cambio. Así, la econometría
ha evolucionado sobre la base de ignorar estos problemas. Los econometristas han venido jugando
a ver quién obtiene el r2 más alto, sin darse cuenta de que esta
herramienta no es superior a la que usa el ama de casa para saber cuánto
aumentó el costo de vida o la manera en que predice un exitoso empresario sin
estudios universitarios. En ciencias sociales la
predicción consiste en anticipar los cambios futuros, para lo cual los datos
del pasado son de importancia secundaria.
La naturaleza de las ciencias sociales
hace que sea imposible someter a prueba las distintas teorías, ya que las
estadísticas sólo describen un período histórico determinado y no cumplen con
el requisito de atemporalidad que se da en el caso de las ciencias naturales.
Esto pone en cuestión el carácter científico de los fenómenos sociales. A
nuestro juicio, Mises ha resuelto satisfactoriamente este problema. Según este
economista la Economía es, como la
lógica y la matemática, una ciencia apriorística. Es decir, cuenta con la
ventaja de partir en el proceso deductivo de fundamentos últimos cuya verdad es
obvia a priori; por lo
tanto, las conclusiones obtenidas sobre la base de deducciones lógicas son necesariamente
verdaderas, y las observaciones empíricas no pueden refutarlas ni
confirmarlas. Si bien Hayek tiene algunas diferencias con
la posición metodológica de Mises, sus conclusiones en teoría económica son
básicamente similares.
En general, los economistas del resto
de las escuelas adoptaron, imitando a las ciencias naturales, el método
hipotético deductivo que básicamente consiste en la elaboración de “modelos”
matemáticos que posteriormente se someten a verificación empírica por medio de
la econometría. Pero, como ya dijimos, la naturaleza de las estadísticas
sociales impide tal verificación.
Los economistas austríacos no rechazan
el método matemático por desconocer esta herramienta. Más bien ocurre lo contrario; debido a que no se han
quedado en la superficie del algoritmo y han penetrado en los fundamentos
epistemológicos de las ciencias naturales, de la matemática y de las
estadísticas, se dan cuenta del error de recurrir a la “modelización”. Sorpresivamente fue Keynes, un matemático destacado,
quien señaló los errores de la economía matemática:
Dice Keynes: “Una falla importante de
los métodos seudo-matemáticos simbólicos de dar forma a un sistema de análisis
económico […], es el hecho de suponer de manera expresa una independencia
estricta de los factores que entran en juego, y que dichos métodos pierden toda
su fuerza lógica y su autoridad si se rechaza esta hipótesis; mientras que, en
el razonamiento ordinario, donde no se manipula a ciegas, sino que se sabe en
todo momento lo que se está haciendo y lo que las palabras significan, podemos
conservar ‘en el fondo de nuestra mente’ las necesarias reservas y limitaciones
y las correcciones que tendremos que hacer después, de un modo en que no
podemos retener diferenciales parciales complicadas ‘al reverso’ de algunas
páginas de álgebra, que suponen el desvanecimiento de todas ellas. Una parte demasiado grande de la
economía ‘matemática’ reciente es una simple mixtura, tan imprecisa como los
supuestos originales que la sustentan, que permite al autor perder de vista las
complejidades e interdependencias del mundo real en un laberinto de símbolos
pretenciosos e inútiles”. Teoría general de la ocupación, el interés
y el dinero, México, Fondo de Cultura Económica, 1974, p. 264.
Los economistas clásicos no habían logrado conectar
claramente el valor de uso con el valor en cambio, y esto les causó varios
problemas teóricos, entre ellos haber dado vuelta la dirección causal entre
costos y precios. Pero, a
pesar de ello, seguían intuitivamente un método de análisis en el cual estaba
implícito que su principal preocupación era el proceso de ajuste del
mercado. El
surgimiento del análisis marginal, tal como fue desarrollado por las escuelas
de Cambridge y Lausanne, ha implicado en gran medida un retroceso respecto de
los avances de los clásicos. En primer lugar porque no lograron abandonar
totalmente la teoría del costo de producción como determinante del valor en
cambio, y en segundo lugar porque al introducir los modelos matemáticos para
explicar el funcionamiento del mercado hicieron caminar a la ciencia económica
en dirección errónea. Se abandonó el análisis del proceso de los
clásicos y se adoptó el análisis de equilibrio. De esta manera se entró
en una etapa de oscurantismo que ha provocado muchas confusiones.
Fue la
Escuela Austríaca la que logró incorporar la nueva teoría del valor a la
economía, de manera tal que -permitió dar solidez a las conclusiones de los
clásicos que se apoyaban en una errónea teoría del valor en cambio. El liberalismo de Smith y
Ricardo cobra renovadas fuerzas en la Escuela Austríaca, los modelos de
competencia perfecta y equilibrio han servido para debilitar los fundamentos
del mercado libre. Se han basado en la superstición de la superioridad del
método matemático. Tarde o temprano este error será abandonado, aunque,
como dice Mises, “las supersticiones tardan en morir”.
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